La excursión

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Narra Mónica

El lunes bajamos a Cádiz en tren y allí alquilamos un coche para ir hasta Tarifa. A media tarde llegamos por fin a casa de Ana, un apartamento precioso a pie de playa en una zona muy tranquila del pueblo.

- Qué maravilla de lugar, Ana tiene muy buen gusto- dije asomándome a la terraza que tenía acceso directo al mar.

Noté como Vanesa se acercaba y me abrazaba por detrás, dándome un beso en el cuello.

- Cuatro días de tranquilidad... ¡qué gusto! - me dijo al oído.

- Tranquilidad, tranquilidad,... hasta que no pase mañana nada - me giré para mirarla a la cara - ¿De verdad que tenemos que ir mañana a la excursión con tus amigas? - le pregunté poniendo morritos, ya no me quedaban estrategias para convencerla.

- Un barco precioso, mis amigas del alma y mi chica. ¿Cómo voy a renunciar a eso? - dijo divertida poniéndose la mano en el pecho.

- Estás disfrutando mucho con esto, ¿verdad? - le pregunté achicando los ojos y dándole un pellizco en el lateral de su barriga.

Ella rió, se lo estaba pasando en grande a mi costa.

- Quizás un poquito - dijo mientras me besaba de forma tierna.

- Me vengaré. No sé cómo ni cuándo. Pero me vengaré. Así que no bajes la guardia, Martín. - le dije soltándome de su abrazo y yendo hacia la habitación para dejar las maletas.

Sobre las siete de la tarde salimos de casa para dar un paseo por Tarifa antes de cenar en un restaurante de unos conocidos de Vanesa. Estábamos andando tranquilamente por una de las calles principales cuando noté que Vanesa se alejó de mí, de forma casi automática.

- ¿Pasa algo, Vane? - no entendí ese movimiento repentino.

- Creo que nos acaban de hacer unas fotos. ¿Ves aquel chico de oscuro que se aleja casi corriendo? - dijo señalando a un chico muy alto con algo en la mano parecido a una cámara - creo que ha sido él.-

Paramos nuestro paseo y nos acercamos a una pared, para alejarnos del jaleo, a esas horas y siendo junio las calles de Tarifa estaban llenas de gente.

- ¿Quieres que volvamos a casa? - le pregunté

Nos miramos durante unos segundos y de repente, se dibujó una enorme sonrisa en su cara.

- Que les den. Si quieren hacernos fotos, que nos las hagan. Si quieren hablar, que hablen - me miró un poco a la expectativa - ¿te parece bien? -

- Más que bien - ahora fui yo la que sonreí - Vamos, me muero de hambre. Dame de comer, Martín -

Cenamos un atún buenísimo y pasamos una velada muy agradable en el restaurante de los amigos de Vane. Y ya, con la noche bien entrada, fuimos hasta la playa para tomarnos una copa tranquilas y luego dar un paseo cerca del mar hasta casa de Ana.

Al entrar a la casa fui directa hacia Vanesa, la cogí de la mano y la llevé sin mediar palabra al jacuzzi que había en una zona escondida y cerrada del jardín.

- Ropa fuera, Martín. ¡Ya! - y me abalancé sobre ella, besándola con ansias.

Ella me siguió el beso pero a los segundos y viendo que no conseguía quitarle la camiseta me alejó un poco de ella con sus brazos.

- Con más calma, mujer - dijo riendo - no es que me oponga a este arrebato de pasión, en absoluto, te puedes aprovechar de mí y de mi cuerpo todo lo que te apetezca, pero, ¿a qué vienen estas prisas? - levantaba las cejas y me miraba muy divertida.

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