** Ciento doce **

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Huai Zhui no tuvo rastro de Chu WanNing durante una semana. En esa semana, no supo dónde comenzar a buscar, no recibió noticias de su paradero, nada; era como si se hubiera desvanecido con el viento. La preocupación y la furia se abrieron paso al mismo tiempo en su ser, mientras se preguntaba una y otra vez qué se creía ese muchacho para escaparse sin su permiso.

—Chu WanNing es innecesario —se repetía una y otra vez—. Es el recipiente físico para Chu Lan, no tiene cuerpo ni alma.

Mo Ran sollozó mientras Chu WanNing seguía impertérrito, escuchando a su maestro decir una y otra vez que él no era un ser vivo, y entonces escuchó la voz de Mo Ran.

—¡Él tiene vida! ¡Tiene alma! ¡No hay nadie como él! ¡No es cómo nadie más! Maestro Huai Zhui, usted lo crió, lo cuidó todos los días. ¿No está vivo? ¿Cuál es la diferencia entre él, y usted, o yo?

"Él es una persona. Es mi maestro. Es el hombre que amo"

Al cabo de una semana, Chu WanNing regresó. Sin embargo, ya no era el mismo muchacho que se había ido. Sus ropas impolutas estaban manchadas de barro y sangre, la piel pálida estaba sudorosa y con manchas de suciedad, la coleta de su cabello estaba torcida y mal peinada... y aún así, un aura pura e imponente emanaba del muchacho, seguro de que había actuado correctamente y enfrentaba a su maestro con la frente en alto.

—Shizun, este discípulo bajó al mundo —dijo—. Lo que vi allí...

—¿Cómo te atreves a desobedecer mi mandato?— le recriminó Huai Zhui con dureza—. Te dije que no tenías permitido abandonar el templo.

Los ojos de Chu WanNing se ampliaron por la sorpresa. Había creído que si volvía y explicaba a su maestro, podría comprenderlo; pero no solo no comprendía sino que se negaba a escucharlo.

—¿Cómo puedes dejar esta montaña e inmiscuirte en los asuntos del mundo mortal antes de llegar al reino celestial? El mundo mortal siempre ha sufrido, ¿cómo puede un pequeño cultivador como tú manejarlo? ¿Por qué piensas tan bien de tí mismo?

El joven observaba a su furioso maestro ir de un lado a otro, caminando mientras agitaba las mangas, molesto porque su estudiante no podía comprender, reprendiéndolo sin cesar hasta que el silencio se hizo entre los dos. La tensión podía cortarse con un cuchillo, y la voz severa de Huai Zhui rompió el incómodo silencio con una pregunta estricta:

—¿Sabes que estás equivocado?

El brillo en la mirada de Chu WanNing se iba apagando, pasando de la incredulidad y la sorpresa ingenua a la amargura y el rencor. El joven se mantuvo en silencio y el maestro lo presiono exclamando:

—¡Di algo!

—Este discípulo... no lo entiende —dijo Chu WanNing.

—¡Como te atreves!

El rostro de Chu WanNing se sonrojó, pero no retrocedió en su objetivo.

—Shizun, todos estos años me has enseñado a comportarme correctamente y a preocuparme por el mundo. ¿Por qué quieres que permanezca al margen e ignorar tal catástrofe?

—No es lo mismo —rebatió Huai Zhui.

Para Chu WanNing, sin embargo, sí lo era. ¿Qué sentido tenía quedarse aquí, lejos del mundo, con los ojos cerrados ante la catástrofe que consumía todo? ¿Qué sentido tenía volverse más fuerte si no podías proteger a otros? ¿Por qué el propósito de la ascensión era más importante que las vidas de las personas comunes? Chu WanNing no lo entendía, y nunca lo haría.

—Este discípulo... ya no quiere cultivarse.

Ya no había nada más que decir entre los dos, más que una despedida que rompería la relación entre maestro y discípulo. Los últimos restos de alegría en los ojos del adolescente se evaporaron, sustituidas por el dolor de perder a la única persona que había apreciado en su corta vida, el maestro que lo había criado y educado; pero sentía que era su deber seguir sus ideales y ahora que había visto el dolor y el sufrimiento del mundo no podía simplemente hacer oídos sordos a todo lo que había presenciado y enfrentado.

Pero en el fondo, lamentaba que su mentor no compartiera su visión del mundo ahora.

—Tú, discípulo no filial, ven aquí. tu relación conmigo entre maestro y discípulo se ha roto desde ahora.

Lo que Huai Zhui no esperaba era que Chu WaNing se arrodillara ante él con solemnidad, haciendo reverencia. Con cada reverencia, la furia de Huai Zhui aumentaba terriblemente. ¡Él no era nada más que un trozo de madera que cobró vida con su sangre! ¡No era nada más que el recipiente de un alma fragmentada! ¡No tenía ningún derecho a decidir qué hacer con una vida que no le pertenecía!

Fue por eso que lanzó ante el joven un cuchillo corto, con la intención asesina brillando furiosamente en sus ojos. Si no podía servir para lo que lo había creado... no serviría para absolutamente nada.

—Chu WanNing, si quieres terminar esto conmigo, no te pediré que te quedes. Pero debes devolverme lo que has aprendido. Quiero tu núcleo espiritual.

Mo Ran recordó la herida en el pecho de Chu WanNing. Aquella herida que había delineado con las yemas de sus dedos mientras entraba en su interior una y otra vez, había sido producida en ese momento. Ante la mirada atónita del joven y la inexpresiva mirada del mayor, el joven Chu WanNing dentro del pergamino tomó aquel cuchillo y sin vacilación lo hundió en su propio pecho, la hoja afilada del arma perforó la carne, rasgó el músculo y abrió una herida profunda, la sangre caía a borbotones, el dolor acometió al joven pero no se dejó vencer; usando un encantamiento para evitar desmayarse siguió cortando, inflexiblemente.

La imagen se distorsionó, mostrando a un niño de once años frente al lago JinChen, convocando una cítara que acudió a él resonando uno con el otro. Vio al mismo chico que ansiaba jugar con su maestro una vez que los deberes terminaron, vio al joven que le dio un pastel dulce en Lin An. La voz pura y alegre de Chu WanNing resonó diciendo una sola palabra:

"Shizun"

Había amor y admiración en esa voz, en cada pronunciación. Un amor y una admiración que un pecador como él no merecía. Un sacrificio exigido que él no merecía. Y al final, lo entendió. Huai Zhui entendió la verdad que se había negado a reconocer desde la primera vez que vio a este niño: Chu WanNing era una persona viva. No era Chu Lan, no era un triste pedazo de madera sin alma. Había comprendido que un hombre débil y corrompido como él no había podido crear una vida tan pura y resuelta como la de Chu WanNing. Un hombre egoísta como él no habría podido crear a un hombre tan terco, orgulloso e infinitamente compasivo como lo era Chu WanNing.

Así fue como Huai Zhui detuvo el suplicio de su discípulo y curó sus heridas, pero su núcleo espiritual terminaría por ser inestable, obligando al joven a meditar resueltamente para estabilizarlo. Así fue como el maestro despidió a su discípulo, aceptando por fin su existencia autónoma... viviendo con el dolor que le había causado al chiquillo que lo veía como un maestro benevolente. 

Una nueva vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora