++ Sesenta y siete ++

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Xue ZhengYong llamó a Mo Ran y a NanGong Si en privado. Una vez estuvieron reunidos, el líder dijo sucintamente:

— NanGong Liu mandó una carta pidiendo encontrarse con ambos.
— ¿Por qué?— inquirió NanGong Si—. ¿Y por qué lo quiere ver a él?
— Es una petición hecha en nombre de NanGong Yan.

Mo Ran sintió un leve escalofrío y miró a otro lado.

— No quiero verlo— dijo.
— Yo tampoco— dijo NanGong Si—. Ya es muy tarde.
— Fue lo que les dije, pero de todas formas insistieron— dijo Xue ZhengYong—. Ellos vienen hacia acá.

El gran señor sonrió entregando un sobre a Mo Ran.

— Pero cuando vengan, tendré que decirles que perdieron su tiempo porque ustedes no están. Corran.

Los dos jóvenes sonrieron y salieron volando del pico en dirección a una de las aldeas cercanas al lugar. Cuando no estaban cuidando de la barrera o sometiendo demonios, los miembros del pico SiSheng de dedicaban a ayudar en las tareas cotidianas de las aldeas vecinas. Mo Ran y NanGong Si ayudarían con la cosecha de arroz, por lo que apenas llegaron se pusieron a trabajar en ello, sin pensar en nada más hasta que llegó la hora de comer.

— ¿Nunca conociste a tu hermano?— preguntó NanGong Si.

Mo Ran negó con la cabeza. Ambos se encontraban en la orilla del bosque, lanzando flechas a los gansos salvajes que volaban por ahí a petición de la gente de la aldea, que había intentado cazar uno para asarlo. El joven apuntó hacia su objetivo y dijo:

— Nunca lo vi. Dudo que él sepa de mi existencia. No me importa.

Tenía una vida feliz ahora, por lo que nunca había pensado en esa familia, excepto cuando tuvo la flor del odio en su interior. En ese entonces había pensado en que, cuando tuviera el poder suficiente, lo primero que haría iba a ser arrasar con la secta RuFeng. Iría allá y le prendería fuego a las 72 ciudades que la conformaban. Ahora, sin embargo, simplemente se limitaba a ignorar su existencia. Lo que pasara con ellos no era de su incumbencia.

— Aunque hay algo que sí me intriga. ¿Por qué NanGong Liu estaba tan interesado en culparme por el asunto de la tribu emplumada?

NanGong Si volteó hacia Mo Ran en el momento que éste lanzaba la flecha acertando a un ganso que apenas comenzaba a emprender el vuelo.

— ¿Crees que mi padre buscaba un chivo expiatorio?— preguntó.
— Es posible. ¿Crees que es alguien capaz de eliminar a toda una tribu?— inquirió Mo Ran.
— Si fue capaz de matar a mi madre por obtener un arma sagrada, es capaz de hacer cualquier cosa. ¿Pero por qué?
— Eso es algo que descubriremos después. Ahora llevemos los gansos al pueblo.

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Era de noche cuando finalmente pudieron comer lo que habían cazado.

Mo Ran se había ofrecido a cocinar, asando los gansos con algunas otras cosas mientras NanGong Si repartía los platos de comida. Cuando ambos se juntaron para comer, Mo Ran le dio un tarro con salsa agridulce.

— El ganso asado siempre sabe mejor con algo de salsa agridulce— dijo Mo Ran.

Al instante sintió una punzada en la cabeza que se esforzó por reprimir. Sin embargo, mientras comía no podía quitarse de la mente una imagen: había un grupo de personas reunidas alrededor de una fogata. El que parecía ser el líder miró hacia un árbol donde se encontraba sentado un muchacho y se acercó a él tomando un tarro de salsa y un poco de comida, ofreciéndole todo con una sonrisa.

— Come algo, Mo-shidi— dijo el joven—. Tu Gu Mang-gege guardó esto especialmente para tí. No olvides la salsa agridulce, el ganso asado sabe mejor con un poco de salsa para untar.

Mo Ran sonrió inconscientemente con esa imagen. A pesar de que parecía estar en una guerra, esa imagen transmitía calidez, y eso lo hacía feliz.

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Miren, que calmado está todo. Hora de prenderle fuego a tanta tranquilidad (?)

Una nueva vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora