++ Cincuenta y siete ++

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En el segundo año, Yue QingYuan llevó a Mo Ran a la cumbre Wan Jian.

— Shang-shidi había insistido en que se te otorgara un arma de la montaña Cang Qiong, ya que en cierto modo eres un discípulo de la montaña— dijo—. Su solicitud fue aprobada, pero ocurrió lo de la grieta.

— Comprendo— dijo Mo Ran.

Si hubiera tenido una espada, pensó el joven, se habría movido más rápido y su padre no estaría en coma. O al menos deseaba creer eso, era difícil de decir. Pero si Shang QingHua había insistido tanto, lo mínimo que Mo Ran podía hacer era ir y tomar una espada. Yue QingYuan lo guió hasta llegar a la cueva donde se encontraban las espada mientras le explicaba cómo funcionaba esto: él debía escoger la espada, pero la espada también debía escogerlo a él por lo que debía dejar salir un poco de su poder espiritual al momento de tomar la empuñadura del arma. En el momento en que sacara la espada de la pared rocosa debía nombrarla y así sería suya.

— Te espero aquí— dijo Yue QingYuan.

— Gracias, Yue-shishu— dijo Mo Ran.

Si las cosas hubieran ido mejor, sería Shang QingHua quien lo esperaría allí. Mo Ran sacudió la cabeza para no pensar más en eso y se internó en la cueva, mirando alrededor en busca de una espada. El joven recorrió la cueva mirando las empuñaduras que sobresalían de las paredes hasta encontrar una: pudo ver una parte de la hoja, de color negro brillante y que parecía no tener funda. Mo Ran se dirigió hacía allá con seguridad y dio un salto tomando la empuñadura, liberando su poder espiritual. Por un momento temió que no fuera suficiente y se quedaría colgado allí como un idiota, pero el arma comenzó a ceder para su alegría hasta que pudo sacarla y aterrizó en el suelo con la espada en la mano.

— Te llamaré BuGui— dijo.

Los caracteres del nombre se grabaron en la hoja del arma, y Mo Ran pasó la mano por allí con melancolía recordando la primera vez que leyó esa palabra. Tenía poco tiempo de haber sido presentado en el Reino Demoníaco como hijo de Mobei-Jun, por lo que Shang QingHua había comenzado a enseñarle a leer y escribir. Un día, el niño estaba ocupado jugando con Mil Colmillos mientras su padre se entretenía escribiendo, Mo Ran miró hacía Shang QingHua repentinamente y se acercó hacia él, leyendo lo que escribía hasta detenerse en una palabra que no reconoció.

— Papá, ¿cómo se lee esto?— preguntó Mo Ran señalando los caracteres desconocidos.

— BuGui— dijo Shang QingHua—. Significa "sin retorno", por lo que la frase...

— Dice "un amor perdido, una añoranza dolorosa que acarrea un anhelo sin retorno".

Shang QingHua había alzado en brazos a Mo Ran elogiando con una sonrisa:

— Ese es mi niño listo.

Las lágrimas de Mo Ran inundaron sus ojos y al poco tiempo corrieron por sus mejillas mientras recordaba viejos momentos en los que todo había estaso bien. Recordaba a Shang QingHua encorvado sobre un pergamino, escribiendo, mientras Mobei-Jun estaba frente a él mirando y Mo Ran corría alegremente de un lado a otro, deteniéndose de vez en cuando para curiosear.

Un amor perdido. Perdido en la bruma de un sueño de muerte del que podría no despertar jamás.

Una añoranza dolorosa, en la que el joven deseaba volver a aquellos tiempos felices en los que no debía preocuparse por nada, no había ningún peligro a la vista y su temor más inmediato era que se acabaran las semillas de melón o que su Shizun no quisiera esperarlo.

Todo lo que quedaba ahora era un anhelo sin retorno.

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Una pulsación extraña llamó la atención de Mo Ran mientras salía. Había dado vuelta por una esquina para regresar con Yue QingYuan cuando lo notó: una pulsación constante, como una gotera que lo iba arrastrando hacia su dirección. Apretando con fuerza la empuñadura de BuGui, Mo Ran se acercó con cautela manteniendo la vista al frente hasta que vio algo similar a un mango de espada sobresalir de un muro.

"Qué extraño", pensó al ver la pared en la que se encontraba repleta de talismanes supresores. Al intentar dar un paso adelante, fue detenido por un muro invisible que no le permitió andar más allá, pero su mirada oscura trató de analizar desde su posición lo que estaba allí sin poder ver demasiado por la oscuridad que lo rodeaba. El joven extendió la mano lanzando copos de nieve, pero esto fue insuficiente para atravesar la barrera, entonces, solo extendió la mano con un suspiro derrotado.

Una corriente eléctrica lo recorrió en ese momento. Mo Ran soltó un grito de dolor al tiempo que alejaba la mano, la cual se llevó a la cabeza al sentir una ligera pulsación provenir de ésta, como si algo enterrado en su memoria pugnara por salir.

— ¿A-Ran?— llamó Yue QingYuan, que se encontraba cerca.

— Voy, voy, estoy bien— dijo Mo Ran, saliendo de allí.

Antes de salir de la cueva, dirigió una mirada hacia aquel lugar, distinguiendo únicamente la empuñadura de la espada, que emanaba una energía inconfundiblemente demoníaca, y salió al exterior.

Una nueva vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora