Capítulo 118

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1 de Abril de 1945

Antes de que yo pudiera abrir la boca, unos saldados entraron a la habitación. Nos ordenaron que nos formáramos en una fila y que luego los siguiéramos. Y así lo hicimos: caminamos todos siguiendo los pasos de los soldados hasta que llegamos a un lugar algo alejado de donde estaban las habitaciones. Era una zona un poco más verde, y había maderas distribuidas por todo el lugar.

Nos dieron una orden, pero yo no la escuché. Me quedé observando a lo lejos algo que me llamó demasiado la atención.

Pude ver el final del campo de concentración. Pude ver las rejas que lo separaban de la libertad. Y tras esas rejas, en esa libertad, creí ver un color llamativo que se me hizo familiar. Creí distinguir un rubio frutilla del otro lado.

Sin embargo, no me acerqué a averiguar, ya que pasó otra cosa que me dejó descolocado. Al ver pasar a Jackson y a otros soldados por un lugar, Isaac salió corriendo y se abalanzó a él, derribándolo. Me quedé estático en mi lugar, mientras veía como Isaac golpeaba el rostro ya lastimado de el maldito que había lastimado a tantas personas. No duró mucho, ya que no fue difícil separarlo al ser tan débil.

Dos soldados obligaron a Isaac a que se arrodillara en el suelo, y uno de ellos le pegó una patada en la espalda, haciendo que chille de dolor. Aterrado ante lo que pudiera pasar, decidí esconderme detrás de un árbol, para observar la escena.

Los hombres empezaron a golpearlo de tal modo que este sólo podía gemir y escupir sangre, al cabo de un rato me di cuenta que no lo dejaban ni respirar y empecé a alterarme. Lo que más impotencia me causaba es que Jackson miraba la escena con una sonrisa burlona, cruzado de brazos, mientras daba ordenes de que hacer.

Disfrutaba del dolor ajeno y podía verlo riendo. La imagen de Lydia sufriendo por su culpa pasó por mi cabeza y empecé a alterarme aún más.

- Mccall -escuché a Jackson llamar a alguien que se encontraba en dirección contraria a donde estaba. No podía verlo, pero sabía de quien se trataba.

Dos segundos después vi como Scott caminaba hasta donde Jackson estaba. Parecía totalmente disgustado con hablar con él, Jackson soltó una risa y apuntó hacía Isaac.

- ¿Que es lo que quieres? -preguntó entonces, apartando la vista de Isaac.

- Quiero que lo mates -respondió entonces apuntando hacía Isaac. Volvió a reír, me estremecí-. Quiero que saques tu pistola y lo mates.

Scott pasó su mirada desde Jackson, hacía Isaac. Luego suspiro con cansancio.

- Ya te he dicho mil veces que tú ya no puedes darme ordenes, Witthemore -respondió entonces. Suspire con alivio y una sonrisa se asomó inconscientemente en mi rostro-. Ya no tienes el puesto que tenías antes, mételo en tu cabeza.

- No son órdenes, McCall. Es el protocolo.

- ¿De qué estás hablando? -inquirió el chico. Se notaba que estaba harto ya de la situación y que seguramente no era la primera vez que le hacía tal pedido.

- ¿Qué ocurre aquí? -llegó un hombre algo mayor, colocándose al lado de Scott y observando con desprecio y repugnancia a Isaac.

- Señor, este bastardo y sucio judío me ha atacado. Usted sabe lo que le ocurre a los que atacan -sonrió Jackson, mirando con maldad a Isaac.

- Es verdad. General McCall, mátelo.

- Pero...

- Es una orden -aclaró, mirando con exigencia y firmeza a Scott.

Love on a Hill || StydiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora