++ Sesenta y dos ++

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Chu WanNing observó a Mo Ran y Xue Meng pelear con sus espadas. Ambos habían aprendido mucho y habían avanzado en sus prácticas, por lo que sus técnicas eran impecables. Xue Meng había ganado la Competencia de la Montaña Espiritual pero no había dejado que eso se le subiera a la cabeza, lo cual le hacía sentir muy orgulloso.

— Shizun— llamó Feng Shiyao entregándole un frasco—. El señor de la cumbre Qian Cao le envía esto.

— Está bien— dijo Chu WanNing tomando el frasco. 

Feng Shiyao se retiró, y Xue Meng le cedió el turno a Ye WangXi, quien se enfrentó a Mo Ran. Chu WanNing siguió sus movimientos, pero al poco tiempo se desconcentró viendo la forma en la que Mo Ran usaba a JianGui. Nunca antes había visto esa clase de movimientos, pero de algún modo se le hacían familiares, como si los hubiera visto antes, y su cabeza dolió. El maestro cultivador miró el frasco que tenía en la mano, era la medicina que Mu QingFang le había prometido años atrás, a pesar de sus efectos potentes había tenido que seguir un largo tratamiento hasta eliminar la savia del árbol sagrado de su cuerpo.

Tomó una pastilla y se la tragó, a pesar de que este frasco no era para él.

— NanGong Si— llamó.

— ¿Sí, Shizun?— inquirió NanGong Si yendo a su encuentro.

Chu WanNing le entregó el frasco y dijo:

— Toma una de éstas cada 12 horas. Te ayudarán con tu núcleo tiránico. 

El joven lo miró sorprendido, y asintió. Chu WanNing volteó de nuevo hacia Mo Ran y Ye WangXi. Ambos habían dejado las armas y medían sus habilidades en combate cuerpo a cuerpo, Chu WanNing tuvo que admitir que sus fuerzas estaban muy igualadas y se sintió tranquilo. Estaba orgulloso de sus discípulos, a quienes había guiado durante todo este tiempo. Ya no eran unos niños, se habían convertido en adultos capaces que pronto dejarían de necesitarlo. 

Y por primera vez en mucho tiempo, Chu WanNing pensó en Shi Mei.

La razón de esto era sencilla: las pistas que había hallado a lo largo de los años lo habían llevado a él. Chu WanNing no sabía exactamente qué planeaba hacer Shi Mei, pero no tenía dudas de que era algo muy oscuro, y lo que más le preocupaba era la posibilidad de que tuviera el apoyo de alguien más que conocía la magia prohibida. Sus pensamientos fueron más allá, a los tiempos en que el reino de Liao aún existía. Según los registros de la época, las técnicas prohibidas y los hechizos demoníacos que ahora azotaban al mundo habían nacido allí de la mano de su rey, Hua PoAn, quien fungió durante mucho tiempo como el Guoshi del reino. Muchos de sus secretos habían sido descubiertos por Gu Mang, quien los reportó directamente al que fuera uno de los últimos emperadores de la dinastía de Chonghua, Murong Chen. Todos estos descubrimientos habían sido restaurados por su sucesora, la primera emperatriz Murong Mengze.

Chu WanNing se llevó las manos a la cabeza. Pensar en la familia Murong había hecho que su migraña aumentara, pero aún así la imagen de una mujer se dibujó en su mente, alguien a quien reconoció.

— ¡Shizun!

Xue Meng se acercó a él, seguido por el resto de sus estudiantes con idénticas muestras de preocupación, y Chu WanNing los tranquilizó con un gesto de la mano.

— No es nada grave— dijo Chu WanNing—. No se preocupen.

— ¿Shizun necesita descansar?— preguntó Mo Ran—. Puedo llevarlo a la Casa del Ocio.

— No es necesario— dijo Chu WanNing, y llamó a TianWen—. Pelearán otra ronda conmigo ahora. 

Al menos este entrenamiento sirvió para dispersar las preocupaciones de los discípulos, pero no acalló las inquietudes de Chu WanNing, quien se preguntó por qué había pensado en Murong Huang.

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Una figura cubierta con una larga capa observaba al grupo desde una distancia prudente. Siempre había sido bueno ocultándose, así que no le preocupó que lo descubrieran. Sus ojos negros como la tinta recorrieron al grupo, centrándose en el joven de An Ding que lo había perseguido durante la catástrofe de la grieta; y repentinamente miró al hombre de blanco.

Frunció el ceño, y dio un respingo tras haber analizado su aura espiritual. El familiar sentimiento de añoranza que ocultaba en su interior se disparó de nuevo, está vez evocando el recuerdo de alguien a quien había visto pocas veces pero que había llegado a conocer íntimamente por medio de su trabajo y las cosas que había dejado atrás.

— No puede ser— dijo en voz baja—. ¿Tú también estás aquí?

Negó con la cabeza, confundido. ¿Cómo era posible que el alma fragmentada de su primo hubiera reencarnado en alguien más?

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No lo parece, pero lo tengo todo fríamente calculado

Una nueva vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora