Capítulo 316

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Amaia Domínguez García

León, Guanajuato, México

Axel se quitó su bóxer y se colocó protección y entonces después de robarme muchos besos más y de dejarme más que desesperada, él por fin me hizo justicia, separando mis piernas con ternura y deslizándose dentro de mí, despacio y con demasiado cuidado, haciéndome sentir el cielo apenas lo sentí dentro de mí.

Es lo que siempre me hace sentir, que el universo solo es de nosotros, que en cuanto nuestros cuerpos se conectan en esa danza tan sublime solo nos pertenecemos él y yo. Todo lo demás pasa a segundo plano, solo deseo la satisfacción de mi Axel y él deseaba la mía. Nos entendemos a la perfección por qué sabemos que es lo que el otro quiere. Axel entraba en mí y por supuesto que mi cuerpo, encantado, lo recibió y me perdí en ese momento en el que él me hizo poco a poco el amor, me volví loca al sentir como entraba y salía de mi interior deliciosamente y yo me relajaba al sentirlo dentro de mí, dándome todo ese placer que yo anhelaba, poco a poco entre besos tiernos y caricias suaves, mis orgasmos salían de uno en uno y antes de tocar el cielo juntos, Axel me miró con ternura y con lágrimas en los ojos.

–Amaia, gracias por todo el tiempo que me has regalado – Me dijo con dulzura – Estar contigo, es lo mejor que me ha pasado.

Yo lo hago con todo el amor que nace de mi corazón, Axel no tenía que agradecerme el estar a su lado, sus brazos son mi lugar favorito y no deseo estar en otro lugar que no sea en sus brazos, en su corazón, lo amo por sobre todas las cosas. Muero solo de pensar que esto se llegue a acabar.

–Axel, no me des las gracias. Te amo, he estado aquí porque es donde siempre quise estar desde la primera vez que te vi cuando llegaste al despacho de mi papá.

Siendo aún una niña me había sorprendido lo guapo que era Axel. Me había impresionado cuando llegó al despacho de mi padre y no es que yo fuera una niña precoz, solo que él era un muchacho muy guapo y todas las demás chicas de su edad también quedaron encantadas al verlo.

–Te amo, cariño. Eres la mujer de mi vida y pase lo que pase, siempre lo vas a ser.

–Tú siempre serás el hombre de la mía. Te amo, Axel.

Axel volvió a besarme con intensidad, con pasión, con ternura y mis lágrimas en medio de esos besos, salieron de mis ojos y pronto se perdieron con las suyas. Me resistía a pensar en las palabras que había dicho con anterioridad. No sé por qué sentía que esos momentos eran los últimos que íbamos a tener y eso me aterraba y a la vez me entristecía, pero por nada del mundo iba a detener ese momento y Axel pensaba lo mismo que yo cuando sus embestidas se aceleraron, me tocaba con pasión y yo le devolvía por triplicado lo que me hacía vivir y juntos nos dejamos ir en un poderoso orgasmo que nos arrastró a los dos en un torbellino de sensaciones maravillosas y especiales.

Definitivamente, esto era a lo que siempre queríamos llegar cuando nos amábamos en cuerpo y alma. Cuando nos entregábamos al profundo amor que nos tenemos. Lo miraba con adoración y con mucho respeto. Después de eso, él se relajó y se acomodó a mi lado, acomodándome en su pecho como siempre que terminábamos de hacer el amor.

–Amaia, esto ha sido perfecto. Te amo, cariño – Axel me besó tiernamente – Pero, creo que debemos descansar, también ha sido más que intenso.

–Coincido contigo mi amor. Ha sido más que intenso y sí, hay que descansar – Respondí – Es lo mejor, te amo, Axel.

Aunque quería seguir amando a Axel de esta forma tan perfecta, teníamos que descansar, ya cuando hubiéramos descansado lo suficiente podíamos continuar o deleitándonos con nuestra mutua compañía. Me encantaba ser mimada por mi precioso hombre, podía dormir segura en mi lugar favorito, en sus fuertes y tiernos brazos.

–Te amo, preciosa.

Esa noche y por la mañana siguiente volvimos a amarnos y a perdernos el uno en el otro, otras cuantas veces más, nos sentíamos tan enamorados, pero al mismo tiempo tan desesperados el uno por el otro. Era como si ambos supiéramos que era la última vez y si no era así, sería una de las últimas veces, pero como siempre pudo más mi miedo a la respuesta que él me pudiera dar, que mejor me callé todo lo que estaba sintiendo dentro de mí. No quería echar a perder nada de esta que había sido una de las mejores noches de toda mi vida y cuando volvimos a la realidad de nuestro departamento horas más tarde, Axel me sentó en sus piernas y yo, me relajé en sus brazos, apoyando mi cabeza en su pecho.

–Amaia, quiero que me prometas que siempre vas a ser muy feliz – Me pidió él – Te amo, es lo menos que te mereces. Quiero que tengas una felicidad eterna por siempre.

No quería pensar en el significado que tenían esas palabras, porque en definitiva sonaban como una despedida, como si esto fuera nuestro adiós y eso no podía ser, quería que todo estuviera a la perfección. Nada podía impedir que siguiéramos unidos. Nuestro amor es invencible.

–Te amo, Axel. Lo vamos a ser, mi rey. Ya que la güera solucionó esto, los dos tendremos esa vida que llevamos queriendo hace mucho tiempo y podremos ser felices juntos.

Con la culminación del juicio nada iba a impedir que cumpliéramos nuestro sueño de estar juntos por el resto de nuestras vidas, no quería pensar que algo pudiera llegar a salir mal, la güera tenía todo resuelto, así que por ese lado no nos teníamos que preocupar.

–Sí, Amaia. Pero, eso no podrá ser ahora y por eso espero que no me vayas a odiar con lo que tengo que decirte – Axel inspiró y tomó aire – Te amo y por lo mismo quiero que aceptes ese trabajo en Mexicali.

–No, Axel, tú estás loco. Yo no quiero aceptar eso – Me negué de inmediato – No lo pienso aceptar, a menos claro que vengas conmigo. De lo contrario, no lo pienso hacer.

Axel no me podía estar pidiendo eso, no me quería separar de él, tenemos que estar juntos, nos amamos y yo moriré, si me voy sola a Mexicali, aquí puedo conseguir otro empleo, no entendía por qué, ahora me quería mandar hasta otra ciudad y no me decía nada de ir conmigo, eso no me estaba gustando para nada, esto no es de lo que habíamos hablado antes.

–Iré contigo, eso es una promesa – Axel me miró a los ojos y ambos empezamos a llorar – Pero, no puede ser ahora. Debes irte tú primero, Amaia y no me preguntes nada más, por favor.

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