++ Ochenta y ocho ++

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Cuando Mo Ran salió de la residencia de Loto Rojo al terminar su vigilancia, se encontró con una escena de lo más extraña: Ye WangXi estaba agachada frente a Shang QingHua, que se había quedado dormido al lado de la puerta. Al verlo salir la muchacha sonrió poniéndose de pie.

— Vine para seguir la vigilancia de Shizun y encontré al maestro Shang aquí… así— dijo Ye WangXi—. Parece que no durmió en toda la noche.

— Que raro— dijo Mo Ran—. No te preocupes, yo me hago cargo desde aquí. ¿Sabes algo de Xue Meng?

— Está en camino hacia acá— dijo Ye WangXi—. No sé si tuvo éxito o no, pero dice que llegará a tiempo para cubrir su turno en la vigilancia.

Ambos se despidieron, Ye WangXi entró a la residencia de Loto Rojo mientras que Mo Ran se agachó a la altura de Shang QingHua sacudiendo su hombro levemente.

— Papá— llamó—. Vamos a casa. Despierta.

Shang QingHua balbuceó algo ininteligible, Mo Ran sacudió la cabeza con una sonrisa y cargó a su padre en la espalda notando lo liviano que era cargarlo. Pensó en la catástrofe de Cai Die cuando lo llevó en su espalda abriéndose paso desesperadamente para salvar su vida y sacudió la cabeza nuevamente. Esto no tenía nada que ver con aquello, aquí no estaba en peligro mortal: simplemente estaba agotado por pasar la noche en vela. La cuestión era, ¿por qué pasó la noche en vela fuera de la residencia de Chu WanNing? Mo Ran no pensó demasiado en ello mientras iba al pabellón de la frontera, se lo preguntaría a su papá cuando despertara.

— ¡Padre!— llamó Mo Ran al ver la puerta del pabellón abierta.

El joven entró al lugar, que estaba desierto, y luego de asegurarse que no había peligro dejó a Shang QingHua en la cama y salió para buscar a Mobei-Jun, a quien encontró revisando la barrera entre los reinos. El demonio de hielo volteó al escuchar pasos en su dirección y su guardia se relajó al ver a Mo Ran.

— Padre… ¿Qué estás haciendo?— preguntó Mo Ran yendo a su lado.

— Sello las grietas— dijo Mobei-Jun mirando la barrera—. Fue idea de tu padre. Dijo que lo mínimo que podíamos hacer por la secta ya que nos dejaron quedarnos era ayudar con esto. También establecí un hechizo de refuerzo que evitará futuras grietas.

— Genial— dijo Mo Ran con una sonrisa—. Padre es el mejor.

Mobei-Jun sonrió acariciando la cabeza de Mo Ran. 

— Déjame ver tu espada— dijo de repente.

Extrañado, Mo Ran llamó a BuGui y la espada apareció en su mano. Mobei-Jun la tomó observando la hoja negra de la espada y pasó la mano libre por ésta murmurando un conjuro, ante la mirada atónita de Mo Ran el arma se llenó de escarcha que fue absorbida por la espada.

— Mientras siga con vida, sigo siendo el rey del Desierto del Norte y tú sigues siendo el príncipe de los demonios de hielo— dijo Mobei-Jun—. Tu espada BuGui es el signo de tu puesto real, capaz de atraer la ventisca con solo una palabra tuya. Si llegas a enfrentar a mi tío de nuevo, ésta será tu arma maestra. Si llego a morir, BuGui será tu seguro ante los demonios.

— No hables de morir frente a nuestro niño— dijo Shang QingHua detrás de Mo Ran—. Si te mueres, juro que voy a atravesar todo el inframundo para ir a recogerte.

El señor de cumbre estiró los brazos ahogando un bostezo y se acercó a ellos, tomando la mano de cada uno.

— Seguiremos juntos, sin importar lo que pase— dijo.

— No deben preocuparse— dijo Mobei-Jun—. Estaré bien. Estaremos bien.

Mo Ran sonrió ampliamente y consideró que este era un momento tan bueno como cualquier otro para decirlo así que lo soltó como si nada.

— Padre, papá, estoy enamorado de mi Shizun. Voy a pedirle que se case conmigo.

Mobei-Jun y Shang QingHua voltearon hacia Mo Ran con sorpresa, y antes de que pudieran decir algo el joven añadió:

— Es una buena persona. Mi Shizun es bueno y noble, aunque parezca gruñón, en realidad es gentil. Y me ama. Quiero sostener un paraguas para él. Quiero protegerlo.

Shang QingHua sintió un tic al pensar que esa clase de cosas es justo lo que Luo BingHe le diría a Shen QingQiu, pero de todas maneras ya se esperaba que esto sucediera por lo que solo dijo:

— Si te hace feliz, nosotros te apoyaremos.

Mobei-Jun asintió sin decir nada, no estaba del todo convencido pero mientras su hijo fuera feliz no se mostraría en contra de su deseo. 

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Algo bonito y chiquito para antes de que se vengan nuevas oleadas de cuchillos.

Una nueva vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora