++ Cuarenta y tres ++

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Había tres cosas en la mente de Mo Ran.

La primera, como siempre, era cuidar de Xia SiNi. Tal vez su pequeño shidi fuera talentoso y fuerte, pero seguía siendo un niño y como la persona mayor aquí era su deber asegurar su bienestar.

La segunda, era vigilar a Xiao Man. No fue difícil para Mo Ran ponerse en el lugar del hombre: si alguien hubiese querido desmembrar el cuerpo de su madre él habría buscado a ese alguien para enseñarle en carne propia cómo hacer un desmembramiento; por lo que fue pan comido adivinar que querría venganza. Lo único malo fue que se le escapó mientras lo estaba vigilando y ni él ni su shidi lo encontraron.

La tercera, y la más importante, era averiguar quién había materializado la ilusión y por qué. Bueno, el porqué era obvio: intentaban herirlos, pero esa respuestra traía otra interrogante: ¿por qué querrían herirlos? ¿Qué ganaban con ello? Mobei-Jun le enseñó que lo primero que debía buscar en un ataque era cuál sería el beneficio ya que eso le daría una pista de quién estaría detrás de dicho ataque. Sin embargo él no podía adivinar cuál era el beneficio aquí por más vueltas que le diera al asunto.

Seguía pensando en ello cuando un estruendo en el cielo lo sacó violentamente de sus elucubraciones. Temiendo por su shidi, que no estaba a su lado, corrió al exterior de la residencia y vio un ojo rojo en el cielo.

— ¿Cómo se atreven a engañar a este Venerable?— tronó una voz.
— Este debe ser el rey fantasma— dijo Chu WanNing al lado de Mo Ran.
— ¡Xia-shidi!— exclamó Mo Ran abrazando al niño—. ¿A dónde te habías ido?
— Yo…

Un rayo de energía brotó del ojo y se estrelló contra la barrera. Arriba, en la parte más alta de la residencia, Chu Xun intentaba resistir los ataques del rey fantasma cuando la intensidad de éstos comenzó a subir. Mo Ran y Chu WanNing se unieron a él rápidamente, con lo que lograron herir aquel ojo en el cielo. Un grito de agonía recorrió a los presentes mientras el ojo desaparecía y las cosas volvían lentamente a la tranquilidad. Chu Xun bajó del techo, solo para ver del otro lado de la barrera a su hijo.

— ¡Lan-er!— exclamó corriendo hacia allá.

Sin embargo, se detuvo estupefacto al ver a su esposa, quien cargaba al pequeño. Y más allá, vieron a Xiao Man con una expresión de alegría demente. Con solo verlo, supieron que el plan de Chu Xun fue filtrado por él.

— Oh no— dijo Mo Ran.

Él simplemente tapó los ojos de Chu WanNing mientras las lágrimas caían de sus propias mejillas y cerró los ojos volteando la cabeza. No quería ver lo que sabía que iba a suceder e ignoró deliberadamente los gritos de desesperación de Chu Xun, las exigencias de los pobladores de la ciudad y los gritos lastimeros de Chu Lan, que se convirtieron en alaridos de agonía mientras su propia madre, un fantasma al fin y al cabo, terminaba con su vida ante la vista impotente de su esposo. Mo Ran, con el corazón roto, lo ignoró todo, deseando poder tener cerca a sus padres en ese momento, deseando el consuelo del estoico abrazo de Mobei-Jun mientras Shang QingHua hablaba sobre tonterías estridentemente para proteger a su niño de la maldad que estaba presenciando.

Pero él sabía que eso no era posible. Iba a haber un momento en que tendría que dejar de depender de ellos, debía crecer y madurar para enfrentar todo por sí solo. Es solo que ahora deseaba volver a ser un niño.

Entonces, el rey fantasma lanzó un ultimátum.

— Maten a Chu Xun y les perdonaré la vida.

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Mo Ran aprendió dos cosas ese día.

La primera fue que la gente se volvía voraz cuando su supervivencia estaba en juego. El temor se había propagado entre los pobladores de la ciudad, y el joven Chu-gongzi que había perdido todo fue sacrificado. Hubo algunas personas que trataron de impedirlo, pero al final la marabunta furiosa venció.

Con sus últimas fuerzas, Chu Xun logró proteger a las pocas personas que intentaron protegerlo ofreciendo su núcleo dorado para que pudieran llegar a PuTuo a salvo.

La segunda cosa que aprendió fue que los fantasmas mienten. Tan pronto como la barrera ShangQing cayó, el rey fantasma y su ejército acabaron con todo. Mo Ran se enfrentó a él para salir de la ilusión lo antes posible, y fue en ese momento que Chu WanNing vio algo: un rostro humano que no pertenecía a la ilusión y que se le hizo extrañamente familiar.

Un segundo después se dio cuenta. ¡Era Linguang-Jun!

Pero Chu WanNing no pudo hacer nada, ya que en ese instante Mo Ran cortó la cabeza del rey fantasma, dando fin a la ilusión.

Una nueva vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora