Alicante

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Narra Mónica

Las 4 horas de tren hasta Alicante se me pasaron volando. Llamé a mis padres y a mi hermano para compartir con ellos la noticia que me acababan de dar. Y fue un buen modo de intentar no pensar en el beso que me acababa de dar Vanesa. Y qué beso, dios mío. Pero no, debía concentrarme en lo que me estaba diciendo mi padre. Estaba muy feliz, muy orgulloso, y al borde de la lágrima. Y eso era lo que debía importarme ahora mismo, compartir con ellos algo tan bonito... pero en el fondo de mi mente no podía parar de reproducir en bucle ese beso. Y para qué engañarme, no podía parar de preguntarme cuándo podría repetirse.

Llegué por fin a la estación de Alicante, pasadas 12 de la noche, y allí estaba mi padre esperándome con el coche, para llevarme a su casa de Elche. "Esta noche te quedas con nosotros, niña" me dijo después de darme ese abrazo apretado.

Al llegar a casa de mis padres y después del abrazo infinito con mi madre, estuve hablando un largo rato con ellos, del premio, de cuánto me costó lanzarme y escribir mi primer libro, de lo felices que estaban... y de que a ver si me echaba novia pronto para poder compartir momentos así con alguien especial - mi madre no perdía ocasión de intentar casarme. "Si tu supieras lo que está pasando con tu admirada Vanesa, mamá..." pensé riendo por dentro. No mentí a Vanesa en la firma, no tiene mayor fan que mi madre.

Ya por fin me dirigí a mi habitación, debía intentar dormir algo para estar decente en las reuniones y ceremonia del día siguiente. Al llegar a mi antiguo cuarto miré el móvil: una llamada perdida y un par de mensajes, todos de Vanesa. Aún no era público el fallo del jurado del Premio Azorín, así que solo ella y mi familia más cercana lo sabía.

V: ¿Podré leer pronto ese libro premiado? ¿habla de ti? ¿hay escenas subiditas de tono como en los otros? QUIERO LEER ESE LIBRO

M: ¿Entonces has leído mis otros libros, Martín? Interesante...

Al segundo se puso en línea y vi como estaba escribiendo. ¿Estaría esperando que le contestara?

V: Me he leído tus otros tres libros. Tengo bajados varios podcasts de tus programas de radio y no me pierdo las noticias los fines de semana. Pero esto último es más por Matías.

M: jajaja pues oye, cuando quieras te lo presento.

Pasaron unos minutos y de nuevo vi que tenía nuevo mensaje

V: Estoy muy feliz por ti, de verdad. Y de verdad también que tengo muchas ganas de esas cenas que me debes. El martes volveré a Madrid, ¿me haces un hueco en tu agenda?

M: El martes nos vemos entonces. Y te llevaré mi libro, dedicado.

V: ¿para mi madre?

M: Lo que he escrito en esa dedicatoria mejor que no lo lea tu madre.

V: Madre Mía. Creo que voy a pasar de ir a esas firmas. ¿Dónde dices que está la casa de tu familia?

M: jajaja buenas noches, Martín.

V: buenas noches, escritora.

Y tras este último mensaje me fui a dormir. Estaba agotada de los últimos dos días, no había dormido casi nada y mi cuerpo lo notaba. Así que en unos minutos caí rendida en la cama.

El día siguiente fue de locos. Por la mañana me reuní con el jurado que me había otorgado el premio y con el equipo de mi editorial. Comí con varios cargos políticos de la ciudad y a media tarde se celebraría la entrega del galardón, donde se haría público el premio.

Estaba nerviosa, muy nerviosa. Mi hermano ya había llegado de Madrid, con su mujer y mis queridos sobrinos. Juntos fuimos todos al palacio de congresos, donde tendría que recoger el galardón y pronunciar un discurso que casi no me había dado tiempo a escribir.

Con Vanesa nos intercambiamos varios mensajes. Ella también estaba muy liada con sus firmas en Sevilla y mil compromisos más. Y tengo que reconocer que a pesar de mis nervios y el estrés por todo lo que tenía que hacer durante el día, no podía parar de mirar constantemente a mi teléfono móvil por si me enviaba algún mensaje. Lo dicho, como una adolescente. Le prometí que por la noche la llamaría y le explicaría en detalle todo lo sucedido durante el día.

Finalmente llegó el momento de la ceremonia de entrega del premio. Fue muy emocionante y bonita, mi familia estaba realmente emocionada y me alegré de poder compartir ese momento tan especial con ellos y en mi casa. A partir de ese momento, entrevistas, más entrevistas, millones de llamadas de mis amigos y compañeros, mensajes en redes sociales,... una verdadera locura. A las 9 de la noche por fin acabó todo y ¡por fin! podía ir a celebrarlo con mi familia y amigos a un bar cerca de la playa, el bar de unos amigos.

- ¡Felicidades hermanita! - me gritó mi hermano levantándome del suelo con sus brazos, tal y como lo hacía cuando éramos unos enanos - Quién iba a decir que con lo tonta que eras de pequeña acabarían dándote un premio como escritora - me dijo riéndose sin parar-

- Gracias idiota, yo también te quiero - le dije fingiendo enfado. Aunque no podía parar de sonreír -

- Tita, tita, tita, tita, - oí como me llamaba mi sobrino Álex mientras venía corriendo hacia mí.

- Álex, Álex, Álex - lo imité abrazándolo fuerte cuando llegó donde estábamos su padre y yo.

- Hay una persona fuera que dice que necesita hablar contigo urgentemente, creo que es periodista - me dijo al oido como si fuera un gran secreto.

- Ay, no, más entrevistas no. ¿No podemos inventarnos algo y me quedo contigo aquí, Álex? - le dije a mi sobrino

- mmm tita, es muy guapa. Yo saldría a hacer la entrevista - me dijo él muy serio, lo que hizo que soltara una carcajada, al igual que su padre.

- En ese caso tendré que sacrificarme - le di un beso a mi sobrino y otro a mi hermano y me dirigí a la puerta del bar. No me apetecía nada seguir contestando a las mismas preguntas, pero hoy era un día muy especial y nadie me lo iba a estropear.

Me dirigí a la puerta y ... no me lo podía creer.

- ¿Vanesa? ¿Qué haces tú aquí? ¿Pero no estabas en Sevilla? ¿Cómo sabías donde encontrarme? ¿Le has dicho a mi sobrino que eras periodista? - no sé si eran los nervios, o la ilusión de verla allí, o qué se yo, pero no podía parar de hablar como una loca.

- Pero pero, ¿no contestas? ¿cuándo has llegado?-

- Por dios Carrillo, voy a callarte ya o me volverás loca - Y me besó. Justo cuando iba a hacerle otra pregunta, dejándome con la palabra en la boca pero revolucionándome todo el cuerpo.

Fue un beso corto pero intenso. Dejándonos a ambas una sonrisa de tontas en la cara. Había venido a Alicante a verme, y yo no me lo podía crear. Ella solo me sonreía y me miraba de una manera increíble. Madre mía, esta mujer va ser mi perdición, no podía parar de repetírmelo.

- Has venido - le dije sin poder parar de sonreír.

- No quería esperar al martes para leer mi dedicatoria de tu libro, así que adelanté la firma en Sevilla una hora y pude coger un avión directo. Me gusta mucho la literatura como ves - no pudo evitar soltar una carcajada.

- Me alegro mucho de que hayas venido... aunque solo sea para recoger tu libro, claro -

- Solo por eso, sí - me dijo mirándome fijamente a los ojos, otra vez esa mirada.

- ¿Y cómo nos has encontrado? ¿Cómo sabías que estábamos en este bar? - le pregunté curiosa por saber más detalles.

- Llamé a tu madre -

- ¡¿A mi madre?! ¿Pero... cómo has llamado a mi madre? - no entendía nada y ella no paraba de reír.

- En verdad fue mucho más fácil, solo tuve que llamar a Bea y preguntarle. Y Ana tenía su teléfono, por supuesto. Esas dos no pierden el tiempo -

Pues yo tampoco quería perderlo. Así que me acerqué con la intención de volver a besarla, hasta ahora siempre había sido ella la que se lanzaba y esta vez me tocaba a mí. Pero justo cuando estaba tocando ya su brazo oí detrás de mí un grito:

- ¡Vanesa Martín! ¡Pero si eres Vanesa Martín! -

Ay dios, ya está aquí mi madre.

Menuda historia la nuestraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora