Capítulo 100

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Punto de vista: Stiles.

15 de Marzo de 1945

Abrí los ojos cuando sentí los pequeños reflejos del sol apuntar hacía mi rostro. Por suerte no hacía frío, por lo que no tuve que cerrar la ventana, ni cubrirme más de lo que estaba, aún así de repente un vacío se abrió en mi pecho, y fue cuando tuve que abrir los ojos completamente para verificar el vacío.

Lydia no estaba a mi lado. El lado de la cama estaba totalmente vacío, cómo si ella no estuviera aquí. Pestañeé un par de veces y limpié mis ojos para asegurarme de estar despierto.

Pero no estaba, ella simplemente no estaba a mi lado de la cama.

Apreté los labios y cerré los ojos con fuerza, cómo sintiéndome algo frustrado. ¿Había sido un sueño?, ¿Había imaginado toda la noche anterior?

De repente enterré mi rostro en la almohada, soltando un pequeño gemido, entonces el perfume de Lydia se impregnó en mis fosas nasales, y volví a levantar la cabeza.

- ¿Lyds? -pregunté hacia la habitación esperando que ella me respondiera.

No lo hizo, por lo que me acomodé mejor en la cama de manera que quedaba sentado, y de repente ella se apareció por la puerta, estirándose mientras se agarraba de ambos lados de esta.

- Buenos días, dormilón -dijo dejando escapar una risueña sonrisa.

Fue real.

Ella estaba usando una de mis camisetas holgadas, exactamente aquella que me había sacado ayer antes de pasar la que fue desde ahora la mejor noche de mi vida.

Lydia soltó otra risa, mordiendo levemente su labio, parecía algo burlona.

- ¿Que te ocurre? -preguntó pasando la lengua por sus labios-. Estás algo... Sorprendido.

Sonreí, levantándome de la cama corrí para llegar frente a ella y tomarla de la cintura para besar sus labios fugazmente. Ella respondió llevando las manos a mis mejillas, sonreí en el beso.

- Hey... -me alejó levemente acariciando mis mejillas con ternura-. Hice desayuno, para...

Si iba a seguir hablando, probablemente no la dejé ya que la levanté levemente, agarrándola por la cintura llevándola hasta la cama para lanzarla allí. Lydia empezó a reír.

Caí con cuidado sobre ella y comencé a besar su rostro múltiples veces. Llevé mis manos a sus muslos y luego las subí un poco. Solté un suspiro al darme cuenta que Lydia sólo llevaba una remera mía. Sólo una remera.

Sin embargo, y por más que en parte me desconcentrara, no despegué mis manos de sus piernas y no paré de dejar besos, provocando que ría a carcajadas.

- ¡Stiles! -gritó ella en una risa. El hecho de tan sólo escucharla gritar mi nombre me hizo acordar de los sucesos ocurridos la noche anterior. Me sentí débil por unos segundos.

Sus manos aferradas a mi cuerpo me recordó las veces que se sujetaba de mi cuerpo mientras suspiraba pesadamente, con gemidos que yo acompañaba también.

Cerré los ojos recordando todo lo que pasó. No sólo había tenido mi primera, y la más grandiosa, vez con ella, sino que también había tenido el gran placer de quedarme dormido con ella entre mis brazos.

No podía cuidarla todos los días, pero por lo menos tuve la suerte de ser aquel que la protegía por una noche, la mejor noche de mi vida.

Recordaba como mis manos apretaban su cuerpo contra el mío, no dejando un mínimo espacio entre nosotros. De un momento a otro, había comenzado a acariciar todo su cuerpo con una mano, de forma inocente y con ternura. Sin embargo, y no recuerdo cómo, mi mano bajó hasta acariciar el lugar que le había provocado más de un grito a Lydia, y fue allí cuando supe que la noche definitivamente no había terminado.

Love on a Hill || StydiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora