Extra: el despertar del emperador

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Hua BiNan suspiró con pesadez llevándose una mano a la cabeza. Habían pasado muchas cosas en poco tiempo y su plan aún estaba lejos de completarse.

— Ese demonio de pacotilla— murmuró con molestia. 

El joven había adivinado desde hace tiempo que Linguang-Jun no estaba actuando según lo acordado. Le había dado la información necesaria para utilizar la cuarta técnica prohibida, pero desde que la posibilidad de dominar la tierra demoníaca del Norte estuvo en sus manos se había olvidado de su acuerdo, por lo que tuvo que depender completamente de Xu ShuangLin. Sin embargo, todavía necesitaba de Linguang-Jun.

— Así que me ofrecí a atender a Song QiuTong luego de lo sucedido en la secta RuFeng— reflexionó en voz alta—. Y para asegurarme de que Linguang-Jun va a cumplir su parte del trato le di tus talismanes a mi hermana. Si quiere a su esposa y a su hija, ese demonio tendrá que obedecerme.

— Ah, ¿así que la pequeña Belleza de Huesos Mariposa ya nació? Interesante. 

Hua BiNan rodó los ojos con fastidio al escuchar la voz de Mo Nian. Ambos se encontraban en las ruinas de lo que había sido la cresta Maigu dónde había iniciado la catástrofe en la que el Reino Demoníaco estuvo a punto de fusionarse con el mundo mortal. Para sorpresa de Hua BiNan, Mo Nian había sido bastante útil creando un mausoleo en cuyo interior se abriría la puerta al inframundo que le permitiría volver, junto con todos los preparativos para el ritual.

— Linguang-Jun lo paró todo. Quiere esperar a que su esposa pase el tiempo de cuarentena para abrir la montaña Fénix y tender la trampa.

— Para cuando eso pase probablemente ya habrá obtenido el control del clan Mobei— dijo Mo Nian jugueteando con una pipa—. Y entonces, la invasión a Cang Qiong comenzará.

Hua BiNan sonrió complacido. Eso era lo que más estaba esperando: poder adentrarse en la montaña Cang Qiong y destruirla desde adentro. Sería una pequeña retribución para él ver a Mo Ran sufrir por ver su pequeña secta en pedazos. El resto sería cuestión de hacer unos cuántos movimientos y ¡zaz! Mo Ran moriría por el bien de su pueblo y tendría a Chu WanNing solo para él.

Ah, Chu WanNing. Cómo adoraba a su buen Shizun. Seguía sin poder creer que se hubiera fijado en un perro sin clase como Mo Ran.

— Oye, no te olvides de mi parte— dijo Mo Nian sacando a Hua BiNan de sus pensamientos.

— Claro, el pico SiSheng— dijo—. Lo tendrás todo para tí.

— También quiero a Chu WanNing. 

— ¿Para qué quieres a mi Shizun?

— Tiene algo que quiero. Una vez que lo consiga, lo dejaré dispuesto a entregarse a ti.

— Está bien.

Mo Nian asintió, complacido. Hua BiNan volteó hacia una puerta cerrada a poca distancia de su posición y preguntó:

— ¿Crees que esté listo pronto?

— Déjame ir a ver— dijo Mo Nian cruzando aquella puerta.

Zhang SuiYing no había sido el único desaparecido en la secta RuFeng, hubo otro joven maestro de una de las 72 ciudades que había logrado sobrevivir pero su única mala suerte había sido caer en manos de Mo Nian, que lo mantuvo cautivo experimentando con él, intentando despertar una conciencia oculta. Una que había despedido en él cuando murió.

Mo Nian era una persona débil y complaciente que no tenía fortaleza alguna. Por lo tanto, era comprensible que hubiera muerto luego de la paliza que Chu WanNing le había dado como castigo y fue en ese momento que él, Jiang Jexue, había regresado del más allá para ocupar este cuerpo. Una pizca de disgusto emergió en su ser al darse cuenta de que había reencarnado en un ser inútil, pero se recompuso rápidamente por ello. El alma de Mo Nian había dejado su cuerpo, por lo que Jiang Yexue podía amoldarlo a su gusto.

El joven se acercó a la mesa ubicada en el centro del lugar, donde NanGong Pan estaba recostado, y susurró en voz baja:

— Su Majestad, ha dormido demasiado tiempo. Es hora de despertar.

NanGong Pan no reaccionó, lo que hizo fruncir el ceño a Jiang Yexue. Sin embargo no se desanimó y probó otra cosa.

— Mo Xi y Gu Mang siguen en este mundo. ¿No desea vengarse de ellos?

El joven recostado se movió, abriendo los ojos de golpe. Jiang Yexue sonrió complacido con su trabajo: ahora que tenía esta técnica sería solo cuestión de invertirla para sacar el alma de su persona amada del cuerpo de Chu WanNing. Le daría un nuevo cuerpo a Murong Chuyi, uno digno de él, y lo mantendría a su lado. No habría nada que los separara nuevamente.

— Quita tu fea cara de mi vista.

NanGong Pan se llevó una mano a la cara, aturdido, y se levantó en el momento que Jiang Yexue retrocedió.

— ¿Dónde estamos?— preguntó.

— En un futuro donde Chonghua ya no existe— respondió Jiang Yexue—. Sea bienvenido, Su Majestad.

El último emperador de Chonghua, Murong Chen, sonrió con malicia en el cuerpo de NanGong Pan.

— Así que el futuro, ¿eh?— dijo—. ¿Qué tanto han cambiado las cosas desde que este solitario fue emperador?

— Es una larga historia que estaré complacido de contarle.

Una nueva vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora