El Cadillac rosa

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Narra Mónica

Llegó el martes, el día previo a la boda, y decidimos seguir la máxima que ofrecía la ciudad: diversión y excesos. Por la mañana contratamos un helicóptero que nos llevó al Gran Cañón del Colorado. Jamás habíamos estado y resultó ser una experiencia fabulosa. Aterrizamos en una ladera, nos sirvieron champagne y brindamos por el futuro.

A mediodía volvimos a la ciudad y una limusina nos llevo de vuelta al hotel. En el trayecto nos sirvieron más champagne y no pudimos decir que no. Resultado: no eran ni las dos de la tarde y ya estábamos un pelín borrachas.

El calor era insoportable, así que después de comer en uno de los restaurantes del hotel decidimos bajar a la piscina para pasar la tarde. Una piscina reservada únicamente para adultos por un motivo: no paraban de servir alcohol.

Tras varias margaritas seguíamos dentro del agua, Vanesa abrazada a mí y yo sin poder parar de reír. Tanto alcohol nos estaba pasando factura.

- Estás guapísima, Mónica - me dijo con una enorme sonrisa de boba en la cara

- Y tú muy borracha -

No podíamos parar de reír.

- Sí, eso también. Pero una cosa no quita a la otra -

Me acerqué aún más a ella y empecé a besarla, pero se separó al segundo beso.

- Uy, no, no. Mala idea -

Se puso seria y yo me reí aún más.

- Vanesa Martín rechazándome, a saber qué debe tener este alcohol yankee -

Volví a acercarme a ella para besarla de nuevo pero desvió su cara hacia mi oído.

- Yo demasiado alcohol y tú estás demasiado buena - dijo susurrando como pudo mientras se le trababa la lengua.

- ¿Y por eso me rechazas? -

- Estoy a un solo roce de quitarte el bikini y montar un espectáculo, así que lejos, mejor lejos - dijo mientras volvía a separarme con sus brazos.

Estaba realmente apurada y a mí no podía parecerme todo más divertido. Entre el alcohol que yo llevaba también en el cuerpo y su cara de circunstancia me era imposible parar de reír.

Después de varios minutos conseguí calmarme un poco y volví a acercarme a ella, pero manteniendo una distancia prudencial.

- ¿Subimos a la habitación y solucionamos tu problema? -

No contestó, solo se giró e intentó salir apresuradamente de la piscina. Como era de esperar, perdió el equilibrio y volvió a caer al agua. Yo volví a reírme a carcajadas y tuve que ayudarla a salir.

Cogimos nuestras cosas y a trompicones y entre muchas risas llegamos a la habitación. Aún no había cerrado la puerta cuando ya tenía encima a Vanesa quitándome la parte de arriba del bikini.

- Ahora ya no me rechazas, ¿eh? - dije entre beso y beso.

Me miró con ojos traviesos y no pronunció palabra alguna. Me agarró la mano y me llevó corriendo a la enorme ducha que había en el cuarto de baño. Antes de que cayera la primera gota ya se había deshecho de la única tela que aún mantenía puesta. Y entre risas y tropiezos pasamos la tarde disfrutando de nosotras, de nuestros cuerpos, en la ducha, en la bañera y finalmente sobre esa maravillosa cama.

Narra Mónica

Con no poca dificultad conseguí convencer a Vanesa de volver a ponernos ropa. Me moría por ver el espectáculo del Circo del Sol dedicado a los Beatles, "Love" se llamaba, y para ello era imprescindible ir vestidas.

Menuda historia la nuestraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora