++ Ciento cuatro **

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Hong Bo no se había movido. En su lugar, serpientes provenientes del mismo dragón se lanzaron sobre todos los cultivadores, que intentaron moverse lejos de su alcance. Jiang Xi agitó su manga soltando un polvo medicinal que congeló a las serpientes y volteó hacia NanGong Si.

—¿Qué ha pasado? —preguntó.

—Creo que el demonio dragón ha sido controlado —dijo el joven—. Quiero volver y revisar el Estanque del Alma del Dragón.

—¿Qué pasa con el resto de las serpientes? —le preguntó Jiang Xi—. No tengo suficiente polvo, así que definitivamente volverán cuando los efectos de la medicina terminen.

—Déjame hacerlo —intervino Ye WangXi—. Puedo hacerme cargo.

Ye WangXi había sido enseñada en la Ciudad Oscura de la secta RuFeng, por lo que era la más apropiada para luchar en sitios estrechos y oscuros. A pesar de eso, NanGong Si parecía dudar al respecto pero la expresión resuelta en el rostro de Ye WangXi le hizo decidirse y asintió.

—Está demasiado oscuro aquí —dijo dándole una palmada en el hombro—. Sé que no te gusta. Espera aquí, volveré en un rato.

Justo cuando el joven había salido rumbo al estanque, Huang XiaoYue le cerró el paso.

—¿Aún insistes en que no tienes nada que ver en esto? —preguntó.

—Soy yo quién se está metiendo contigo —dijo NanGong Si con furia—. ¿Crees que todavía puedes meterte conmigo? ¡Vete y no estorbes el paso!

—Mira, mira, te has arrancado la máscara —dijo Huang XiaoYue—. ¿Te has quitado la máscara? ¿Crees que aún eres el descendiente de la secta RuFeng que desafía al cielo? ¿Cómo te atreves a ser tan arrogante?

—No creas que no sé lo que estás tratando de hacer —dijo Jiang Xi sin poder soportar más al hombre.

—Es posible que el taoísta Jiang no entienda mis sentimientos —dijo Huang XiaoYue—. Tengo una enemistad de sangre con la secta RuFeng...

Repentinamente, Gu Mang intervino tomando por sorpresa a las tres personas, burlándose del mayor Huang.

—¿Y esa enemistad de sangre se va a pagar robando el oro de la secta? —inquirió, acercándose a Jiang Xi—. Maestro Jiang, usted y el taoísta Huang vuelvan, yo acompañaré al joven maestro.

NanGong Si no se entretuvo más y fue a investigar el estanque. Al no encontrar nada inusual decidió ir a revisar el vestíbulo, ignorando la presencia de su padre, y observó el vestíbulo dividido en dos: el paraíso y el purgatorio en un solo sitio, almas felices y torturadas conviviendo codo con codo sin intervenir unos con otros. Tomando en cuenta que esto fue hecho por Xu ShuangLin, no le sorprendió ver a varios de sus familiares sufriendo las torturas del infierno, personas con las que nunca se había llevado bien y que habían ocasionado su ruina mientras fue conocido como NanGong Xu.

Y entonces, en el mundo de la bienaventuranza, escuchó una voz que tenía años sin oír, pero que aún así logró reconocer.

—¡Madre!

Con los ojos anegados en lágrimas, NanGong Si corrió hacia Rong Yan. La mujer se encontraba de pie en medio de la bienaventuranza, con la misma ropa que había usado la última vez que la vio; él era pequeño, y había sido extremadamente grosero con ella. Solía odiar que fuera tan estricta con él, que intentará enseñarle demasiadas cosas para su corta edad y, sobre todo, que se portara de manera distante. Anteriormente había sido difícil obtener un abrazo de ella, o algo tan sencillo como una simple caricia...

Pero ahora Rong Yan estrechó entre sus brazos a su hijo con fuerza, como nunca antes lo había hecho.

—El cuerpo de madre está siendo controlado ahora— dijo la mujer acariciando el cabello del joven—. Es como un trozo de carne en un árbol y perderá el conocimiento en cualquier momento. Aunque desprecio las acciones de tu tío... madre aún le está agradecida.

Una nueva vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora