** Ciento veinte **

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La cresta Maigu se había asentado sobre roca muy endeble. Cualquier sobrecarga de energía, ya fuera por energía espiritual o por la fuerza de un temblor, terminaría por echarla abajo como si de un castillo de naipes se tratara. La primera vez que se abrió el Abismo Sin Fin, la fuerza que lo acometió fue tanta que se despedazó por consecuencia de lo sucedido.

En este caso, con un mausoleo usado como puente construido en medio de sus escombros, la destrucción fue mucho mayor al no haber nada debajo que pudiera sostenerlo: lo que había quedado de la cresta se hundió inexorablemente hasta el fondo, dejando de existir. Los preparativos de la cuarta técnica prohibida, ejecutada una sola vez, habían sido sepultados, perdidos para siempre.

El mundo entero estaba dispuesto a celebrar esto como una victoria total: la mayoría de los enemigos habían muerto y habían dejado de ser un peligro. Todos estaban a salvo… o bueno, casi todos.

—¿Dónde está Mo Ran?
—¿Dónde está Shizun?

La misma angustia paralizó a Shang QingHua y a Mobei-Jun, mientras veían a Xue Meng, NanGong Si, Ye WangXi y Feng Shiyao buscando a su maestro y a su compañero. Las risas de Linguang-Jun, sujetado por Luo BingHe, se escucharon en el lugar.

—No se molesten en buscar —dijo—. ¡Están muertos! ¡Muertos y enterrados! ¡Nunca podrán recuperar sus restos!

Mobei-Jun salió de su estupor solamente para arrancarle la cabeza a su tío. Shang QingHua comenzó a llorar, desconsolado, con cada momento qué pasaba. No podía ser que, después de todo lo que había hecho, había perdido a su hijo. No iba a aceptarlo, se negaba a hacerlo. Mobei-Jun volteó hacia él y corrió a su lado.

—¡Hay que ir por él! —gritó Shang QingHua señalando los escombros del mausoleo—. A-Ran nos está esperando, tenemos que ir por él. Tenemos…

Hubo un temblor repentino, y todos los presentes vieron con espanto un resplandor dorado provenir de los escombros. Rápidamente se temieron lo peor, algunos incluso se prepararon para la batalla, hasta que escucharon el canto de una ballena. Con una explosión, se abrió un hueco entre el derrumbe y de allí emergieron cuatro personas. Mo Xi iba montado sobre BuGui llevando a Mo Ran sobre su espalda, mientras que Chu WanNing y Murong Chuyi compartían espacio sobre Huaisha. El colapso del portal había liberado una gran cantidad de energía demoníaca que los dos fantasmas habían absorbido en su huida, lo cual les había dado forma corpórea. Dicho de otro modo: ahora ambos estaban vivos. Mo Xi se acercó a Shang QingHua y un sonriente pero cansado Mo Ran se asomó por encima de su hombro.

—Maestro Shang, le entrego a su hijo —dijo Mo Xi, bajando a Mo Ran, que saludó alegremente a sus padres como si no tuviera una herida en el pecho.
—Hola papá, hola padre —dijo Mo Ran.

Mobei-Jun recibió a su hijo, usando magia de hielo para sellar la herida y después lo abrazó mientras Shang QingHua se unía a ellos llorando de alegría.

—Creímos que te habíamos perdido —dijo el demonio.
—¿Cómo podrían hacerlo? —replicó Mo Ran—. Yo siempre encontraré el camino a casa.
—Mi niño —sollozó Shang QingHua.

Chu WanNing se separó de Murong Chuyi y buscó a sus discípulos, que corrieron hacia él, y tras asegurarse que estaban bien se acercó a Mo Ran. El joven se separó de sus padres yendo hacia él y dijo:

—Shizun…

No pudo decir más: sus labios fueron cerrados por los labios de su maestro, que lo besó frente a todo el mundo sin importar lo que pudieran decir. El alivio de ver a su amado sano y salvo era más importante que su propia cara, y si alguien se atrevía a ponerlo en duda solo iba a recurrir a TianWen para solucionarlo todo. Las exclamaciones de sorpresa no se hicieron esperar, pero bajo la mirada atenta de Mobei-Jun nadie dijo nada. Mo Xi retrocedió unos pasos para alejarse de allí y en ese momento Gu Mang salió abriéndose paso entre la multitud, corriendo hacia él hasta abrazarlo.

—¡Mo Xi! ¡Estás aquí conmigo! —exclamó con alegría.
—Y no pienso irme de nuevo —dijo Mo Xi con una sonrisa, abrazando a su amado.

Un carraspeo los separó, ambos vieron a Murong Chuyi a su lado; Gu Mang se acercó a él y saludó haciendo una reverencia.

—Primo —dijo.
—Primo —dijo Murong Chuyi.

Mo Xi vio sorprendido como Murong Chuyi sonreía a Gu Mang, abrazándolo con fuerza, y comprendió poco después. Siendo ya libre de la influencia maligna de Jiang Yexue, Murong Chuyi no tenía razón para reprimir sus emociones: podía expresar su felicidad, su alegría y su amor sin temer que algo le pasara a la gente que apreciaba. Gu Mang volteó hacia sus hijos adoptivos y los llamó. Jian Jun Qing y Feng Shiyao observaron emocionados a los tres hombres: aunque nunca habían visto a Mo Xi y a Murong Chuyi, habían sido criados con el recuerdo de los dos, por lo que saludaron amablemente.

—YaoYao, ven aquí —pidió Gu Mang.

Feng Shiyao se acercó, y Gu Mang hizo ademán de intentar quitarle la máscara que llevaba puesta.

—Baba… —intentó replicar.
—Confía en mí —dijo Gu Mang, retirando la máscara.
—¡Shiyao! —exclamó Xue Meng yendo con ella.

La muchacha se cubrió el rostro con las manos, diciendo:

—No me veas, soy horrible.
—No me importa —replicó Xue Meng poniendo los ojos en blanco—. Me gustas con o sin máscara, y eso no cambiará sin importar lo que vea.

Feng Shiyao bajó las manos lentamente hasta dejar su rostro al descubierto, y Xue Meng sonrió.

—No tienes nada que temer —dijo mostrándole su imagen en un espejo, el cual mostró un rostro con ojos claros y pequeñas cicatrices, agradable a la vista.

Fue entonces que Murong Chuyi prestó atención a la máscara en manos de Gu Mang.

—Es una máscara curativa, ¿no es así? —preguntó.
—Así es —confirmó Gu Mang—. Yue Chenqing la refinó en base a uno de tus prototipos.

Finalmente, la catástrofe había llegado a su fin.

❁❁❁❁❁

Y este es el final. Peeeero, nos faltan los extras, oh sí.

Una nueva vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora