Capítulo 315

20 0 0
                                    

Amaia Domínguez García

León, Guanajuato, México

Había algo en la mirada de Axel que decía más que mil palabras, algo que me dio miedo y que para no arruinar esa noche hermosa en la que celebrábamos mi recepción, mejor no quise ni preguntar. Axel, al parecer, estaba pensando lo mismo, pues me levantó la mirada y me besó dulcemente haciendo que olvidara todas las cosas malas que estaba pensando. Me relajé sintiendo cada uno de sus besos mientras viajaba al paraíso con cada uno de ellos, Axel hizo que me perdiera en ese momento y que dejara de pensar en todo lo demás. Solo éramos él y yo y por supuesto nuestro bello amor.

–Amaia, este momento es solo para nosotros dos – Dijo Axel dulcemente – Te amo, quiero que disfrutes de esta noche como nunca has disfrutado de nada más en tu vida.

Definitivamente, estábamos sincronizados, pensábamos lo mismo, en nuestro amor y en lo bien que vamos a pasar este hermoso y maravilloso día. Comenzaba una parte muy importante en mi carrera, después de esto tengo que empezar a ver cuáles opciones son las mejores para mí, para los dos.

–Sí, mi amor, a tu lado quiero disfrutar de todo eso y de mucho más – Respondí feliz – Te amo, Axel y quiero que estos momentos y nuestros besos sean para siempre.

Me olvidaría de cualquier mal pensamiento, nada malo iba a suceder, pues era lo que me venía a la mente al ver la cara de preocupación o no sé a qué era que se debía esa mirada tan llena de melancolía de Axel.

–Lo serán cariño, solo tienes que confiar en mí. Te amo mucho, no pienses en nada por ahora, solamente déjate llevar. Quiero que esta noche sea una de las más especiales para ambos.

Él sabía cómo convencerme, sus dulces besos me hacían olvidar por completo cualquier cosa que quisiera empañar nuestra felicidad. Dejaría que las aguas siguieran su rumbo, nada voy a ganar con perturbar estos momentos que están hechos para celebrar y nada más.

–Sí, mi rey, así lo será.

No dije más nada y me seguí perdiendo entre los besos, las caricias y los abrazos de mi hombre perfecto. Axel me hacía sentir en el mismo cielo y de ahí yo no quería bajar. Con él sentía que podía tener todo y era así, con él tenía más que todo. Con él tenía amor, tenía paz, tenía felicidad y tenía esa estabilidad que yo quería seguir teniendo por el resto de mi vida. Axel me levantó en sus brazos y nos quedamos de pie al lado de la cama, besándonos intensamente hasta que sus manos desabrocharon mi vestido y este cayó a mis pies, levanté la mirada y mis ojos se encontraron con los ojos de mi Axel y nos quedamos así, mirándonos con todo el amor del mundo.

–Amaia, te amo mucho – Me besó con ternura – Eres la mujer más hermosa para mí.

Sus palabras siempre me hacían sentir amada, querida, como si yo fuera lo más importante en su vida y en definitiva tenía que serlo, porque para mí Axel lo es todo en esta vida y en las que nos toca por vivir, porque lo nuestro es para siempre, para toda la eternidad.

–Tú eres el hombre más guapo del mundo, mi rey – Dije muy nerviosa – No me la puedo creer aún después de tanto tiempo que tú me ames, pero para mí buena suerte es así y nos amamos mucho los dos.

Nosotros estamos hechos el uno para el otro, nuestro destino es estar juntos, contra viento y marea, seguiremos amándonos. Estoy segura de que lo que esté pasando no es tan fuerte como lo que nosotros tenemos y lo vamos a librar, se tiene que solucionar, si es que existe algo que nos quiera separar.

–Sí, cariño. Siempre te he amado y te amaré, hasta que no queden estrellas en el cielo.

Dicho eso, mis manos desabrocharon la camisa de Axel y al abrirla me quedé como siempre enamorada de él y embelesada ante su perfecto cuerpo y el espectáculo que me ofrecía el verlo así de pie frente a mí y mirándome completamente enamorado. Después le desabroché el cinturón y el pantalón y al estar ambos solo con la ropa interior puesta, él me recostó en la cama posicionándose encima de mí, algo que me volvió loca por completo al sentir nuestros labios encontrándose y nuestras partes íntimas rozándose por encima de la ropa.

–Amaia, te ves hermosa. No hay mujer en el mundo que supere a tu belleza – Axel me susurró con ternura – Te amo, nunca olvides que nadie en este mundo podrá darte todo el amor que yo te he dado.

Desde luego que yo no voy a poder olvidar nunca en la vida todo el amor que siento al estar a su lado, es el único hombre que me ha hecho la mujer que soy, lo voy a llevar en mi mente y en mi corazón, por siempre de eso no debe tener ni la menor duda, Axel es lo mejor que me ha tocado en la vida.

–No Axel, tú tampoco olvides que, como yo, no habrá ninguna mujer capaz de amarte. Te amo, de un modo que nunca podrás imaginarte.

No me cansaré nunca de decirlo, de gritarlo a los cuatro vientos, todo el mundo sabe del gran amor que siento por él, que puedo hacer cualquier cosa con tal de verlo feliz, porque su felicidad es mi felicidad, lo amo y no me da pena admitirlo.

–Te amo, preciosa – Axel volvía a besarme con ternura – Te amo, Amaia. Quiero que guardes para siempre este momento, ¿Lo prometes?

Sus palabras de inmediato me pusieron en modo alerta, y aunque no quería demostrar el que había captado en el fondo lo que querían decir sus palabras, me quedé callada. Porque no quería que esto empañara nuestra felicidad. Por eso solo pude decir lo que debía decir, tenía que tranquilizarlo.

–Lo prometo, mi rey.

Otra vez, ahí estaba esa intuición latente en mi pecho esa que nunca me fallaba diciéndome que algo estaba por pasar, pero los besos y las caricias de Axel cuando me seguía besando con mucho amor, ternura y pasión me hicieron desconectarme y perderme en las sensaciones que él me provocaba cuando retiraba con cuidado de mi cuerpo la ropa interior y después cuando bajó sus labios desde mi cuello hasta mi cintura, haciendo que me retorciera de placer ante el contacto de los dulces besos de sus labios haciendo contacto con mi piel, pues mi hombre perfecto me tenía vuelta loca de placer.

No quería que tuviera ninguna preocupación en su mente, quería que me siguiera besando mientras yo le devolvía cada beso, cada caricia, los dos estábamos viajando a los confines del universo, llegábamos a las estrellas sin que nada se interpusiera, pedía a lo más divino que eso perdurara para toda la vida, que fuera eterno.

El socio de mi padre Cap 199 en adelanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora