El día D

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¡Hola! ¿Qué tal estáis? Solo quería saludar, agradecer como siempre la gran acogida de esta historia, y disculparme por adelantado. En el capítulo de hoy menciono una técnica médica de la que no conocía el procedimiento hasta hace apenas unas horas. Así que si escribo alguna locura, no me lo tengáis muy en cuenta.

Y como siempre, gracias por las cosas bonitas que me escribís y las estrellitas. Sois gente muy guay :)

Narra Mónica

Las navidades fueron muy tranquilas, muy familiares. Decidimos repartirnos los días: nochebuena con la familia de Vanesa y el día de navidad con la mía. Para nochevieja decidimos alquilar una casa rural por la provincia de Málaga y nos fuimos allí varios amigos.

Vanesa siguió con su tratamiento y nadie sospechó nada, a pesar de que las hormonas la estaban volviendo un poco loca y pasaba en tiempo récord de la euforia al llanto. Por mi parte intenté que lo llevara lo mejor posible. Es decir: consentirla y mucho sexo. No había mejor distracción posible.

Para la noche del 31 de diciembre montamos una bonita fiesta en la casa que habíamos alquilado. No eramos demasiados, siete en total. Cocinamos entre todo y pasamos el día y la noche entre charlas, risas y música, mucha música. Ana se dio cuenta de la falta de alcohol, así que le tuvimos que contar nuestro secreto. Además, era mucho mejor que lo supiera lo antes posible, ya que si todo funcionaba, tendrían que adaptar el calendario al embarazo. Se alegró muchísimo por nosotras y acabaron las dos llorando. Bea se asustó al ver a su chica en ese estado, así que tuvimos que contárselo también a ella.

Cuando sonaron las doce campanadas y tras comernos las correspondientes doce uvas, Vanesa se acercó a mí y me abrazó por la cintura.

- Empieza nuestro año, Carrillo - dijo sonriendo muy cerca de mí.

- ¿No te da un poco de vértigo? - pregunté sin separarme ni un centímetro de ella.

- La felicidad lo camufla - respondió rozando suavemente mis labios.

- Te quiero, Leia Martín -

- Y yo a ti, Mónica Monroe -

Reímos y nos besamos. Definitivamente, éste tenía que ser nuestro año.

Dos días después regresamos a Madrid. Nuestro piso estaba patas arriba, ya que al final de mes nos mudábamos al ático de la Latina. Pero básicamente nos pasábamos el día en la cama, así que tampoco necesitábamos mucho más.

Y por fin llegó la semana que tanto estábamos esperando. El lunes fuimos a la clínica y mediante anestesia local le hicieron a Vanesa la extracción de ovacitos. Fue rápido y en cuestión de un par de horas volvíamos a estar en casa. Y tres días después llegó el día señalado, cuando le harían la trasferencia de los ovacitos ya fecundados a su útero.

Vanesa estuvo inquieta toda la noche y apenas durmió un par de horas. Yo tampoco conseguí conciliar el sueño, así que me dediqué a abrazarla y acariciarla durante toda la noche.

- ¿Estás nerviosa? -

- ¿No debería preguntártelo yo a ti? - dije sonriendo abriendo la puerta de casa.

- No creas, está claro que la fuerte de la pareja siempre he sido yo -

Solté una carcajada.

- ¿Te recuerdo los "Mónica, me muero, me muero" cuando te resfrías? -

- Eso no es justo y lo sabes. Ese día tenía mogollón de fiebre -

- Tienes razón, cariño. Casi llegaste a 37,8 - dije acercándome a ella riendo y dándole un suave beso en lo labios.

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