++ Cuarenta y cuatro ++

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Chu WanNing miró alrededor esperando ver a Linguang-Jun salir de las sombras, pero su atención fue captada nuevamente por Mo Ran, que observaba algo con una muda sorpresa, al acercarse vio el cuerpo de Dieciocho, colgado de lo alto de la cueva. Sin embargo, lo que realmente miraba el joven era la cosa roja alrededor de su cuello. La cosa roja, brillante y espinosa que se le hacía familiar. 

Era JianGui.

¡Era su JianGui! ¿Qué diablos estaba pasando? ¿Cómo se habían desarrollado las cosas hasta este punto? Mo Ran extendió la mano para llamar a su propia arma, pero inesperadamente Chu WanNing le tomó la mano antes de que pudiera hacerlo. En ese momento se escucharon pasos irrumpir en la cueva y Mo Ran agradeció internamente no haber podido llamar a JianGui, pues rápidamente la gente se amontonó alrededor de la cueva.

— ¿Qué ha pasado?

Los demás miembros de la tribu emplumada se acercaron, gritando de rabia y dolor viendo el cuerpo inerte de su líder. Sus miradas furiosas se dirigieron a Mo Ran mientras uno de ellos lo señaló diciendo:

— ¡Él mató a nuestra líder! ¡Asesino!

— ¡Yo no hice nada!— gritó Mo Ran dando un paso atrás.

— ¿Y cómo explicas esa rama alrededor de su cuello? Seguro lo hiciste antes de que nosotros llegarámos. ¡Atrapenlo!

Tres espadas se interpusieron en su camino. Shen QingQiu, Shang QingHua y Liu QingGe se situaron frente a Mo Ran y el señor de la cumbre An Ding dijo con tono amenazante:

— Atrévete a ponerle un dedo encima a mi hijo y haré que te arrepientas.

Esto hizo que una chica de la tribu emplumada diera un paso adelante con los brazos extendidos en gesto de tregua.

— Será mejor que mantengamos la calma— dijo—. Soy Diecinueve, yo misma me haré cargo de investigar sobre lo sucedido. Pero me temo que tendremos que…

— Nuestra ilusión se materializó de repente— intervino Chu WanNing—. Creo que quien mató a la señorita Dieciocho lo hizo para manejar nuestro reino ilusorio y provocar la muerte de mi Shixiong. Del mismo modo, hizo una réplica de JianGui para incriminarlo en caso de que saliera ileso de la ilusión.

— ¿Estás seguro de eso?— preguntó Diecinueve.

Chu WanNing asintió y añadió:

— De hecho, vi a alguien.

Tras describir a Linguang-Jun, los rostros de todos se volvieron cenicientos. Diecinueve ordenó a la tribu emplumada que buscaran al demonio mientras todos los demás eran conducidos a sus respectivas divisiones. Pero a pesar de lo dicho, había muchos que seguían pensando que Mo Ran era el culpable.

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— ¡Ese demonio de mierda!

Xue Meng pateó el suelo con frustración. Al instante una voz le dijo:

— Xue Meng, ¿cuántos años tienes para hacer una pataleta?

Chu WanNing había aparecido. Al instante Mo Ran, Xue Meng y Ye WangXi corrieron hacia él.

— ¡Shizun!

— ¿Qué ha pasado?

— ¿Dónde está Xia-shidi?

— Nos vamos— fue todo lo que dijo Chu WanNing.

Pero antes de que pudieran moverse, un grupo de soldados de la tribu emplumada apareció cerrando su paso.

— Mo Ran debe ser juzgado por el asesinato de la señorita Dieciocho— dijo uno de ellos.

— ¿Bajo el mandato de quién?— preguntó Chu WanNing.

El soldado lo miró con altivez, preguntando:

— ¿Quién eres tú?

— Soy el maestro de Mo Ran— dijo Chu WanNing—. Y si no me dice en este momento de quién vino la orden contra mi discípulo tendré que sacarlos de aquí.

Los soldados se miraron entre sí, consultándose con la mirada que deberían hacer. Después, sin previo aviso apuntaron sus armas en su contra. Los tres discípulos dieron un paso atrás mientras el maestro extendió el brazo y de un latigazo los mandó a todos a volar.

— Saquen sus armas— dijo Chu WanNing.

Los tres jóvenes obedecieron, y el grupo de cuatro salió de la división de Ataque. Afuera era un pandemonio: gente de la tribu emplumada luchaba contra las personas que habían llevado al jardín para cultivar, sus rostros contorsionados y desfigurados aterrorizaban a cualquiera que los viera. De inmediato se unieron a la lucha buscando a sus compañeros y lograron reagruparse. NanGong Si llevaba arrastrando a Feng Shiyao, que estaba herida de un brazo, y Liu MingYan se unió a ellos.

— Los llevaré a un lugar seguro— dijo ella—. A-Ran, ellos vienen por ti.

— Entonces me usaré como carnada para alejarlos— dijo Mo Ran.

— ¡Espera!

Pero Mo Ran ya se había ido, corriendo en la dirección contraria sin un rumbo fijo. La atención de la tribu entera se fijó en él  y varios de ellos corrieron para intentar atraparlo. Para su sorpresa, el discípulo del palacio Huan Hua corrió a su lado.

— Mo-xiong, tu única opción es ir al abismo— dijo Jian Jun Qing—. Hay un momento en que las llamas bajan lo suficiente para poder llegar al fondo. Te ayudaré a llegar allí.

Los dos se abrieron paso hasta llegar al abismo, y sin perder el impulso Mo Ran saltó al fondo. Mientras caía, escuchó a Jian Jun Qing gritar pero antes de que procesará a cabalidad lo que había escuchado unos brazos con túnicas blancas se aferraron a él y una barrera dorada los cubrió, llegando así al fondo.

Una nueva vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora