** Ciento quince **

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[ Se ha activado una nueva misión. ¿Desea aceptarla? ]

Shang QingHua se quedó en silencio, asimilando lo que estaba pasando. En su mente seguía reproduciéndose el momento en que su hijo era arrastrado hacia un lugar desconocido, un sitio dónde no podría protegerlo y pensó que le había fallado.

Se juró protegerlo y le había fallado.

[ Se ha activado una nueva misión. ¿Desea aceptarla? ]

—QingHua.

Mobei-Jun apareció en su campo de visión, sacudiendo sus hombros.

—Debes volver a la montaña Cang Qiong —dijo el demonio—. Yo rastrearé a nuestro hijo.

—S-sí... —tartamudeó Shang QingHua.

"Dale, dime la misión"

[ Debe volver a la montaña Cang Qiong y desenmascarar al pabellón Tianyin. Esperamos que se esfuerce para llevar a cabo la misión ]

Shang QingHua sonrió mientras volaba en su espalda. Al menos podría darle su merecido a alguien dentro de todo este tinglado y estaba esperando ese momento. Ya había averiguado todo lo que necesitaba del pabellón Tianyin, por lo que sacó de allí a Meng XiaoFeng antes de que descubrieran su trabajo de infiltrado. Mientras el aire helado impactaba en su rostro, se preguntó qué significaba aquella advertencia y qué tenía que ver el pabellón Tianyin con eso; la sensación de que algo se le estaba escapando lo acometió en ese momento y aumentó el ritmo hasta llegar a la montaña Cang Qiong. Bastó dar unos pasos dentro de su cumbre para que Li Mingzhe corriera a su encuentro.

—¡Shizun! ¡El líder Yue lo necesita! —exclamó, tenso.

—Cálmate —dijo Shang QingHua poniendo las manos sobre sus hombros—. Respira hondo, y dime qué sucedió.

Li Mingzhe respiró hondo hasta serenarse y dijo:

—La líder del pabellón Tianyin llegó hace tiempo, junto a varios de sus miembros. Llegaron hace poco tiempo y... —el aprendiz tragó saliva, respirando hondo nuevamente—. Llegaron haciendo acusaciones.

Shang QingHua ató cabos en un instante y cerró los ojos un instante. Cuando los abrió, una fría determinación se podía notar en ellos, tan gélida que Li Mingzhe tembló involuntariamente.

—Mingzhe, la primera vez que necesité que estuvieras a cargo me fallaste —dijo Shang QingHua, en alusión a su coma de cinco años—. Pero no te culpo, yo te fallé al no enseñarte adecuadamente el funcionamiento de An Ding. Por eso me aseguré de cubrir ese error.

—¿Shizun? —preguntó Li Mingzhe, confundido.

—La actividad en An Ding no puede detenerse —dijo Shang QingHua—. Y confío en tí para mantenerla a flote mientras no estoy. ¿Serás capaz de hacerlo?

Li Minghze asintió en repetidas ocasiones, y Shang QingHua lo soltó, dando media vuelta para ir a la cumbre Qiong Ding. Dos personas desconocidas del pabellón Tianyin lo recibieron, custodiando su paso hasta presentarse frente a Yue QingYuan, que le sonrió en señal de bienvenida, pero su sonrisa no pudo ocultar su tensión. Shang QingHua observó a la gente que estaba reunida: estaban allí todos los señores de cumbre, junto a Xue ZhengYong con un semblante mortificado, y Jiang Xi; tan imperturbable como siempre.

—Maestro Shang, mi hijo... —dijo Xue ZhengYong.

—Lo encontraremos, gran señor —dijo una voz femenina detrás de Shang QingHua.

La mujer se posicionó frente al señor de An Ding, grácil y elegante como una diosa bajada del cielo, mostrando incluso una sonrisa misericordiosa. Pero Shang QingHua no se dejó engañar, ya que sabía las oscuras intenciones ocultas detrás de esa máscara piadosa y neutral; por lo que sin sentirse intimidado se inclinó ante ella y dijo:

Una nueva vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora