++ Quince ++

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— ¿Shizun va a recluirse?

Xue Meng asintió como respuesta a la pregunta de Mo Ran y ambos miraron hacia el Pabellón de Loto Rojo. El joven frunció el ceño, había aprendido de Mobei-Jun a analizar la naturaleza de las personas, pero su aprendizaje debía estar incompleto porque no había percibido nada anormal en Chu WanNing, solo había notado el alto nivel de su cultivo. Del mismo modo, pensaba en que había notado algo raro en Shi Mei los últimos días, pero los tres habían estado tan ocupados con sus entrenamientos que no pudo pensar en ello más profundamente.

— El método de cultivo de Shizun exige que debe meditar por diez días cada siete años— dijo Xue Meng—. Durante esos días Shizun se aisla para no ser interrumpido por lo que no ve ni escucha nada y depende de nosotros para su protección.

En este punto, Xue Meng hinchó el pecho como un pavorreal y añadió con una sonrisa:

— Por eso Shizun es tan duro: debe asegurarse de que podemos protegerlo cuando sea necesario.

Mo Ran se preguntó si ellos tendrían que hacer lo mismo. De ser así estaba seguro que no resisitiría diez días de meditación en completa quietud: él era de la cumbre An Ding y por lo tanto estaba acostumbrado al ruido y al ajetreo, a tal grado que los mismos miembros de la cumbre se las habían arreglado para cultivar sin dejar su trabajo de lado, por eso su base era tan sólida. La sola idea de meditar quieto, en un solo sitio, le hizo sentir un escalofrío tremendo.

Shi Mei se acercó a ellos mirando hacia la residencia de su maestro y dijo repartiendo dos pergaminos a cada uno:

— Shizun nos ha dado los horarios para que cada uno esté con él en estos días que estará en meditación. Dijo también que seamos cuidadosos y no causemos problemas, en especial tú, A-Ran.

— Me comportaré si Mo Nian también lo hace— replicó Mo Ran apretando los puños.

— No le hagas caso, te tiene envidia porque tu cultivo es mejor que el suyo— dijo Xue Meng poniéndole una mano en el hombro—. Dejámelo a mí, nadie me dirá nada si le doy su merecido.

Shi Mei arqueó una ceja pero no dijo nada. Anteriormente, él y Xue Meng habían tenido problemas para organizarse entre sus deberes, sus estudios y el tiempo que debían invertir para cuidar de su Shizun, pero con Mo Ran allí les fue más fácil, después de todo él había aprendido de Shang QingHua cómo organizar horarios, por lo que pudieron ponerse de acuerdo en que, mientras uno estaba en el Pabellón de Loto Rojo, los otros dos aprenderían y tomarían apuntes para él. Así pasaron varios días en relativa calma sin que nada fuera de lo normal sucediera... hasta que Mo Ran tuvo que sustituir a Shi Mei en la vigilancia.

Uno de los consejos que Luo BingHe le había dado a Mo Ran era siempre llegar un poco antes de la hora en que se iba a ver con su maestro para dar una buena impresión, algo que debía admitir le había servido mucho, y esta no sería la excepción. El muchacho había llegado antes del cambio de guardia, entró sin mayor problema a la residencia de Chu WanNing justo a tiempo para ver como Shi Mei estaba a punto de hacer algo contra su maestro.

— ¡Detente!— exclamó interponiéndose entre él y su Shizun—. ¿Qué estás haciendo?

— Hago lo necesario para los míos— dijo Shi Mei sombríamente—. Apártate.

Mo Ran vio que Shi Mei tenía en sus manos una flor negra y tragó saliva al notar la maldad que emanaba de él. Al ver la intensidad con la que miraba la flor, Shi Mei explicó con una sonrisa:

— Esta es una flor del odio. Consume todos tus recuerdos felices y te deja solo con las malas memorias. Forjé esto con una brizna de mi propia alma, por lo que Shizun estará a mis pies para hacer lo que yo diga.

— Pero... ¿por qué?

La mente de Mo Ran se movió a toda velocidad. ¿Acaso sería Shi Mei el traidor que Linguang-Jun mencionó? No podía ser... pero ahora él quería dañar a Shizun. No podía dejar que eso pasara, de modo que sin pensar demasiado en lo que iba a hacer dijo:

— Dame la flor a mí. Tengo más odio en mi alma del que Shizun podría llegar a tener.

— ¿Por qué querrías hacer eso?— preguntó Shi Mei—. Además, ¿cómo podría el niño mimado de la montaña Cang Qiong tener el odio suficiente para hacer germinar mi flor?

Mo Ran le pidió perdón mentalmente a Shang QingHua por la mentira que iba a decir.

— Soy de la cumbre An Ding— dijo con sorna—. El respeto que las demás cumbres dicen profesar es una mentira. Solo piensa en esto: ¿qué harás si resulta que la flor no germina en el corazón de Shizun?

Shi Mei pareció dudar con sus palabras. Le había costado mucho refinar esta flor y separar un trozo de su alma había sido doloroso, si sus intentos no funcionaban tendría que empezar de cero nuevamente y le tomaría muchos años refinar otra flor. Con un suspiro, tuvo que aceptar la propuesta de Mo Ran a pesar de que este muchachito zalamero y lamentable no le agradaba en absoluto, prefería morir antes de tenerlo cerca... pero no parecía tener otra opción.

— De acuerdo, pero no me culpes de lo que pueda pasar después.

Mo Ran estuvo a punto de decir algo, pero un dolor punzante en el corazón le quitó el habla: Shi Mei le había implantado la flor del odio en un momento de descuido y se había apartado en el momento justo en que Mo Ran cayó de rodillas. Pensó que esto era lo extraño que había percibido en él desde días atrás y lamentó que su sentido de intuición no estuviera tan agudizado, de lo contrario habría podido haber hecho algo antes para no tener que recurrir a esto. Sintió como unos zarcillos se retorcían en su pecho, afianzándose a su corazón como las plantas se aferraban a la tierra donde habían sido sembradas, rodeando su mente en una nebulosa de rabia.

Con sus últimas fuerzas, menguadas por el dolor de la flor excavando entre su felicidad, Mo Ran se arrastró hacia Chu WanNing, que al estar aislado no se enteró de nada de lo sucedido frente a él. El joven comenzó a llorar, pensando en que a partir de ese día lo traicionaría de la peor manera, lloró porque decepcionaría a sus padres y a la secta que lo había acogido, los traicionaría a todos horriblemente y su corazón dolió.

— Shizun, lo siento— sollozó—. Me convertiré en algo que vas a odiar.

Sin embargo, antes de perder la conciencia y sin que Shi Mei pudiera verlo, Mo Ran sonrió, porque sabía que no todo estaba perdido. Sonrió porque sabía que, a pesar de que probablemente él no recordaría nada de esto, podía contar con Mobei-Jun para salvarle. Su padre descubriría todo y haría lo que estuviera en su poder para ayudarlo.

Con esa certeza, Mo Ran sucumbió al empuje de la flor y se desmayó.

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Una nueva vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora