Málaga

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Perdón por no subir ayer como dije, pero el trabajo a veces no me deja ni un hueco libre para escribir. Intentaré que no vuelva a pasar :)

Un abrazo y ánimo, que ya queda un día menos de cuarentena.

Narra Mónica

Casi una hora después salíamos de la ducha y teníamos que arreglarnos en tiempo récord. En menos de una hora teníamos que estar en la estación de Atocha o perderíamos el tren a Málaga.

- Vane, deja de mirarme y vístete, vamos a acabar perdiendo el tren -

- ¿Pero no me digas que no habrá valido la pena? - me dijo mientras me agarraba de la cintura y me besaba el cuello.

- ¡No me líes, va! - le dije riendo mientras la alejaba de mí. ¡Qué difícil se me hacía alejarla! era realmente adictiva.

Por fin conseguí que se vistiera y en unos minutos ya estábamos en el taxi que nos recogió rumbo a la estación.

- Me intriga conocer tu casa de Málaga, descubrir otro de tus secretos - le dije mirándola con ilusión. En verdad me apetecía mucho conocer su casa, su tierra, sus raíces.

Ella se acercó a mí y me susurró al oído - cariño, mis mayores secretos te los enseñé anoche -

- ¡Shhh! que te va a oír el conductor - le hice un gesto para que se callara y ella se partía de la risa.

- Vaya, qué rápido te avergüenzas de mí, Carrillo. - me dijo en voz baja para evitar que nos oyera el conductor.

- No me avergüenzo, pero no me apetece que nadie vaya contando mis intimidades - le dije en el mismo tono, bastante seria.

- mmm, claro, claro... eso sería horrible, claro - me dijo alejándose de mí y girando su vista a la calle desde la ventanilla del taxi.

¿Se había molestado? no lo entiendo, pensé que ambas éramos ultra celosas de nuestra intimidad. Jamás había leído o escuchado en el pasado que hablara de su vida privada o de parejas. Daba por hecho que las dos queríamos llevar esto lo más discretamente posible. Era así, ¿no?

- Vane, ¿te has mo...? - le pregunté pero justo en ese momento llegamos a Atocha y el conductor me interrumpió.

- Hemos llegado señoritas. -

- Muchas gracias señor, que tenga un feliz día - Vane contestó muy amablemente y salió rápido del taxi.

Yo me despedí también y la seguí. Me había descolocado un poco su reacción anterior, pero por ahora lo dejaría pasar. Por ahora.

Subimos al tren casi en el último minuto y nos dirigimos a nuestros asientos. Estábamos en el vagón preferente e iba casi vacío. Únicamente varios jubilados y algún que otro directivo que bajaría a Málaga por temas laborales.

Saqué el libro que llevaba, me acomodé en mi asiento y me relajé. No había mejor relajante que un buen libro mientras viajaba en tren.

Al cabo de unos minutos noté una presencia a mi izquierda que me miraba fíjamente. Giré mi cabeza y allí estaba Vanesa con cara de pena.

- Me aburro, Mónica -

- ¿Te aburres? ¿Tienes cinco años? - le dije divertida, su cara era un poema.

- Va, hazme un poco de caso. - me dijo poniendo morritos.

- No me pongas esa cara o tendré que besarte. Y estamos en público. -

- Y eso sería horrible, claro. -

Otra vez. No entendía nada, aún no habíamos ni siquiera hablado de qué era exactamente esto que habíamos empezando ¿y me estaba recriminando que no la besara en público?

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