La primera No-cita

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Narra Vanesa

El día ha sido eterno, el rodaje de La Voz muy intenso, pero por fin son las 7 de la tarde. Estoy realmente agotada, pero no quiero cancelar la copa con Mónica. Mañana me voy a Barcelona, el lanzamiento oficial de mi nuevo libro coincide con Sant Jordi, así que me pasaré la tarde firmando. Y a partir de ahí Málaga, Sevilla, Valencia,... no volveré a Madrid en más de una semana. Así que nada, una ducha rápida y ¡a por esa copa, Martín!.

Me ducho y arreglo en tiempo récord, cojo el coche que me ha dejado Ana y voy directa hacia casa de Mónica. Me ha pasado la dirección esta mañana y no son más de 15 minutos desde los estudios, me alegro de no tener que cruzarme Madrid. Así que cumplo con mi palabra y solo pasan 5 minutos de las 8 cuando llego a su portal.

- ¿Quién es? - pregunta Mónica desde el otro lado del interfono.

- Hola Mónica, soy Vanesa -

- ¡Bajo! !Dame dos minutos! -

Tal y como dijo, en 2 minutos se abre la puerta del portal y aparece, con un vestido negro increíble, con un escote en forma de pico que va a dificultar poder mirarla a los ojos. Tacones altos, maquillaje sutil y el pelo suelto... Dios, ¿siempre ha sido tan guapa?

- ¡Hola! - saludo con cara de tonta. Ella me mira intensamente y yo intuyo que esos ojos van a ser mi perdición.

Se acerca y me da dos besos. Y sonríe:

- Por fin nos conocemos, escritora. -

- Todo un placer conocer por fin a la mejor periodista del país. - contesto con mi mejor sonrisa. Ella me mira unos segundos. No consigo descifrar esa mirada, pero me gusta.

- Vamos zalamera, he tenido un día duro y necesito esa copa. -

- Ya somos dos. Vamos, tengo el coche aquí al lado - me vuelve a sonreír y nos dirigimos hacia mi coche.

Durante el trayecto hablamos de cosas sin relevancia. Qué buen tiempo hace por fin en Madrid y tonterías similares. Pero en menos de 10 minutos llegamos al bar elegido. A pesar de estar en una zona de moda de la ciudad, tiene una zona apartada que permite cierta intimidad. Conozco al dueño y siempre tiene una mesa para mí, y por supuesto esta vez tampoco me falla.

Nos dirigimos hacia el reservado y nos sentamos en una mesa entre una columna y la pared, perfecta para tener una charla tranquila sin que nadie nos moleste.

- Me encanta el sitio, Vanesa. He estado muchas veces por la zona pero jamás había entrado aquí - me dice mientras se acerca el camarero para pedirnos qué queremos tomar.

- Suelo venir aquí, la música me gusta, el local es muy agradable y conozco al dueño desde hace años, Manuel, nos conocimos en una pequeña sala donde yo solía tocar cuando me mudé a Madrid. Hace unos años Manuel montó este bar, manteniendo la esencia de esas pequeñas salas de música en directo. Algunas veces, cuando estoy muy melancólica vengo, cuando no hay mucha gente, y toco alguna canción con mi guitarra. Me sirve como cable a tierra, para alejarme de toda esta locura que es a veces mi vida ... Dios, lo siento Mónica, menuda chapa te estoy pegando - bajo mi cabeza riendo pero un poco avergonzada al darme cuenta del discurso que le acabo de soltar.

Pero ella me vuelve a mirar con esa mirada intensa, como analizándole. Y vuelve a intimidarme. No consigo leerla, ¿qué estará pensando?

- No te disculpes, creo que puedo entender lo que dices. Aunque por supuesto mi vida no tiene nada que ver con la tuya - dice con una gran sonrisa - yo también tengo un lugar así, pero en Elche. Allí puedo desconectar de todo, conectar con mi yo más libre.

- ¿Eres de Elche? -

- Sí, la mejor ciudad del mundo. ¿La conoces? -

- He estado alguna vez, para dar algún concierto. Pero no, no se podría decir que la conozco. Claro que siendo yo de Málaga, la mejor ciudad del mundo - le digo abriendo bien los ojos y ladeando la cabeza haciéndole ver con mi gesto que estoy estableciendo una obviedad - me enternece que creas que cualquier otra ciudad puede siquiera competir con mi tierra.-

Menuda historia la nuestraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora