Siempre se sabe

4.9K 176 7
                                    

Narra Mónica

Vanesa se tenía que levantar muy temprano para poder coger un avión rumbo al norte. Este fin de semana tocaba en San Sebastián y Bilbao, y debía estar a media mañana en la capital guipuzcoana para las pruebas de sonido.

Le costó horrores salir de la cama, apenas habíamos dormido un par de horas cuando sonó el despertador.

- Vane, despierta cariño... vas a perder el avión -

- No puedo ni moverme, ¿pero qué me hiciste anoche? - contestó sin abrir aún los ojos pero con voz divertida.

Yo seguía acariciándole el hombro derecho desnudo. No podía ver su expresión, estaba estirada boca abajo con la cabeza del lado contrario a mí, pero no tenía ninguna duda de que estaba sonriendo.

- Te quejarás... -

Vanesa giró la cabeza y quedamos cara a cara.

- En absoluto. Es más, a partir de ahora voy a dedicar todo mi tiempo a insultar a capullos - dijo sonriendo pícara - pensé que me devorabas en el ascensor, qué locura -

- No sé qué me pasó, menudo calentón más tonto - dije tapándome la cara con la mano, avergonzada - jamás se me había hecho tan largo un pasillo de cincuenta metros -

Vanesa soltó una carcajada y me apartó la mano de la cara.

- No hay cosa que me parezca más tierna que verte así de tímida... después de todo lo que me hiciste anoche en esta cama -

- ¡Vane! -

Ella seguía divirtiéndose a mi costa y yo le pellizqué en la barriga.

- Vale, paro, paro - dijo aún entre risas y dándome un beso - me voy ya o al final perderé el avión-

Yo no tenía el tren de vuelta hasta la tarde, así que aproveché para quedarme un rato más en la cama. Bea estaba en Barcelona y habíamos quedado en comer juntas. Desde que estaba con Ana pasaba mucho tiempo en Madrid, pero seguía viviendo oficialmente aquí.

Ya a media mañana me levanté por fin. Me duché, me vestí y dejé el hotel. Aún era temprano, así que decidí dar un paseo por la playa antes de acudir a la cita con mi amiga.

A pesar de ser noviembre no hacía demasiado frío, y el paseo marítimo estaba bastante lleno de gente paseando. Iba absorta en mis pensamientos cuando oí que alguien pronunciaba mi nombre. Levanté la vista y vi a dos chicas que por su apariencia supuse que no tendrían más de dieciocho años.

- Hola Mónica, perdona que te molestemos, no estábamos seguras de que fueras tú - dijo una de ellas.

- Teníamos que saludarte, no veas la ilusión que nos hace verte - dijo la otra.

- Sí, sí, es que nos encantas, y las dos hemos leído tu última novela y nos ha encantado -

- Bueno, las hemos leído todas, somos muy fans -

Se iban interrumpiendo entre ellas y yo las miraba sonriendo muy divertida.

- Vaya, qué alegría me dais. Me alegro mucho de que os haya gustado -

- ¡Es más que eso! -

- Oye Mónica, ¿te puedo decir algo? - preguntó la que que parecía más tímida.

- Sí, claro, dime -

- Anoche escuché tu discurso, en los premios Ondas. Y me encantó lo que le dijiste a Vanesa. Me pareció muy valiente que lo dijeras delante de todo el mundo... -

Se quedó callada unos segundos pero la otra chica le apretó la mano y la animó a que continuara.

- ... y pensé, si ella puede ser valiente, yo también. Así que me animé, fui al salón y le dije a mis padres que me había enamorado de Marta -

Menuda historia la nuestraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora