Capítulo 293

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Axel Vega Lazcano

León, Guanajuato, México

La güera y Cris, se estaban portando de lo mejor que podían conmigo y con mi hermosa Amaia y eso se los agradecería por siempre en el alma, ellos siempre habían estado al lado de mi mujer y del mío también para ayudarnos en todo lo que nosotros necesitáramos y por eso yo les estaría por siempre muy agradecido. Más ahora que hasta se fueron a comprar la medicina que mi mujercita necesitaba después de ese desmayo innecesario que sufrió, por culpa una vez más, de las estupideces de la loca de mi exmujer.

–Amaia, cariño ¿Necesitas que te traiga algo? En lo que llegan la güera y Cris, te ves muy pálida mi amor y estás muy fría – Le pregunté demasiado preocupado – Lo que necesites, te lo traigo.

Ella no debía estar pasando por esto, si esa mujer no se hubiera acercado a atacarla. Cecilia había traído a esas víboras al juzgado y sola se había echado la soga al cuello, en definitiva esas mujeres nunca fueron sus amigas y ella pensando que le estaban haciendo un favor. Pues es humillante que tus propios amigos te traicionen.

–Te necesito a ti, Axel – Amaia me veía con lágrimas en sus ojos – Te necesito para que me jures que me amas, a pesar de ser muy poca cosa para ti. No soy nada como esas mujeres con las que has tenido algo que ver.

Pero yo no estoy buscando una reina de belleza cuando la tengo a ella, para mí es la mujer más bella, tierna y cariñosa que he encontrado en mi vida, es a la que amo por sobre todas esas cosas superficiales, la amo por lo que ella ha despertado en mí, por lo que me hace sentir y porque con Amaia he aprendido a amar de verdad.

–Mi reina, eso es lo que yo más quiero y querré por siempre – Le aseguré – No quiero que seas como esas mujeres, ellas jamás podrán ser para mí, lo que eres tú. Tú eres la mujer que amo y con la que quiero pasar lo que me reste de vida.

No la voy a cambiar por nada, ni por nadie, es la mujer con la que me siento el hombre más afortunado del mundo. Por ella soy capaz de todo, ninguna otra mujer me ha dado lo que mi preciosa Amaia me ha dado. La amo y me ama y eso es lo que importa, somos un equipo.

–Axel, quisiera creer todo eso. Pero, me veo y te veo y sé que nada tengo de extraordinario para que me ames, solo soy inteligente y ya, no tengo estatura y de qué me sirve tener buen cuerpo, no soy hermosa como Cecilia, ni como la güera y...

Tenía que dejar de compararse con las otras mujeres, para mí ella es perfecta, no le pido nada más a la vida, que estar a su lado y que ella quiera permanecer junto a mí por siempre. Somos el uno para el otro y es lo que debe entender.

–Lo eres, pero tú no te das cuenta, preciosa. Amaia, eres la mujer que amo y aunque te explicara por completo todas las razones que tengo para amarte, sé que no me las vas a creer.

–Es que no puedo, Axel, yo no me siento especial. Tan solo me bastó ver a esas mujeres que tuviste en tu cama, para saber que valgo madres yo.

Amaia se puso demasiado sensible y lloró con todo lo que estuvo tratando de contener dentro de ella, la abracé a fin de calmarla y la llené de besos. Sabía que mi hermosa mujer, iba a salir muy afectada de todo lo que estuviera pasando en el juicio y eso definitivamente no me gustaba para nada, ella debía de estar bien y de sentirse segura que mi amor es solo para ella. Levanté su mirada para verla a los ojos y decirle algo.

–Amaia, te amo por quién eres – Le dije lleno de amor – Porque, aunque tú no te consideres así, para mí eres hermosa toda tú. Cariño, tú me has hecho ser quien soy ahora, un hombre de una sola y sabes que solo puedo ser tuyo.

No he vuelto a ver a ninguna otra mujer desde que estoy con ella, para mí es la única que existe en estos momentos. Desde que nos hemos dado esta oportunidad no tengo ninguna necesidad de buscar fuera de nuestro entorno a nadie más, para mí Amaia lo es todo, la amo y no voy a dejar de hacerlo.

–Yo solamente puedo ser tuya, Axel – Respondió desconsolada – Pero, seamos realistas. Yo no soy, ni seré jamás como esas mujeres esculturales con las que has tenido que ver.

Pero es la más auténtica, la que ha estado a mi lado, en las buenas y en las malas. No le teme a que me quede en la calle sin un centavo. Al contrario, me está impulsando a hacer una nueva vida, a comenzar de cero. A su lado sé que lo puedo conseguir todo, lo que me proponga lo obtendré.

–Es que me cansé de eso, te amo a ti por todo lo que tú tienes, cariño. Dime Amaia, ¿No te convencen los tres años que llevamos juntos? Para mí, han sido los mejores tres años de mi vida y sé que para ti han sido lo mismo.

Con ella no me ha hecho falta absolutamente nada, en estos tres años de convivencia los dos hemos sido felices y lo seguiremos siendo. No pueden venir a querer separarnos, este juicio debe unirnos más, esas mujeres no se pueden salir con las suyas.

–Sí, lo han sido, Axel. Pero, a eso le tengo miedo a que pase el tiempo y extrañes todo lo que tenías en esas bellas mujeres, que extrañes lo que yo no puedo darte, porque no soy esa belleza de mujer a la que estás acostumbrado.

Debía sacar eso de su mente, ellas no habían logrado lo que ella logró en mí. Que me he convertido en un hombre fiel y que solo pienso en ella y en nadie más, que ella es a la única a la que he amado, en todo este tiempo ha sido la que habita en mi corazón, tiene que creer en mí, cuando le digo que la amo. Se lo he demostrado durante estos tres años de relación.

–Amaia, dime cariño ¿Qué necesitas de mí? Para que me creas que eres la única mujer que puede hacerme feliz, te amo y creo que te lo he demostrado. Te pido que no dudes de mí, te pido que no lo hagas porque jamás dudaré del amor que te tengo.

–Yo tampoco dudo que te amo, Axel. Solo quiero que me prometas que si un día me dejas de amar, antes de ponerme el cuerno me lo dirás, no quiero sufrir por eso.

–Te lo prometo, preciosa. Con la seguridad que ese día, jamás llegará.

El socio de mi padre Cap 199 en adelanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora