Capítulo 233

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Axel Vega Lazcano

León, Guanajuato, México

Días después de lo que se supo en el despacho, Mauricio me llamó y me dijo que fuera para que firmara de manera definitiva todo el papeleo de la disolución de la sociedad. Sentía feo ir a hacer aquello, pero algo era seguro que ya no había marcha atrás y que yo tampoco quería que la hubiera. Yo quería que mi mujer se sintiera feliz a mi lado y segura del amor que le tenía y desde que se supo lo nuestro yo me encargué de amarla y de consentirla más cada día.

–Amaia, mi amor – La tomé en mis brazos – Te amo cariño, vamos a desayunar algo y me acompañas.

No quería separarme de mi mujer, la amo y todos los días le voy a demostrar cuánto es mi amor por ella, ninguna sociedad, ninguna amistad, ni nada podrá contra esto que sentimos los dos.

–Sí, mi amor, yo voy contigo a dónde tú quieras – Respondió – Pero, acuéstate un rato más conmigo, por favor.

Yo tampoco quería separarme de ella, de eso lo teníamos muy claro, cualquier distanciamiento que hubiéramos tenido, quedó olvidado para siempre, yo la amo la voy a proteger y ya lo tenía muy claro que nos podían llover las tormentas que quisieran a nosotros siempre nos iba a brillar el sol, nos amábamos y era lo más importante entre ella y yo.

–Sí, preciosa. Pondré una alarma o correremos el riesgo de quedarnos dormidos los dos.

Me quité el saco y me metí a la cama con mi mujer, la abracé y sentí que sus lágrimas empezaron a mojar mi camisa y de inmediato me incliné para ver a mi hermosa mujer a los ojos y que me dijera lo que pasaba con ella, pero al estar tan sincronizados mentalmente, yo ya sabía lo que estaba pasando por la mente de mi hermosa mujer.

–Amaia, sé lo que tienes y déjame decirte que no quiero que te estés estresando de más, cariño – Le di un beso suave en sus labios – Es por eso que quiero que vayamos como pareja a la firma. De todas maneras, yo ya no trabajo ahí.

Ya no teníamos nada que ocultar y tampoco nos íbamos a estar escondiendo de la gente, ahora que ya se sabía todo, además ahora nosotros éramos pareja, que la gente siguiera hablando, ahora lo que quisiera, yo iba a cumplir con parte de mi trato que era de ir a firmar la disolución de la sociedad.

–Axel, es que es eso justamente yo prefiero que tú vayas y yo quedarme aquí o ir al Tec por unos libros que ocupo de la biblioteca aprovechando que hoy no tuve clases.

No me iba a convencer de que yo la dejara sola en esta situación, nosotros teníamos que enfrentarnos a la situación en la que estábamos, yo ahora caminaría con la frente en alto, ya no me iba a esconder de nadie, porque aquí lo que importa solamente éramos ella y yo, los demás no tenían por qué intervenir en nuestra relación, fuera para bien o para mal.

–No te puedo dejar sola, preciosa, y la güera anda en Guadalajara arreglando unos asuntos y, además, yo ya no quiero, ni tengo por qué esconder la relación contigo.

–Tal vez sí, no quiero que nos encontremos a Ale ahí en la firma y la verdad me aterra que nos vea juntos, ya viste como me fue con ella cuando supo todo.

Eso ya era un problema de Alejandra, Amaia y yo no tenemos nada que ver con su enojo, me parece que somos adultos para que ella se ponga a estar peleando cómo una niña por algo que no pudo conseguir, era una caprichosa y de mí nunca iba a obtener lo que ella hubiera querido, porque nunca fue mi tipo de mujer.

–Sí, es verdad se puso mal y muy intensa Ale, pero no es algo de lo que tú o yo o ambos tengamos culpa alguna y por ese motivo, te pido por favor que me acompañes ¿Qué me dices, preciosa?

Ahora no podíamos actuar para estar satisfaciendo a otras personas, Amaia y yo ya no teníamos por qué darle explicación a nadie, estamos en una relación por gusto nuestro, no por el gusto de los demás, debemos caminar tomados de las manos sin temor a nada.

–Sí, mi rey. Te acompaño a dónde tú quieras.

Nos recostamos un poco mi mujer y yo y me sorprendí, al quedarme dormido con ella, algo que a mí nunca me pasaba antes y que ahora desde que se supo todo me pasaba muy seguido. Era cierto lo que decía Bin Laden que los problemas de este tipo acaban contigo tanto física como mentalmente y ahora que la alarma me despertaba, me desperté y después desperté a Amaia que se veía preciosa durmiendo en mi pecho.

–Cariño, ya tenemos que irnos preciosa – La besé con ternura – Despierta, mi reina hermosa.

Debemos darnos prisa, para llegar a la hora de la cita con Mauricio, ya nada me va a unir a esa sociedad que una vez habíamos llevado tan en alto, pero no me arrepiento de dejarla, porque aunque a mí no me interese lo que puedan decir los demás de mí, veo que eso lo que ha sucedido entre Amaia y yo, pone en riesgo a qué Mauricio tenga muchas pérdidas por los clientes que se van a pensar afectados por lo que yo tengo con la hija de él.

–Axel, está bien mi amor – Dijo muy adormilada – Cuando salgamos de la firma ¿Nos podemos venir a descansar?

Por supuesto que nos regresaríamos a descansar, las horas y los días que ella quisiera, ya nada nos iba a detener, tendríamos todos nuestros días libres para descansar en lo que ella iba y regresaba del Tec, yo ahora no tenía ninguna prisa, nada más necesitaba que mi mujer estuviera bien y que fuera feliz a mi lado.

–Claro que sí, es lo que haremos más ahora que soy libre de la firma. Amaia, todo trae consigo cosas buenas y pasaremos a partir de ahora más tiempo juntos.

Sé que ella ya no me iba a querer soltar y yo tampoco a ella, pasaríamos más tiempo juntos ahora que no tenía que ir a la firma, esto estaba siendo algo bueno para nosotros.

–Sí, mi amor, no lo había pensado así mi rey.

Amaia y yo, nos levantamos de la cama y nos alistamos para salir del departamento y encaminarnos a la firma. Todo el camino para allá, tomé la mano de Amaia y noté lo nerviosa que estaba, pues estaba sudando de su manita y por eso en repetidas ocasiones le daba muchos besos en ella y cuando por fin llegamos a la firma, bajé para abrirle su puerta y que ella bajara.

–Vamos, cariño. No estés nerviosa – La abracé y la besé – Todo saldrá bien, tienes que confiar en mí.

–Sí, mi amor, confío en ti.

El socio de mi padre Cap 199 en adelanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora