Capítulo 199

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Amaia Domínguez García

Zacatlán de las Manzanas, Puebla, México

Trataba de no pensar en nada para que nada nos echara a perder las vacaciones a todos, eso era lo que menos quería. No quería sentirme culpable por estar pensando que algo malo iba a pasar en cuanto volviéramos a León y era mejor estar feliz por lo que estábamos viviendo con mi Axel y con nuestros amigos, la güera y Cris. Íbamos a ir después de desayunar a recorrer el centro de la ciudad.

–Amaia, para que no te canses mucho el chofer, nos irá a llevar al centro y después pasará por nosotros – Me informó Axel – Lamentablemente él no se quiso hospedar en la casa con nosotros y por eso ahora, tenemos que esperarlo.

No entendía por qué el chofer no se quiso quedar con nosotros si espacio hay de sobra, a lo mejor tiene a algún conocido o familiar y quiso aprovechar para visitarlos y pasar también tiempo con ellos, era lo que se me ocurría pensar, porque no le veía otro motivo, nosotros nos portamos muy bien con él.

–Lo sé, mi amor, pero no te preocupes – Lo tranquilicé – Tenemos todo el día para que podamos conocer, te amo Axel y tenemos que estar relajados.

Ya no quería que estuviéramos tensos, este viaje era para estar tranquilos y que nos pudiéramos relajar, y estaba siendo todo lo contrario y todo por culpa de terceras personas, que se habían empeñado en hacernos mal, no era justo que estando tan lejos nos estuvieran molestando.

–Sí, relaja a mi amigo, por favor, Amaia – Dijo la güera – Axel, es muy desesperado y aquí se le debe de quitar eso. Tenemos que descansar y disfrutar, para eso contratamos las vacaciones.

La güera tenía razón allá en León, debió dejar todo el estrés, acá era donde tenía que estar fuera de tanta organización, que las cosas se dieran como se tenían que dar, ya el chofer llegaría y nos podía llevar a donde queramos, no había prisa, tenemos todo el día para conocer u en otra ocasión lo podemos hacer.

–Sí, mi amor, hazle caso a la güera y relájate – Abracé y besé a Axel – El chofer no debe tardar en llegar.

Logré calmar a mi Axel y estuvimos abrazados un rato, en lo que llegaba en chofer, no se le había hecho tarde, era solo que Axel es muy desesperado, que entendiera que también el señor se podía haber encontrado con tráfico en el camino, era lógico si mucha gente se había venido de vacaciones también al igual que nosotros.

–Me parece que ya llegó – Dijo Cris – Iré a ver.

Cris salió a ver si el chofer ya se encontraba afuera de la casa y ya estaba ahí, salimos todos y nos subimos a la camioneta y el chofer nos fue a llevar al centro de la ciudad. Nos dejó en la plaza en la que está el reloj floral, al que todos admiramos, apenas llegamos ahí, estaba haciendo un poco de frío y eso volvía el día muy romántico y se me antojó ir por un café.

–Había venido aquí y no había visto este reloj tan grande – Dijo Cris – Está muy bonito, Amaia un favor, ¿Nos tomas una foto? A la güera y a mí.

A mí todo me parecía muy bonito, todo era muy colorido y pintoresco, como si fuera un cuadro, había muchas plantas y unas flores impresionantes, que llamaban mucho la atención de todos, por eso habían elegido este lugar para venir a vacacionar, porque está hermoso, y aparte era muy tranquilo y la gente muy amable.

–Claro que sí, pónganse sonrientes para la foto.

Les tomé varias fotos para el recuerdo y seguimos viendo un rato el reloj que daba la hora como cualquier otro y estaba muy lindo como dijo Cris. Axel no soltaba mi mano y anduvimos recorriendo el centro poco a poco, había tiendas de ropa, de artesanías y hasta de vinos. En una tienda nos dieron a probar un jarabe de manzana que de tan bueno que estaba, nos llevamos dos botellas.

–Se me antoja que nos vayamos a tomar un café – Dijo Axel – No sé lo sí quieran ustedes.

Ya lo había pensado y estaba muy buena su idea y yo necesitaba calentarme un poco también, lo que había traído no me cubría lo que pensé que haría, estaba muy delgada la tela, pero no quería cargar con una chamarra más pesada y ahora estaba sufriendo por el frío.

–Yo sí, mi rey. A mí también se me antoja uno bien caliente y es que siento mucho frío.

No quería preocuparlo, pero era la verdad, el frío ya me estaba calando y apenas habíamos llegado, no creo poder aguantar mucho tiempo con esta chamarra tan delgada, pero no quería aguar la salida tampoco.

–Amaia es que esa chamarra de mezclilla que traes aquí no te ayudará para nada, necesitas algo más abrigador, pero de suerte que andamos en el centro y Axel te puede comprar algo para que puedas cubrirte.

Axel empezó a tocarme la cara y las manos y sí, yo ya estaba muy fría, no lo podía evitar por más que me quisiera calentar, no se podía, así que se pudo dar cuenta cómo era que en verdad me encontraba, estaba helada y empezó a frotarme las manos para calentármelas.

–Sí, mi amor, estás muy fría, vamos a comprar algo para que te cubras mejor – Me dijo Axel – No quiero que vayas a enfermar, por favor, cariño.

Nada más por mí decidía ahora, Axel iba a gastar, y todo por no traer algo más abrigador, pero no pensé que el clima fuera muy frío y nadie me dijo nada, y yo como siempre con mi chamarra de mezclilla que no se prestaba para este ambiente tan frío.

–Yo traigo un suéter abajo, si quieres te puedo prestar mi chamarra, Amaia – Se ofreció Cris – No pasa nada, mi suéter está muy abrigador.

No lo iba a dejar sin su chamarra, lo mejor sería que dejara que Axel me comprara algo en alguna de las tiendas del lugar, además no quería ningún problema con mi amor, no quería que se pusiera celoso, lo conocía muy bien.

–Muchas gracias, Cris – Agradecí – Pero, es mejor que Axel me compré algo más abrigador.

Sería lo mejor para todos, así no iba a tener pretexto de no traer de nuevo algo que me abrigara más, una chamarra para mí estaba bien, esperaba que si encontráramos algo.

–A nosotros se nos antoja un chocolate – Dijo la güera – Allá enfrente venden. Cris y yo, los iremos a esperar allá y vamos ordenándoles su café y ustedes vayan a comprar con qué se tape, Amaia.

La güera sabía cómo nos gustaba a Axel y a mí el café, así que no había problemas si ella los iba pidiendo y así cuando regresáramos ya los teníamos servidos, había tiendas de ropa, pero a ver qué encontrábamos.

–Sí, güera y gracias. No nos vamos a tardar mucho.

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