++ Sesenta ++

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— Nunca te hablé de mi madre, ¿verdad?

Mo Ran cepilló el cabello de Shang QingHua con cuidado de no jalonearlo. No quería que su padre despertara con dolor de cabeza por sus jaloneos. El joven miró el semblante plácido y tranquilo de su padre y dijo cerrando los ojos:

— Su nombre era Duan Yihan. Era una cantante conocida, pero la gente le dio la espalda porque decidió tenerme. Ella había ido a buscar a mi padre, uno de los señores de las 72 ciudades de RuFeng, pero él ni siquiera quiso recibirla. Su nombre era NanGong Yan.

Y mientras su hermano desconocido vivía feliz y tranquilo, él y su madre vivieron en la miseria hasta que ella murió y él arrastró su cadáver fuera de la ciudad para después ser encontrado por sus padres adoptivos.

— Cuando tuve la edad suficiente para comprender, mi madre me dijo que no podía tener el apellido NanGong, pero el apellido Mo seguía siendo uno de renombre, perteneciente a un general virtuoso y que esperaba que yo siguiera ese camino virtuoso.

El joven terminó de cepillar el cabello de su padre y lo acomodó de forma que no lo molestara. Miró alrededor con nostalgia y luego volteó hacia Shang QingHua, tomando su mano.

— Hubo un tiempo en que me pregunté quién sería ese general virtuoso que mencionó mi madre, pero no investigué al respecto. Eso significaría buscar entre cientos de registros genealógicos y sería muy aburrido, y tampoco quise molestar a Shizun con algo tan personal...— con un suspiro, Mo Ran añadió—. Papá, me voy por un tiempo. Sé quién es y voy a buscarlo. No te preocupes, estaré bajo la vista de padre, así que estaré bien.

Mo Ran iba a seguir los pasos del virtuoso general Mo, pero no del modo en que su madre lo esperaba.

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Había en el norte, en lo que había sido la capital de Chonghua y hoy era una ciudad comercial, una gran mansión cuyo lujo se quedaba únicamente en la fachada, pues una vez que se ponía el pie en el interior podía verse una serie de habitaciones sencillas y acogedoras.

Este era el albergue Li, propiedad del longevo clan Li que había vivido allí por generaciones, ayudando a los pobres y vagabundos sin hogar que deseaban labrarse una vida honesta.

— Así que tú eres el Mo-shidi del que mi Mingzhe me había hablado.

Madame Li era una mujer de mediana edad cuya belleza natural no había sido opacada por la edad sino todo lo contrario. Mo Ran sonrió haciendo una leve reverencia y dijo:

— Le agradezco por haberme recibido. Será una visita breve.

— Quieres saber sobre la casa, ¿no?— dijo madame Li—. Déjame mostrarte algo.

Ambos caminaron hasta el sótano de la mansión, allí la mujer tomó una placa y se la mostró a Mo Ran. La letras se veía deslucida, pero los caracteres pintados en ella todavía podían distinguirse.

— "Mansión Xihe"— leyó el joven, mirando a la mujer con sorpresa—. Esta...

— Era la mansión donde vivió el gran Xihe-Jun, sí— dijo madame Li—. Mi abuelo más lejano era el mayordomo del general, Li Wei, y cuando él murió reformó la mansión de su señor para que fuera un albergue, del cual su familia se hizo cargo hasta llegar a mí. El abuelo solía decir que si Xihe-Jun pudiera verlo, habría estado complacido.

Una calidez indescriptible se apoderó de Mo Ran. No era suya, pero podía comprenderla, y asintió con las palabras de la mujer.

— Sin duda, estaría muy complacido— dijo.

Tras despedirse de la mujer, Mo Ran se dirigió al reino Demoníaco. Mobei-Jun lo miró con suspicacia y preguntó:

— ¿Estás seguro de esto?

— No te preocupes, padre, estaré bien— dijo Mo Ran.

El sitio al que se dirigían era un castillo apartado de todo, un castillo que en los últimos años volvía a estar ocupado por su residente luego de pasar toda una vida en el reino humano. Mobei-Jun esperó fuera, mientras que Mo Ran tocó la puerta y entró en cuanto ésta se abrió. El sitio era lúgubre y aterrador pero el joven avanzó sin inmutarse hasta que un hombre salió a su encuentro.

— Sé bienvenido a mi palacio— dijo Tianlang-Jun con una sonrisa—. ¿Qué te trae por aquí?

— Señor, vengo a hablar con usted sobre el cetro Xué Hè— dijo Mo Ran.

Apenas pronunció las palabras, sintió la misma rabia que lo acometió cuando vio el cetro en la subasta. Tianlang-Jun hizo un gesto con la mano restando importancia al asunto.

— No es gran cosa— dijo—. Encontré ese cetro en el río Xiěyè y como me pareció bonito lo tomé. Después me di cuenta que tenía potencial para ser un arma demoníaca, lo forje en una y vencí a los demonios. unifiqué al reino y lo mantuve conmigo hasta...

La mirada del demonio se oscureció recordando el asedio que sufrió y el largo encierro que vino después.

— Jamás lo usé contra los humanos— dijo—. Ese cetro era un arma muy salvaje, además de que pude detectar una leve esencia divina, por lo que deduje que debió ser un arma sagrada cuyo poder marcial se disipó.

— Disculpe mi intromisión en esto— dijo Mo Ran—. ¿Pero qué pasó con el cetro?

Él sabía lo que había pasado, su tío Luo había tenido la confianza de contarle cuando era más joven y estaba poseído por la flor del odio. En aquella ocasión se había preguntado con frustración porque Shang QingHua era tan insistente al respecto de mantener en secreto su relación con el Reino Demoníaco y Luo BingHe le contó la historia de sus padres y de cómo las sectas justas azuzadas por el engaño del palacio Huan Hua lo habían encerrado en una prisión para rematar diciendo:

— Si eso le hicieron a ese demonio que resultó inocente, ¿qué crees que te harán a tí?

En ese momento, envenenado con la flor del odio en su pecho, Mo Ran pensó en que arrasaría con todos para poder vivir en paz. Ahora no podía dejar de pensar en lo doloroso que había sido todo aquello.

— Xuè Hé se perdió en aquella batalla y ya no lo busqué más— dijo Tianlang-Jun—. Supongo que estuvo deambulando por el mundo humano en todos estos años. Aunque...

Mo Ran miró con interés, y Tianlang-Jun dijo algo que le provocó un escalofrío.

— En aquellos años, cuando lo tenía conmigo, Linguang-Jun se batió a duelo conmigo para obtener a Xuè Hé.


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Toca decir de nuevo: chan chan chaaaaaaaan

Una nueva vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora