Capítulo 282

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Axel Vega Lazcano

León, Guanajuato, México

Ya que tenía a Amaia como yo la quería tener, no dudé en deshacerme yo también de mi bóxer y me coloqué un preservativo, me acerqué de nuevo a mi hermosa mujer y la besé intensamente, ella se dejó llevar en ese poderoso y muy tierno beso y en medio de él, sin separarme de sus hermosos labios, separé con cuidado sus piernas y al notar que estaba ya muy preparada para mí, despacio entré en ella y en ese momento, nos conectamos mirándonos a los ojos y establecimos ese contacto visual por unos momentos.

–Amaia, estás más que preciosa – Le dije – Te amo, felices tres años de amarnos mucho, mi reina, y todavía nos quedan muchos años por delante para demostrarte cuanto amor siento por ti.

–Felices tres años, también a ti, precioso, te amo demasiado mi rey – Respondió ella con ternura – Axel, esto es un sueño que se me hizo realidad.

Para mí, desde que la había aceptado mi sueño se había hecho realidad, la amo y quiero compartir todos los momentos maravillosos de mi vida con ella. Deseo que acabe pronto lo del divorcio para que nos organicemos como es debido. Así como la estaba amando con mi cuerpo, deseaba que esto fuera para siempre. Los dos siempre unidos en un solo ser.

–No preciosa, esto es la realidad. Yo te soñé hace años y ahora ya no tengo que hacerlo, porque te tengo aquí junto a mí y es lo que más quiero en esta vida, nunca dudes de este gran amor que siento por ti.

–Yo también, Axel. Tú eres todo lo que yo más quiero, desde que te vi por primera vez supe que tú y yo seriamos algo.

Volvimos a besarnos ya muy desesperados y no dijimos más nada, nos dejamos llevar por ese momento, en el que contrario de otras veces que me esfuerzo por someter a Amaia y embestirla más intensamente, ahora fue justo lo contrario. Le hice el amor, muy tiernamente deslizándome en ella y ella se contraía en cada una de mis embestidas, noté que se desesperaba mucho y así seguí besándola en sus labios, en su cuello, mientras ella se corría una y mil veces, cuando en una de esas últimas, yo sentí no poder más y la besé con mucho amor antes de decirle algo.

–Cariño, ¿Puedes correrte de nuevo, otra vez? Para mí.

Necesitaba sentirla a mi alrededor, para que los dos llegáramos a ese espiral de sensaciones y que llegáramos a tocar las estrellas como muchas veces lo habíamos hecho. Quiero hacerla, sentir que solo conmigo va a conseguir vibrar de emoción, así como sé que solo con ella yo también puedo lograrlo. No dejé de moverme dentro y fuera de ella con toda la ternura que podía tratar a mi hermosa mujer.

–Claro que sí, mi amor.

Besé tiernamente a Amaia y la tomé de sus caderas, ella enredó sus piernas en mi espalda y me empujé con el mismo ritmo lento otras veces dentro de ella, hasta que ambos sentimos la electricidad y el calor abrazador del momento en el que juntos llegamos al cielo, tocamos las nubes y alcanzamos todas las estrellas juntas. Al terminar, besé una última vez a Amaia y después me recosté en su pecho para que ambos pudiéramos descansar un poco, esto había sido maravilloso.

–Te amo, cariño

Me separé de mi mujer para ir a asearme un poco y al volver, ella ya quería que me acostara a su lado, sabía que Amaia tenía que descansar un poco por más que yo quisiera que no paráramos durante toda la noche, pero ya habría tiempo. Le quité sus zapatillas y me recosté a su lado y la acomodé en mi pecho para abrazarla, ella se relajó en mis brazos como pasaba siempre.

–Axel, esto ha sido maravilloso. Jamás pensé cuando llegaste con mi papá al despacho que íbamos a estar así. Como te dije una vez, siempre fuiste una tentación para mí.

Ahora le puedo confesar ese gran secreto que solo me había reservado para mí, siempre la había visto como algo prohibido. De solo pensar en eso me volvía un hombre pecador. Pero los años se fueron encargando en que ella se convirtiera en una fantasía para mí. Y nunca me imaginé que tendría tanta suerte cuando ella me confesó su amor.

–Te confieso que, para mí, cuando nos conocimos, te veía como una niña chillona – Le confesé – Pero, a medida que fuiste creciendo y volviéndote una mujer hermosa, me empecé a interesar por ti, hasta tuve una fantasía contigo y tu jumper azul del uniforme.

–Axel, no lo puedo creer. Cuando llevaba ese uniforme, no hubiéramos podido tener nada – Se reía ella – Aunque a mí, ganas nunca me hubieran faltado. Estabas y sigues estando muy guapo.

Por supuesto que no hubiéramos podido hacer nada, la diferencia de edad siempre había sido un impedimento para mí y sobre todo porque ella aún no cumplía la mayoría de edad. Mauricio me hubiera metido en la cárcel. Pero había sabido guardarme ese secreto hasta el día de hoy. Ella no había sido la única que se había fijado.

–Tú estás preciosa y con el paso de los años, me gustas más cariño – La besé tiernamente – Nunca creí que podríamos durar todo este tiempo, pensé que te ibas a aburrir de mí y de mi crueldad.

–Sí, Axel tu crueldad siempre me ha dado miedo – Confesó – Nunca olvidaré que regañabas mucho a Ale, a veces yo deseaba no estar nunca en su lugar.

Pero eso ya no va a pasar, me he prometido a mí mismo y a ella, que el Axel cruel y malvado nunca más volverá a aparecer. No volveré a tratarla como esa última vez que me había desesperado y acabé haciéndole daño, aunque nunca había sido mi intención cuando la vi, me arrepentí de inmediato.

–Bueno, nunca lo vas a estar. Ya te dije que ese Axel, ya no está más y no quiero que vuelva a estarlo. Quiero que siempre estés con este Axel que te ama, que te mima y que te protege de todo lo malo.

–Yo quiero estar siempre así contigo, que seas cariñoso, bueno y lindo conmigo. Eres el amor de mi vida, Axel.

Estando así con la mujer que amo es la forma en la quiero siempre estar. Que seamos felices sin que nos importen los demás, estando los dos en nuestro mundo, sin que nadie se atreva a perturbar nuestra paz. Vamos a luchar por este amor contra viento y marea. Ni Cecilia, ni Alejandra podrán separarnos.

–Te amo, Amaia. Tú eres también el amor de la mía. Vamos a dormir un poco, preciosa.

Los dos tenemos que descansar, mañana será otro día al que tenemos que enfrentarnos con la frente en alto ante las dificultades que nos quiere acorralar la vida. Pero nosotros dos somos más fuertes que todas ellas.

El socio de mi padre Cap 199 en adelanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora