Operación Lucas: madre número 1

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Narra Mónica

- Mónica -

Dejé el libro que estaba leyendo sobre la mesa y miré a la persona que tenía en el asiento de mi izquierda.

- Dime -

- Me aburro -

- Ya lo haces como tradición, ¿verdad? - pregunté divertida.

No habían pasado ni veinte minutos desde que nos subimos al tren que nos llevaría a Málaga y Vanesa ya se estaba quejando.

- Te lo digo en serio, no hay cosa que me aburra más que ir en tren. Hazme caso, entretenme, ¡algo!-

- A veces pienso en cómo será mi vida de aquí a unos meses... y no sé si estoy preparada para vivir con ¡dos críos! -

Vanesa se puso a reír.

- Piensa el lado bueno, Mónica. Para cuando nazca Lucas ya llevarás un buen entrenamiento - dijo entre risas.

Dejé de reír y me la quedé mirando a los ojos.

- ¿Qué pasa? - preguntó confusa.

- Lucas, lo has llamado Lucas -

- Así es como acordamos que se llamaría, ¿no? - cada vez me miraba más confusa.

Yo la seguí mirando intensamente.

- ¿Mónica? No lo entiendo, ¿te has enfadado? -

- Te quiero, Vane. Mucho - dije acercándome a ella.

- ¿Me quieres porque acabo de llamar Lucas a nuestro hijo al que acordamos que llamaríamos Lucas? - preguntó ahora riendo.

- Más o menos, sí - dije con una enorme sonrisa.

Vanesa me miró negando con la cabeza - Estás loca-

Y me besó. Durante un buen rato. No puedo explicarlo, pero oír a Vanesa llamar Lucas a nuestro hijo, de forma tan natural, me hizo absurdamente feliz. Lo hizo todo más real. Lucas aún no había nacido, aún faltaba bastante para eso, pero ya éramos una familia. Una familia de locos, sí. Pero mi familia al fin y al cabo.

Volví a coger el libro que había dejado en la mesa y me acomodé de nuevo en mi asiento. Pero no habían pasado ni dos minutos cuando:

- Mónica, sigo aburrida -

- Pues piensa en algo que te entretenga, algo debe haber, seguro - le dije sin levantar la vista del libro.

Ni siquiera comenzó la frase pero yo ya la estaba escuchando en mi mente.

- ¡Ni se te ocurra pedir un código Vaneso! - exclamé girándome hacia ella y dejándola con la palabra en la boca.

Vanesa soltó una carcajada.

- No es justo. Me prometiste que estarías para mí siempre que lo necesitara, sin importar el momento ni el lugar. Pero la triste realidad es que cuando son lugares públicos siempre te acabas rajando -

- ¿Perdona? ¿Tengo que recordarte lo del sábado en los estudios? Dios, creo que no voy a poder volver a mirar a la cara a Jaime de recepción jamás en la vida-

- No se enteró de nada, Mónica - ella seguía riendo y yo me ponía mala solo de recordarlo.

- El pobre chico, vino corriendo al plató, esperó a que acabara el programa de noticias y me dijo muy preocupado que me estaban llamando desde producción, que no podían esperar, y que me dijera que era un código Vaneso, que yo entendería la urgencia e importancia del asunto. El pobre estaba desencajado porque pensaba que era una cuestión de vida o muerte -

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