Cenas y desayunos

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Narra Vanesa

En cuanto reaccioné a la propuesta de Mónica, la tomé de la mano y nos dirigimos a paso rápido hacia el coche, provocando la risa de ella. ¡No quería que tuviera opción de arrepentirse!

Nos montamos en el coche y pusimos rumbo a su casa. Yo conducía y Mónica me miraba, poniendo caras graciosa y acariciándome la mejilla.

- Tú sigue jugando y verás como no llegamos a tu casa - le dije a la vez que atrapé su mano con mi mano derecha y llevándola encima de su pierna.

- Si conduces con una sola mano sí que no llegaremos a casa - me dijo riendo.

- Este coche es automático, puedo usar esta mano para lo que quiera.-

- Pues has elegido una opción muy aburrida -

La miré sonriendo, no me creía lo que me acababa de decir.

- Madre mía, Carrillo, no me provoques o paro aquí mismo -

Las dos comenzamos a reír, una risa que mezclaba alegría y nervios, por las dos partes. ¿Por qué había elegido una sala tan lejos de su casa? el trayecto se me hizo eterno.

Por fin llegamos a su casa. Aparcamos muy cerca, volví a tomar la mano de Mónica e hice que corriéramos hasta el portal, volviendo a provocar la risa de ella.

Subimos al ascensor con una pareja de ancianos que saludaron a Mónica de forma muy amigable. Yo me quedé a su lado, jugando con mi mano en su cintura, por detrás, sin que ellos nos vieran pero haciendo que Mónica se pusiera extremadamente nerviosa. Y eso no podía divertirme más. Llegamos a su planta, ¡al fin!, nos despedimos de los ancianos adorables y entramos en su apartamento.

Fue cerrar la puerta y yo no pude aguantar más. Me abalancé sobre Mónica y la besé, como si no hubiera un mañana. La atrapé contra la pared mientras la abrazaba por la cintura y la acercaba cada vez a mí. Ella no se quedó atrás y respondió a mi beso con la misma pasión, poniendo sus brazos sobre mis hombros. Así estuvimos unos minutos, devorándonos con nuestras bocas, era una locura. Y la temperatura subía y subía, me sobraba toda la ropa.

Moví una de mis manos hacia el cierre de su vestido, la urgencia en ese momento era liberarme de él. Pero al empezar a bajar la cremallera Mónica se separó de mí de repente. Las dos estábamos sin aliento, respirábamos apresuradamente y ella estaba sonrojada. Qué bonita estaba.

- Vane, más despacio. Que me estás volviendo loca - me dijo Mónica intentando calmarse.

- Esa ha sido mi intención desde el minuto uno - le dije mientras me acercaba de nuevo a ella y la besaba en los labios, esta vez mucho más suave.

Ella me volvió a apartar, poniendo sus dos manos más arriba de mi pecho para evitar que volviera a abalanzarme.

- Eres un peligro, Martín. Pero tenemos que comer algo, me prometiste una cena y aún no he comido nada. -

- ¿Estás de broma? ¿Ahora quieres cenar? - no entendía nada.

Narra Mónica

Le dije a Vanesa que quería cenar y su cara de enfurruñada era divertidísima. ¡Por supuesto que no quería cenar! pero lo que sí quería era jugar un poco con ella, me encantaba ver cómo se transformaba en una niña chica malcriada cuando no conseguía lo que quería.

- Por supuesto que quiero cenar. ¿A qué creías que me refería cuando te dije que te explicaría cómo continuar para que esta cita fuera memorable? - intentaba aguantarme la risa pero viendo sus caras cada vez me era más difícil.

- Verás, yo creí que... di por hecho... - se tocaba la cabeza y el pelo intentando encontrar una buena respuesta y yo no pude aguantarme más y estallé en una carcajada. Ella me miraba sin entender nada, la tenía totalmente descolocada y eso me encantaba.

Menuda historia la nuestraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora