Capítulo 93: La barca de Caronte

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El ascensor comienza a descender con el típico traqueteo mecánico que exaspera a cualquiera. A un determinado nivel, el ascensor de deja de bajar y comienza a moverse hacia delante.

El traje de seda italiana de Caronte se transforma en una túnica con capucha negra, y sus gafas desaparecen; dejandome ver lo que hay tras ellas. Donde deberían estar sus cuencas no hay nada, Caronte es completamente oscuro, lleno de noche y muerte y desesperación. La carne de su cráneo comienza a volverse transparente, dejando a la vista su craneo.

El suelo del ascensor empieza a balancearse y cuando pestañeo de nuevo, estamos de pie en un barco de madera, que navega a través de un oscuro, aceitoso río, atestado con huesos, pescados muertos y otras cosas extrañas; claveles aplastados, muñecas de plástico, diplomas esponjosos con bordes dorados...

Una niebla oscura y densa ondula fuera del agua y por encima de nuestras cabezas, casi perdido en la oscuridad, hay un techo de estalactitas. Más adelante, la otra orilla brilla con una luz verdosa; el color del veneno.

- Este es el río Estigio - me dice Nico - Está muy contaminado.

- Cierto - corrobora Caronte - Desde hace miles de años, vosotros los humanos habéis estado tirando aquí todos los sueños que nunca se hicieron realidad, cada deseo que no se cumplió, las esperanzas de hacer algo que nunca conseguiste...

- Demasiados sueños sin cumplir - digo.

- Demasiadas esperanzas vanas - dice Nico.

- Si la gente pudiese cumplir sus sueños, hacer realidad sus deseos...

- La gente desea demasiadas cosas - me dice Caronte.

Le miro fijamente y me encojo en mi sitio. Su cráneo semitransparente con cuencas vacías es un poco aterrador.

«Muy de Inframundo» pienso.

La otra orilla comienza a verse es el horizonte. Rocas escarpadas y arena volcánica negra se extiende tierra adentro aproximadamente a cien yardas de la base de una alta pared de piedra, la cual se extiende en cualquier dirección tan lejos como puedo ver.

El sonido agudo de un aullido resuena por el silencio espectral del Inframundo.

- El pequeño Cerbero tiene hambre - canturrea Caronte mirándonos sonriente.

- ¿Cerbero? - pregunto en un hilo de voz.

- Si, Cerbero - Nico sonríe - El gran perro mitológico de tres cabeza que custodia el palacio de mi padre.

Miro hacía arriba cuando el barco se detiene en la arena con un repiqueteo, esperando ver a mi padre allí.

No está.

Acompaño a Nico hasta la puerta del palacio de su padre; pasando por filas de muertos que nos miraban con rencor y más tarde por un cúmulo de fantasmas que se movían sin orden por un gran espacio de tierra.

- Los campos asfodeos - me dice Nico - Es donde suele acabar la mayoría de la gente. No has sido ni suficientemente malo para terminar en los campos de castigo, ni suficientemente bueno como para ir a los Campos Elíseos. Simplemente pasas la eternidad vagando sin rumbo por El Hades.

Trago saliva sonoramente y me apresuro a seguirle.

- Pero no tienes de que preocuparte - me anima - Los semidioses casi siempre terminan en los Campos Elíseos, a de más; tu padre es Thánatos. Cuando mueras lo más probable es que aún así estés en su palacio.

Eso no me hace sentir mejor, pero decido no mecionarselo a Nico.

El hijo de Hades abre las puertas negras como el carbón y entra a la sala silenciando todas las conversaciones.

La sala es amplia y espaciosa, con una gran escalinata coronada por un esplendido trono de hierro negro. Sentado en él hay un hombre imponente; de cabello y ojos negros y piel blanca. Su túnica se mueve como si tuviese vida propia y sus dedos esqueléticos tamborilean impacientes en el brazo del trono.

Hades

Un impulso de arrodillarme frente a él y servirle durante el resto de mi vida se apoderan de mi cuerpo.

- ¡Hijo! - grita alegre mirando a Nico.

- Padre - murmura Nico.

- ¡Que alegría que estés aquí! - exclama.

- Si vamos, una alegría - murmura Nico.

Hades decide pasar por alto la actitud indiferente de Nico.

- ¿Porque esa cara? - su padre se levanta del trono y baja los escalones hasta detenerse delante de su hijo y agarrarle por los hombros - Estas en casa.

- Esta no es mi casa - murmura entre dientes.

- Eres un hijo del Inframundo - dice - ¡Tu casa es el Inframundo!

- ¡No! - grite zafandose del agarre de su padre - ¡Este es tu hogar! ¡No el mío!

Hades le dirige una mirada fulminante antes de girarse hacia mi.

- El hijo de Thánatos, supongo.

- Si, Señor - hago una estúpida reverencia.

- Oh no, muchacho. No es necesario eso. Tu padre es mi más fiel servidor, me gustaría que me trataras como alguien medianamente igual que tu. Sin ese rollo de las reverencia y el "Señor" a cada palabra que digas.

- Si, señ... Hades - sonrío.

- Perfecto - exclama subiendo de nuevo a su trono - Niño, enseñale el palacio de su padre.

Nico pone los ojos en blanco y me acompaña hasta el palacio se Thánatos.

Es una estructura enorme y elegante, situada cerca del muro de los lamentos y los campos elíseos. Sus altas torres parecen rascar el techo de estalactitas, y su gran envergadura desafía todas las leyes del espacio.

- Bueno, tu ve - me indica Nico - ya te esperan. Yo... me voy ya.

- Vale, gracias Nico - le digo.

- Nada - me sonríe forzadamente y se gira para irse.

Suspiro mirando la gran construcción y avanzo hasta la puerta; a la cual llamo con insistencia.

Escucho pasos y a continuación la puerta se abre dejandome ver a una hermosa muchacha de unos 30 años de largo cabello negro azabache y delicadas y perfectas facciones.

¿Pero que..?

que ha quedado un poco mal, pero es que no recordaba bien como describe Percy el Inframundo en los libros :(

El hijo de la muerte (Nico di Angelo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora