7 de Diciembre de 1944
Jackson llegó al día siguiente. Yo no me había molestado ni siquiera en comer el día anterior, y tampoco me había querido levantar para desayunar aquel día. Las lágrimas y los golpes de ayer, incluso cuando estos últimos no fueron tan brutales como las otras veces, me habían dejado sin fuerza.
Pero sabía el único remedio para aquel dolor, y sabía que para conseguirlo tenía que levantarme de la cama, irme de mi casa, y buscar al chico de ojos mieles que tanto me alegraba los días. Así que con prisa le preparé el desayuno a Jackson y cuando lo vi marcharse fue cosa de segundos hasta que partí de mi casa.
Llevaba comida para él y también aquellas tijeras debido a lo que me había pedido. Él quería que le cortara el cabello, por lo que eso es lo que haré.
Con la emoción invadiéndome por poco empiezo a correr, ya que lo único que quería era llegar donde él. Como siempre. Llegué rápidamente hasta dónde el estaba: apoyado contra un árbol, sonriendo en el momento que me veía.
La sonrisa que aparecía en mi rostro en aquellos momentos siempre era inconsciente, como si fuera algo que hacía por instinto. Y es que el sólo hecho de ver a aquel chico, esperando por mi y alegrándose de mi llegada, era mi mayor alegría.
Caminé hasta él y me senté sobre su regazo directamente. Él tenía las piernas estiradas, y yo tenía las mías a ambos costados de su cuerpo. Llevó sus manos hasta mis mejillas, y me acarició mientras me sonreía con su mirada, demostrándome aquel brillo que yo sabía que sólo lo podía tener cuando estaba junto a mí. Me acercó hasta su rostro, y yo apoyé mis manos sobre sus hombros, acariciándolos, luego de dejar la tijera a un lado. Le respondí al beso con ternura.
- Hey... -susurró él cuando me alejé, dando una rápida mirada a mis labios. Acariciándolos lentamente con su pulgar sonreí.
- Hey... -dije yo en respuesta, estirándome para dejar un beso en la punta de su nariz. Él rió, arrugando esta.
Llevó sus manos a mi cintura donde comenzo a acariciar esta de arriba hacía abajo, yo hacía lo mismo en sus hombros. Su sonrisa era la misma de siempre, sin embargo esta vez hizo que se quedara guardada para siempre, como si pudiera grabarse en mi mente, eso parecía o más bien así se sentía.
- ¿Trajiste las tijeras? -preguntó levantando las cejas, yo las tomé y se las mostré. Asentí riendo suavemente.
- Es hora de que alguien tenga un nuevo corte de pelo -declaré.
Él sonrió, de forma bastante entusiasmada. Me levanté y luego le extendí una mano. Él la tomó y se levantó.
Sin soltar el agarre de nuestras manos, el cual tan bien se sentía, fuimos caminando hasta su casa. En el trayecto, los dos nos mantuvimos en silencio, pero no podíamos evitar sonreír. Aquello pasaba siempre que estábamos juntos: no necesitábamos hablar o decir algo para sentirnos cómodos y pasarla bien. Nos entendíamos perfectamente con el silencio.
Acariciaba mi mano con su pulgar con ternura, haciendo patrones circulares en esta. Yo más de una vez giraba para regalarle una sonrisa, y él me sonreía en forma de respuesta.
Al llegar a su casa, lo obligué a sentarse en una de las sillas. Él colocó su cuerpo contra el respaldar de la silla, de modo que la espalda quedaba enfrente mío.
- ¿Tienes algún espejo, por casualidad? -le pregunté. Él se dio la vuelta para mirarme e hizo una mueca. Finalmente, asintió.
- Tengo... Pero no creo que sirva -me advirtió. Me encogí de hombros.
- Podrías traerlo, y podríamos ver -sugerí yo. Stiles suspiró, y luego se levantó para caminar y entrar hasta su habitación. Vi como sacaba el vidrio de un cajón.

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Love on a Hill || Stydia
عاطفيةLas esperanzas de vida de Lydia son pobres. Las de Stiles también lo son. A pesar de que compartan aquello, sus vidas son totalmente diferentes. Cuando sus caminos se crucen, se darán cuenta de que eran exactamente lo que necesitaban para ser feli...