Vuelta a casa

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Narra Vanesa

- Tendremos que volver, Vane. Demasiadas cosas pendientes - dijo Mónica muy seria mientras se abrochaba el cinturón de seguridad.

Los días en Japón se nos habían pasado volando y tal y como apuntaba Mónica, nos volvíamos a Madrid con varias cosas por ver y hacer.

- Tienes que compensarme por haberme dejado sin ver el templo de los palos rojos -

- Pero tendrás morro... ni que hubiera sido por mi culpa -

- Un poco sí. Tu hijo, tu culpa -

Me miró muy divertida negando con la cabeza.

- Casi siete meses de embarazo y lo llevas de maravilla. Te pones un día mala, ¿y es mi culpa? -

- Pues fíjate que fue justo el día que visitábamos lo que yo quería ver... aún no ha nacido y tú y Lucas ya conspiráis contra mí... lo que me espera... -

- Pobre - me dijo mientras se acercaba para darme un suave beso.

- Eso, tú ríete, pero yo me he quedado sin mi foto entre los palos -

- Me he informado y no estoy segura de que hubieras podido subir hasta la cima del templo. Son demasiados escalones y ya sabes, tú ahora estás bastante... ya sabes... -

- ¿Gorda? ¿Estoy bastante gorda? ¿Eso es lo que querías decir? - pregunté abriendo mucho los ojos.

- No... a ver... bueno, sí, ya tienes una buena barriga... pero estás preciosa - dijo ahora con su mejor sonrisa.

- Claro... preciosamente gorda, así estoy... ¡pero si pronto no me voy a poder ver ni los pies! -

Mónica se puso a reír.

- No te pongas tan dramática que aún estás lejos de llegar a ese punto, por ahora te ves los pies perfectamente -

- Pero ese día llegará, ¡muy pronto! y no querrás ni acercarte a mí... se acabaron los códigos vanesos, se acabó todo... -

- ¿Pero quieres dejar de ser tan dramática? - preguntó ya muerta de la risa.

Vale, quizás estaba exagerando un poco. Pero últimamente pensaba mucho en todo esto, especialmente en la posibilidad de dejar de gustarle a Mónica. Era una tontería, lo sabía perfectamente, pero no podía evitarlo. Serían las hormonas, o qué se yo.

- Cuando parezca una ballena y te tenga que pedir ayuda para ponerme los zapatos, ¿seguirás queriendo estar conmigo? - pregunté seria.

- Qué remedio, lo prometí ante un juez - dijo levantando los hombros.

Nos quedamos mirando a los ojos durante unos segundos, yo muy seria, pero ella no aguantó más y se puso a reír.

- Ey - dijo acercándose más a mí y acariciándome la cara con una de sus manos - estoy loca por ti, ya lo sabes, y con el paso de las semanas te encuentro más y más y más atractiva. No me importa que tu barriga crezca, al contrario, te sienta de maravilla... y además - dijo sonriendo mientras bajaba su mirada a mi pecho - no solo te crece la barriga -

Soltó una carcajada y volvió a subir la mirada a mis ojos.

- O sea, que sigues conmigo por mis tetas -

- Exacto. La verdad por fin sale a la luz. Ese es el motivo -

- Pues nada... - dije resignada - tendré que aprovechar mientras duren -

Mónica volvió a reír y esta vez yo también me uní a ella.

- ¿Los códigos vanesos seguirán en pie? - pregunté poniendo morritos.

Menuda historia la nuestraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora