Charlas y cervezas

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Narra Vanesa

Escuchar la voz de Ana en casa de Mónica me descolocó. No lo esperaba y no supe cómo reaccionar, así que colgué. Quería arreglar las cosas con ella, lo de esta mañana había sido una tontería y las dos habíamos reaccionado de manera exagerada. Así que no dudé en llamarla y tenía toda la intención de pedir disculpas sin problema, a pesar de que es algo que odio con todas mis fuerzas. Por eso no entendía qué hacía ella allí. Mónica me dijo que se verían mañana, para ponerse al día. ¿Me había engañado? eran más de las 10 de la noche y no son horas de visita, vamos, digo yo.

Mónica me estaba llamando al móvil. Pero no quería contestar, ahora no quería hablar con ella, necesitaba pensar.

Mensaje de whatsapp de Mónica: "cógeme el teléfono, por favor"

Por supuesto lo dejé en visto.

"Vanesa, por favor. Creo que estamos sacando las cosas de quicio. Llámame y lo hablamos, por favor".

Estaba cabreada y no quería hablar con ella. Al menos hoy no. Así que ignoré las siguientes cuatro llamadas y los siete mensajes de whatsapp posteriores y me fui a mi habitación.

Antes de meterme en la cama volví a mirar la pantalla del móvil. Un mensaje nuevo:

"Vane, creo que no te he dado, en ningún momento, motivo alguno para que dudes de mí. Ana está mal y por eso ha venido a verme, necesitaba hablar con una amiga. Pero ni siquiera sé por qué te estoy dando estas explicaciones, no he hecho nada malo y no sé por qué tengo que excusarme. Buenas noches".

Sabía que tenía razón, pero ahora mismo necesitaba ser irracional. Estaba dolida, por una tontería, sí, pero no podía evitarlo. Mónica había preferido subir a Madrid para "ponerse al día con su amiga" antes de quedarse conmigo unos días más. Y encima me había mentido. Así que, de nuevo, preferí no contestar.

Narra Mónica

- No me contesta ni a las llamadas ni a los mensajes - le dije a Ana con una mezcla de tristeza y enfado.

- ¿Estás hablando de Vanesa Martín? - me preguntó Ana. Es verdad, no le había contado aún nada.

- Sí, llevamos unas semanas juntas y todo estaba yendo muy bien. O eso pensaba... pero estábamos hablando de ti. Voy a olvidarme un rato de Vanesa y sus niñerías -

- Uy, deja deja, llevo demasiado tiempo pensando y hablando del imbécil de mi marido. Prefiero que me cuentes lo tuyo - me dijo sonriendo por primera vez desde que llegó.

Así que, entre cerveza y cerveza, le expliqué con todo lujo de detalles cómo nos habíamos conocido, nuestras idas y venidas, mis miedos iniciales, la escapada a Málaga y finalmente, nuestra pelea de hoy. Ella bebía sin parar, creo que lo necesitaba.

- Y así estamos. Como dos adolescentes enfadadas. He intentado arreglarlo pero a veces se comporta como una cabezota insoportable -

- A ver, estáis empezando. Estos miedos e inseguridades forman parte del proceso - me dijo ella dejando la lata de cerveza en la mesa y acariciándome la mano de forma cariñosa.

- Pues no lo entiendo. No le he dado ningún motivo para que dude de mí, así que no entiendo esta escena de celos - estaba cabreada. - Además, ¿cómo puede pensar que tú y yo podríamos tener algo?

Miré al techo con gesto de desesperación. Cuando volví la vista a ella noté que se había acercado a mí. Mucho.

- ¿De verdad piensas que eso no podría pasar? - me preguntó acariciándome de nuevo la mano.

Había bebido mucho, así que no le iba a seguir el juego. No creo que fuera del todo consciente de lo que estaba insinuando.

Y de golpe se abalanzó hacia mí y juntó sus labios con los míos. Un simple roce, no llegaba aún a beso. Yo me quedé en blanco, ¿qué estaba pasando?

Menuda historia la nuestraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora