Capítulo 7

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18 de octubre de 1944

Lydia llegó a la colina, y sonrió al ver a Stiles, esperándola. Se acercó hasta él.

- Hola -lo saludó.

- Hola, Lydia.

Se sentaron en el césped, mirando hacia la ciudad. Es lo mismo que hicieron los días anteriores, pero nunca se cansaban de aquella acción: no necesitaban rellenar ese silencio, porque estaba muy lejos de ser incómodo. Era un espacio dónde los dos disfrutaban, sin la necesidad de decir una palabra.

- ¿Cómo estás? -preguntó él finalmente.

Le sonreí por fin dirigiendo mi mirada hacia él para poder hablarle.

- Bien, ya sabes... Mi ambiente se relaja cuando llego aquí -admití mirandolo a los ojos. Él sonrió-. ¿Qué hay de ti?

- Bien... Mi ambiente se relaja cuando llegas aquí -respondió él sinceramente. Una sonrisa salió de mis labios, mientras el rosado se apoderaba de mis mejillas.

- ¿Has visto mariquitas volando por aquí? -pregunté en un intento de molestarlo. Él me miro serio.

- Supéralo, Lydia... Pasó hace una semana, ¿nunca lo olvidarás? -me acusó, yo reí y negue.

- Esta grabado en mi cabeza -respondí finalmente.

- Bueno, está bien... Tus tropezones están grabados en mi cabeza, también -respondió él.

- ¡Oye! -me quejé. Él soltó una carcajada- No es mi culpa ser torpe.

- ¡Tampoco es la mía! Pero tus tropezones son demasiado graciosos.

- ¡Tú miedo a las mariquitas también! -respondí riendo, pero intentando poner expresión seria-. ¡Ah lo olvidaba! Le temes a todos los bichos... ¡Mira! ¡Una oruga!

Stiles gritó moviendose a un lado. Yo reí ya que claramente era una broma.

- Odio las orugas -contestó mientras se cruzaba de brazos, poniendo expresión como si se tratase de un niño enojado que lo obligaron a comer la comida que no le gustaba.

- Creía que no le temías a las mariposas -recordé las palabras que me había dicho el otro día cuando pasó el tema de las mariquitas.

- No lo hago, te estoy diciendo que temo a las orugas, no a las mariposas -me explicó, lo que me hizo soltar otra risa.

- Sabes que las mariposas son orugas antea de ser mariposas, ¿cierto? -detuve mis risas para enseñarle. Sus ojos se abrieron sorprendido.

- ¿Lo son? -pregunto asombrado. Yo reí.

Stiles tenía expresión sorprendida, y yo de verdad me planteé la posibilidad de que no lo supiera.

- Las orugas se transforman en mariposas, luego de un proceso, el cual nunca leí -comenté y él sonrió-. ¿De verdad nunca te lo habían dicho?

El negó con la cabeza.

- Es como si fuera otra vida -habló él, aún asombrado ante lo que le acababa de contar-. Quiero decir, la oruga pasa sus días arrastrándose, hasta que llega el día en el que muere. Pero luego, renace, y abre sus alas, volando en libertad.

Asentí, concordando con lo que él decía, e interesada en lo que estaba contando.

- No es muy diferente a lo que nos pasa a nosotros -dijo más para si mismo-. Puede que nos pasemos una vida, arrastrándonos en el suelo, y quizás, en vano o no, pero eventualmente, nos llega nuestra hora. Pero luego renacemos: la vida nos da otra oportunidad, regalándonos alas, dándonos la libertad.

Love on a Hill || StydiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora