Maldito Instagram

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Narra Vanesa

Me fui a la sala de la habitación y cerré la puerta. No quería ver a Mónica, esa discusión me había enfurecido, pero el sentimiento que predominaba era el de tristeza. Estaba muy triste de ver su reacción y creía fervientemente que esta vez no me lo merecía.

Seguramente no fue la mejor idea de mi vida haber invitado a Inma a comer con nosotras, lo sé. Pero di por hecho que no le importaría. He sido siempre muy honesta con todo lo relacionado con mi vida y mi pasado. Nunca le he ocultado nada, ni siquiera todo lo ocurrido con Inma. Así que no entendí ese ataque de celos y ese comportamiento tan inmaduro. Durante estos dos meses la he fastidiado más de una vez, por bocazas o insensible, pero siempre he rectificado y he pedido perdón. Y creedme, eso no es algo habitual en mí. Pero quería que esto funcionara, Mónica es diferente... o eso creía. Ya no sé qué quiero. No quiero que Mónica quiera cambiarme. Me adaptaré todo lo que sea necesario, pero no voy a cambiar. Ni por ella ni por nadie. No es sano. Ya lo hice una vez y no me reconocí. No voy a repetir el mismo error.

Tenía muchas ganas de llorar, sentía mucha rabia por todo. Por mí, por ella, por acabar así un viaje fantástico y quedarme con ese mal sabor de boca. Pero esta vez no iba a ceder, a veces también necesitas que se esfuercen por ti. Así que me estiré en el sofá con la intención de poder dormir algo... si las lágrimas que me caían me lo permitían.

Pasó un buen rato y mi cabeza no dejaba de dar vueltas a nuestra última conversación. En ese momento oí el sonido de mi teléfono, tenía un mensaje. De Mónica.

M: Lo siento.

Lo miré un rato. Volví a sentir rabia y se me volvieron a llenar los ojos de lágrimas. Dejé el móvil, me acosté. Volví a mirar el mensaje, volví a dejar el móvil. Di dos vueltas en el sofá, cogí de nuevo el móvil y escribí:

V: hoy no es suficiente.

Y no lo era. Esta vez necesitaba algo más que un "lo siento". Así que apagué el móvil, no quería verlo. Y me estiré para dormirme. O eso intenté, sin éxito alguno. Así que volví a encender mi teléfono, vi que no tenía respuesta de Mónica, y entré en redes sociales para entretenerme hasta que conciliara el sueño.

Narra Mónica

Vanesa se fue a la sala de la habitación y cerró la puerta. Y yo me derrumbé. Empecé a llorar desconsoladamente. Había sido una estúpida y una niñata. Vanesa tenía razón en todo lo que me dijo y no se merecía que le dijera todo lo que le dije. Ni siquiera yo entendía mi reacción y mi absurdo ataque de celos. Vanesa no actuó bien en invitar a Inma, eso está claro. Pero mi reacción fue desproporcionada e injusta. Odiaba a Inma, con todas mis fuerzas, por ser la causante de este enfado, por hacer que este maravilloso viaje acabara así... y por conocer los sueños de Vanesa, eso también.

Quería arreglarlo, necesitaba arreglarlo. Si de algo me había dado cuenta durante estos días es que estaba locamente enamorada de Vanesa, así que iba a luchar por ella. Pero ahora no era el momento de intentar hablar con ella. Esa mirada de tristeza antes de salir del salón me descolocó e hizo que me derrumbara. Le había hecho daño y por lo que la conocía, necesitaba tiempo. Se había cerrado en banda y no era el momento de intentar entrar.

Me fui a la cama y seguí llorando un buen rato. Cuando por fin me calmé, cogí el teléfono para enviarle un mensaje. Ahora no serviría de nada pero necesitaba intentarlo.

M: Lo siento.

Vanesa vio el mensaje pero lo dejó en visto. Esperé a que me contestara pero no hubo suerte. Y como estaba segura de que sería imposible dormir, entré en Instagram a ver si me distraía un poco. En ese momento tuve una idea horrible. Entrar en la cuenta de Inma Cuesta.

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