Capitulo 108: Delirios de la diosa del amor

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Afrodita suspira mientras mira por la gran ventana de su palacio en el Olimpo. El paisaje es precioso, pero a ella no la importa. Está triste, deprimida. Ni siquiera Ares y sus intentos de animarla la han conseguido sacar una sonrisa; por pequeña que fuese.

- ¿Porque ha tenido que hacer eso? - le pregunta en voz baja a Demeter, quien ha ido a hacerla compañia.

- Zeus, en el fondo, cree que está haciendo lo correcto - responde con sencillez la diosa sentada en su cama.

- Lo sé - Afrodita se aparta de la ventana y se deja caer frente a su abarrotado tocador para retocarse el perfecto maquillaje que lleva - ¿Porque es incapaz de ver que no está bien lo que ha hecho? Enviar semidioses allí a una muerte segura no es la solución. Él lo sabe.

- Querrá hacerse respetar - Demeter se encoge de hombros.

- ¡Pero esa no es la manera! - grita la diosa golpeando la pulida superficie con el puño - ¡Los semidioses no tienen la culpa! ¡Que sea inútil no es culpa de los demás! - Afrodita se tapa la boca en cuanto esas palabras salen de su boca y mira alarma a Demeter, quien la observa sorprendida.

- No le voy a decir nada - le asegura Demeter con una sonrisa tranquilizadora - Ademas, no eres la única que opina eso.

- Ya, pero si soy la única que lo ha dicho en alto - Afrodita se tapa las cara con las manos y sacude la cabeza - Como se entere, a ver lo que me hace...

Demeter suelta un suspiro y se acerca a la diosa del amor.

- Eres una diosa olímpica - la dice - Dudo que te haga nada. Si eso se desahogaria un poco injustamente con los mortales.

- ¿Más a un? - jadea ella con los ojos como platos - Oh dios, espero realmente que no se entere.

















Zeus pone los ojos en blanco mientras observa el techo de su palacio, a su lado, Apolo sigue hablando sin parar; tratando de convencerle de que enviar semidioses es una pésima idea.

- ...y nosotros queremos salvar vidas no perderlas. Enviar semidioses es enviarles a morir, algo estúpido pues es justamente lo que queremos evitar; muertes inecesarias - continua hablando Apolo.

- Pero ya te he dicho - replica Zeus cansado de su hijo - que no hay otra opción. Han estado toda su vida entrenandose para esto. Dejemosles demostrar que ese entrenamiento a servido para algo.

- ¡Oh venga ya, Zeus! - exclama Apolo - si ni siquiera tu te atreves a ir allí.

- ¡Por supuesto que me atrevo! - miente - Es solo que no quiero.

Puede que sea el dios del cielo, pero el tártaro es el lugar más horrible de todo el universo. Ni loco bajaría allí.

- Si claro - se burla el dios del sol.

Zeus le fulmina con la mirada y se levanta del trono.

- Me voy - anuncia saliendo por la puerta.

- ¡Piensatelo! - le grita Apolo  sonriendo.

Zeus suspira y se apoya en el marco de la puerta de Hera, pensando si sería un buen momento para hablar con ella.

- ¿Ocurre algo? - le pregunta una voz a sus espaldas.

Zeus se gira y se encuentra a Hermes mirandole sonriente.

- ¿Sabes donde está Afrodita? - pregunta - Creo que acabamos un poco mal antes...

- Esta en su palacio - le comunica Hermes - pero no te recomiendo que vayas. Estoy bastante seguro de que no quiere verte.

El dios asiente y se transforma en un águila antes de volar hacia la ventana de la diosa, en donde ella habla con Demeter.

- ... enviar semidioses allí a una muerte segura no es la solución. Él lo sabe - escucha decir a Afrodita

- Querrá hacerse respetar - Demeter se encoge de hombros.

- ¡Pero esa no es la manera! - Zeus ve a la diosa golpear la pulida superficie con el puño - ¡Los semidioses no tienen la culpa! ¡Que sea inútil no es culpa de los demás! - la diosa se tapa la boca con las manos y se gira hacia Demeter, quien abre los ojos sorprendida.

Zeus las mira con los ojos entre cerrados y vuela de vuelta a su palacio bullendo de rabia.

Entra en la sala del trono y fulmina a Apolo con la mirada.

- ¿Y bien? - pregunta este esperanzado.

- Hermes - llama a su hijo - Enviale el mensaje a Quiron. Quiero ver mañana mismo a los semidioses en las puertas del inframundo.

El dios mensajero asiente y Apolo palidece.

- Oh dios, es muy poco tiempo para que se preparen - murmura.

- Por un momento considere la idea de enviar a las furias, por ejemplo, al tártaro en lugar de a los semidioses; pero no. Si Afrodita quiere estar enfadada conmigo que lo esté, pero voy a darla una verdadera razón para estarlo.

- ¿Porque haces esto? - murmura Apolo.

- Es la única manera de hacerme respetar - musita.

El hijo de la muerte (Nico di Angelo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora