Legends Never Die

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Mientras se arrastraba por aquel pasadizo, junto a Harry y ambos cubiertos por la capa de invisibilidad que Hermione les puso, tuvo una gran duda.

¿A quien esperas encontrar?

Sabía que debía ir por Nagini, por ende que vería a Voldemort, pero también sabía que Snape debía estar ahí en cualquier momento.

Su mirada, seguía siendo tan dura como el primer día que ella entro al salón de pociones, pero igualmente podía notar el orgullo de enfrentarlo.

Era muy suave, como si Snape no quisiera sentirlo, pero Keyla se sentía igual. No quería querer a Snape, debía enfrentar, incluso matarlo, pero ella sabía que aunque lo enfrentará, no podría matarlo.

Y eso la estaba matando por dentro.

Draco, Hermione y Ron seguían junto a ellos, y al mismo tiempo que se debatía por su cariño hacia Snape, una parte de ella no podía evitar pensar que era una trampa para atraparla.

Y fue entonces cuando su sentido común le dijo que escapara para no ver algo de lo que se arrepienta, que escuchó unas voces. Venían de la habitación que estaba al final del túnel, amortiguadas por una especie de lámina de madera vieja que tapaba la abertura por la que se accedía al cuarto.

Era como vivir todo de nuevo, cuando vio a su padre, cuando se enteró sobre quién era y cuando Snape acepto luchar contra Sirius por ella y su madre. En ese momento, Snape podía ser la mejor persona que ella hubiera visto, pero ahora, le dolía la cabeza de solo pensar algo relacionado con Snape.

Ella y Harry se acomodaron como pudieron para poder ver a través de la estrecha rendija entre la madera y la pared.

La habitación estaba débilmente ilumina, podía ver a Nagini tal como la vio hace unos minutos, también vio el borde de una mesa y una mano de largos dedos que acariciaban una varita. Entonces Snape habló, solo a unos pocos centímetros de dónde ellos estaban.

Su respiración se corto y se obligó a si misma a quedarse completamente callada.

- ... Mi señor, sus defensas se están desmoronando...

- Y sin tu ayuda - Comento Voldemort con su aguda y clara voz - Eres un mago muy hábil Severus, pero a partir de ahora no creo que resultes indispensable. Ya casi hemos llegado... Casi...

- Déjeme ir a buscar a los chicos. Déjeme traer a Potter. Sé que puedo encontrarlo, mi señor, se lo ruego... O a la niña, a Keyla, solo debo hablar con ella. Es inteligente, haré que entre en razón y que venga con usted.

Voldemort se puso de pie.

- Tengo un problema, Severus - Dijo Voldemort en voz baja.

- ¿Ah, sí, mi señor? - Repuso Snape.

El señor tenebroso alzo la varita de Sauco, sujentandola con delicadeza y precisión, como si fuera una batita de un director de orquesta.

- ¿Por qué no me funciona, Severus?

- ¿Qué quiere decir, mi señor? - Preguntó Snape - No lo entiendo. Ha... Logrado extraordinarias proezas con esa varita.

- No, Severus, no. He realizado la magia de siempre. Yo soy extraordinario, pero está varita no lo es. No ha revelado las maravillas que prometía, ni descubro ninguna diferencia entre ella y la que me procuró Ollivander hace muchos años.

A Keyla le empezó a doler la cabeza. Sabía que aunque Voldemort hablaba pausado y casi tranquilo, estaba ardiendo de furia por dentro.

- Ninguna diferencia - Repitió Voldemort.

¡Sangre Sucia!.... No me dejes (chicaxchica)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora