++ Catorce ++

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— Shizun, ¿puedo pasar? Este discípulo le trajo algo.

Mo Ran se encontraba fuera del Pabellón de Loto Rojo, con un pequeño plato de pasteles dulces que había hecho para Chu WanNing. Aquello había sido idea de Luo BingHe, que le había contado como solía cocinar para Shen QingQiu cuando era discípulo de la cumbre Qing Jing. Desde lo sucedido con Linguang-Jun, Chu WanNing se había vuelto más estricto en sus entrenamientos para evitar que sus discípulos volvieran a encontrarse vulnerables en un peligro similar y tras enfrentarse a la muerte de cerca ninguno de los tres se quejó, sino que pusieron su mayor empeño en aprender y mejorar: Shi Mei deseaba poder ayudar más a sus compañeros, Xue Meng no quería volver a sufrir la humillación de la derrota y Mo Ran quería averiguar si lo dicho por el demonio helado era verdad y existía un traidor en la montaña Cang Qiong. 

Además, tal como le había dicho Shang QingHua, los miembros de An Ding no rehuyen el trabajo duro.

De modo que el joven deseaba darle un regalo a su maestro. Le había tejido un pañuelo intentando hacer una flor haitang… pero no le había salido muy bien, así que prefirió hacerle pastelillos para obsequiar. La puerta del pabellón se abrió y la alta figura de Chu WanNing se hizo presente. Mo Ran le sonrió inclinándose levemente y preguntó:

— ¿Puedo pasar?
— Adelante— dijo Chu WanNing haciéndose a un lado.

Mo Ran entró al lugar alegremente y el mayor lo guió al recibidor. El sitio era un completo desastre, el cual le recordó al joven el despacho de An Ding cuando la cumbre estaba hasta el tope de trabajo y nadie tenía tiempo de arreglar. Chu WanNing tiró a un lado las cosas que había sobre la mesa, y Mo Ran dejó ahí la bandeja que llevaba en las manos para después mirar alrededor con las manos en la cintura. 

— ¿Qué estás haciendo?— inquirió Chu WanNing al ver al adolescente recoger las cosas en el suelo. 
— Este discípulo va a ordenar todo— dijo Mo Ran—. Shizun no puede comer en una sala desordenada.
— No es necesario.

Sin embargo, Mo Ran hizo caso omiso de lo dicho por su maestro y recogió el lugar diligentemente. Cuando terminó, se dio cuenta de que Chu WanNing estaba mirando un pañuelo y se le fue el alma a los pies: era el mismo pañuelo que había hecho para él. Le había quedado muy feo, no podía dejar que su maestro lo tuviera; pero antes de que pudiera hacer nada el mayor lo guardó en su manga. Mo Ran no tuvo de otra más que fingir que no había visto nada y acercarse.

— Todo está listo, Shizun— dijo. 
— Siéntate— dijo Chu WanNing.

Había un poco de gentileza en su seriedad, y Mo Ran sonrió tomando asiento frente a él.

— Hice estos pasteles para Shizun— dijo.

Chu WanNing tomó uno de los pasteles y lo probó. Era dulce, y no pudo evitar sonreír complacido con su sabor; Mo Ran lo observó embelesado pensando en lo maravilloso que era, lo majestuoso que lucía… 

Lo prohibido que era. 

— ¿Qué tanto estás mirando?— soltó Chu WanNing.
— Shizun es tan hermoso...— dijo Mo Ran sin pensarlo.
— Tú…

Chu WanNing cerró los ojos para evitar sacarlo a patadas. ¡Niño imprudente! ¿Cómo le dice esas cosas? ¿Acaso se está burlando de él? Mo Ran debió percibir el peligro, por lo que se disculpó apresuradamente y se fue casi corriendo. Chu WanNing suspiró pesadamente, aliviado de encontrarse con una reacción que conocía: el temor. Era todo lo que podía esperar de los demás: temor, alguien tan odioso y malhumorado como él no podía inspirar nada diferente a eso.

Inconscientemente sacó de su manga el pañuelo que recogió del suelo. El joven lo había dejado caer sin darse cuenta al dejar la bandeja de la comida y sonrió siguiendo los torpes bordados. Era feo, pero era el primer regalo que recibía de alguien aunque fuera de forma indirecta, por lo que lo conservaría.

RanWan bomnito para el alma ♥

Una nueva vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora