Capítulo 260

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Amaia Domínguez García

León, Guanajuato, México

Axel estaba siendo muy seguro de él mismo, con eso que me estaba diciendo ¿Quién se creía que es? Estaba muy enojada porque, aunque bien es cierto que la entrega para nada fue desagradable, me había dolido demasiado esa crueldad que demostró y por eso quería irme a donde no estuviera con él, pues en ese momento yo no lo soportaba.

–Me vale lo que tú hayas sentido – Le grité – Me quiero ir a donde no te vea, eres un insensible, un desgraciado y un mierda, que parece que has disfrutado el haberme tomado de esa fea manera.

Se atrevía a decir que lo había disfrutado, que me vio llena de angustia y le había valido mi sufrimiento. Eso no es querer, si dice que me ama no se lo voy a creer nunca. En estos momentos no lo quiero ni ver cerca de mí. Me ha dolido su forma de tomarme tan bruscamente, como si yo no valiera nada para él.

–Pues sí, la verdad lo disfruté demasiado – Me dijo con un ego inmenso – Me encantó verte así cariño, presa de la desesperación, del deseo y de lo que yo y solo yo te puedo hacer sentir.

Está mal de la cabeza, no me gusta que quieran hacer de mí lo que se les dé la gana, claramente le dije que no quería que me tratara de esa manera. Que fuera cuidadoso y que no me fuera a lastimar, pero hizo todo lo contrario. No volverá a hacerme eso.

–Eso crees tú – Rebatí – Me voy, no quiero verte y no quiero estar contigo, Axel.

Abrí la puerta para largarme y al instante, Axel la cerró con un manotazo muy fuerte que me dejó sorda en aquel momento. Era el colmo que todavía después de lo que me había hecho, él tuviera el descaro de portarse así conmigo y de no dejarme que me fuera, eso era el colmo.

–No irás a ningún lado, Amaia – Me ordenó – Lo siento mucho, cariño. Esto que pasó, te enseñará a que no debes comportarte mal y decir tantas tonterías que no tienen sentido.

Pues para la güera y para mí tienen todo el sentido del mundo, esa mujer tiene que desaparecer de la faz de la tierra. Ha causado demasiado daño, Cecilia tiene que pagar lo que ha hecho, no se puede quedar como si nada cuando le ha causado la muerte al abuelito de la güera.

–Para ti no tienen sentido, pero para mí sí, Axel. Creo que aún no entiendes que Cecilia está por arruinarte y creo que, si lo entiendes, entonces te vale madres. Estás actuando con mucha benevolencia cuando esa mujer merece que le den unos balazos.

–No me vale madres, Amaia. Simplemente, no veo las cosas de la forma estúpida que las ven Ivanna y tú, al menos tú aún no creces, pero ella ya es una mujer hecha y derecha, y una solapa las idioteces de la otra.

Me molestó enormemente que diga que hago puras estupideces, querer que esa mujer no se salga con la suya y que no le quite hasta el último centavo, no lo considero una estupidez, al contrario, es algo sensato el querer defenderlo y mandar al otro mundo a Cecilia si esa es la solución.

–Si para ti todo lo que hago son idioteces, déjame que me largue. No quiero verte, no soporto estar ante tu presencia, mira lo que me has hecho – Le enseñé mis muñecas – Casi me cortas la circulación de mis manitas, eres un pendejo, eres un imbécil y eres un demente y te odio. Te odio Axel Vega y no quiero estar cerca de ti.

Luego de decirle todo eso al mismo tiempo a Axel, él se quedó como un estúpido muy sorprendido del daño que les había causado a mis muñecas y a mi cara y eso que yo todavía no veía como estaba mi cuello. Y todas las partes de mi cuerpo en los que había ejercido una fuerza mayor de lo normal. Seguro estaba toda magullada.

Esto que él me hizo era el colmo y me daba demasiado coraje que me haya tratado así, cuando todo este problema se hizo porque Cecilia no se sabe comportar y fue a vandalizar una de las camionetas del despacho de la güera. Ella era la que debía pagar las consecuencias de sus actos, no yo, que solo quiero que vivamos en paz.

–Déjame curarte, Amaia – Me dijo Axel – Necesito atenderte esas muñecas y tu carita.

No iba a permitir que me curara, no me iba a poner un dedo encima, debió pensar antes eso, pues al amarrarme tan fuerte me iba a lastimar, tengo la piel muy delicada y cualquier exceso de fuerza se nota de inmediato, por lo que no creo que esté arrepentido de lo que le ha causado a mi piel.

–No te me acerques, vete. Si no me dejas salir, al menos déjame sola.

Ya no quería verlo, juro que voy a estar mejor lejos de él, porque no me gusta la gente abusiva, yo ya había tenido experiencia con Prudencia como para que venga él a maltratarme.

–Amaia, te tuvieron muy mal educada toda tu vida, pero deberías ya de tener muy claro que conmigo las cosas no son así – Me dijo muy enojado – Así que, si no quieres que te cure, no lo haré, pero deja de hacerte la víctima y asume tus errores.

No tengo ningún error que asumir, el único error fue haberme involucrado con un hombre que goza con el sufrimiento ajeno, ya bastante he sufrido a manos de la mujer que por desgracia me trajo al mundo y muy bien que sabe Axel como la pasé en casa de esa señora, como para que él ahora me quiera venir a hacer pasar de nuevo un infierno en sus manos.

–Asume primero tú los tuyos, eres un insensible y lo siento Axel. Yo no puedo estar con una persona así y creo que siempre lo supiste. Viví un infierno con Prudencia y no quiero vivir otro contigo.

Me metí llorando desconsolada más de lo que ya estaba en la recámara de la güera, me recosté así llorando hasta que me cansé y puse una silla para que Axel no pudiera abrir la puerta, no quería verlo. Me quería ir lejos a donde no me pudiera volver a encontrar. Yo no iba a permitir que él siguiera los mismos pasos de esa mujer que gozaba al verme en esas condiciones cuando llegaba a golpearme.

Estaba dolida, resentida, lastimada y muy triste, porque esa faceta de él es la que yo no soporto, esos modos de ser tan terribles son a los que yo les tengo miedo y esto que me hizo manchó todas las cosas mágicas que pasamos él y yo en la intimidad. Nunca lo creí capaz de hacerme lo que me hizo. Nunca se había atrevido a llegar a ese estado de sadismo.

El socio de mi padre Cap 199 en adelanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora