Punto de vista: Stiles.
21 de Noviembre de 1944
— Dios, te extrañé tanto —dije apretándola fuerte contra mi cuerpo. Ella hizo lo mismo conmigo.
Comenzó a dejar besos sobre mi pecho mientras acariciaba mi espalda, como una inocente muestra de cariño para demostrarme lo mucho que me había extrañado.
— Mierda, no te imaginas las terribles ganas que tengo de besarte —maldijo ella, apoyando su frente contra mi pecho.
— Técnicamente, me estás besando, bombón.
— Me refiero en los labios, en el rostro, tonto —dijo ella con una sonrisa.
— Bueno, nadie te lo va a impedir.
— Pero podría contagiarte...
Antes de que pueda decir algo, me impulsé hacia ella, tomándola de la cintura. Caí encima de ella, pero me acomodé de manera que mi peso quedara sostenido por mis codos a los costados de su cuerpo. Comencé a besar sus labios con desesperación, demostrándole lo mucho que la necesitaba. Ella ni siquiera se opuso, ni intento remarcar que podría contagiarme, ya que se sentía de la misma manera que yo.
Llevó sus manos a mis mejillas y me mantuvo apegado a ella, tanto que no siquiera podía lograr separarme segundos para tomar aire. Llevé mis manos a su cintura, acariciándola de arriba hacia abajo, intentando poder alcanzar con mis manos cualquier parte de su cuerpo. Quería tocarla. No, necesitaba tocarla.
Nuestros labios se movían a un ritmo coordinado, como si quisiéramos llegar a un paso es que estos dos se conozcan completamente, si es que aún no lo hacían.
Cuando deposité un beso en la comisura de sus labios, ella notó que lo que quería era recorrer su cuello, por lo que lo estiró, dándome acceso para hacerlo.
Ajusté mis manos en su cintura, y comencé a bajar mis labios hasta llegar a su mejilla, donde me dediqué a dejar una larga secuencia de besos mojados. Lydia se mordía el labio inferior, y mientras yo estaba con mi boca en su cuello, ella desordenaba mi cabello, agarrándolo, acariciándolo, y hasta a veces jalando un poco.
Lydia tomó mis manos de repente y las bajó hasta el inicio de su camisa. Las dejó allí, mientras que yo observé como se dispuso a desabrocharse los dos últimos botones de esta. La miré algo atontado.
Volvió a tomar mis manos, y esta vez, las llevó hasta por debajo de su camiseta. La miré sin saber que hacer cuando ella volvió a llevar sus manos hasta mi nuca.
— Por favor, tócame —casi me rogó, haciendo como si un botón que yo desconocía de mí se encendiera.
— Yo... Yo no sé... —tartamudeé, totalmente nervioso. Estaba seguro que a ese punto mis mejillas ardían de lo rojas que estaban.
— Solo hazlo —susurró ella en mi oído.
Asentí finalmente, y mientras ella me miraba con una expresión llena de pureza, me acerqué hasta su cuello, para seguir besándolo. Mientras tanto, comencé a acariciar su vientre.
Era la primera vez que tocaba su vientre con la única razón de querer hacerlo. Antes lo había hecho para calmar sus heridas, o para dibujar sobre ella, pero nunca había tenido el placer de recorrer con mis manos, por el sólo hecho de poder hacerlo, el cuerpo de la chica del cual estaba enamorado.
Dejé suaves besos sobre su mandíbula, y seguí acariciando. Se sentía bien, tocar su piel se sentía tan bien y al ver lo que el rostro de Lydia demostraba sentía que se debía sentir asombroso, por lo que decidí por volver a besar sus labios más apasionadamente, trazando círculos con mis dedos. Ella acariciaba mi nuca, apretándola más que nada, cosa que me hacía sentir totalmente bien, especialmente cuando escuchaba como le costaba guardar sonidos que botaba al sentir lo que yo le hacía.

ESTÁS LEYENDO
Love on a Hill || Stydia
RomanceLas esperanzas de vida de Lydia son pobres. Las de Stiles también lo son. A pesar de que compartan aquello, sus vidas son totalmente diferentes. Cuando sus caminos se crucen, se darán cuenta de que eran exactamente lo que necesitaban para ser feli...