En un exclusivo bar del pueblo de Riverdale, en un bar en el cuál solo había millonarios importantes estaba Jughead Jones, deleitándose con tragos del whisky más caro y viendo bailarinas semidesnudas en un cuarto grande y privado.
Ese cuarto era solo de el, el mundo era suyo. Jughead Jones siempre lo tuvo todo, todo lo que quería. Y si no lo tenía, lo conseguía.
Un millonario frío, ambicioso y manipulador al que no le importaba nada, absolutamente nada. No tenía límites.
O al menos eso creía.
Jughead se tomó un largo trago de una botella de whisky y miró a Sweet pea. —Sweet pea, traigan a las otras chicas. Éstas ya me aburrieron—
Sweet pea asintió. —Ahora mismo. ¡Reinaldo, las chicas nuevas!—
Reinaldo, uno de los hombres de Jughead, abrió las cortinas de una habitación y de ahí salieron diez chicas semidesnudas, delgadas y muy hermosas que empezaron a bailar en el escenario.
Jughead se tomó un trago, observando detalladamente a cada chica hasta que una en particular le llamó la atención.
Una de esas chicas estaba perdida, no estaba bailando tan bien como las demás; Una linda chica rubia de ojos grandes, verdes y llorosos, con el cabello ondulado libre que no parecía estar contenta en ese momento.
Pero lo que más le llamó a Jughead la atención, es que se veía demasiado joven, mil veces más que las demás.
Jughead dejó la botella de whisky sobre una pequeña mesa frente a él y se puso de pie. —¡Alto, ya paren! ¡Ya no bailen más!—
De repente las chicas dejaron de bailar y se quedaron inmóviles. Entonces ese hombre rubio de aproximadamente treinta años llamado Reinaldo se acercó con su mejor sonrisa.
—Descuiden chicas, no pasa nada— Les habló Reinaldo a las chicas para entonces acercarse a Jughead. —¿Todo bien señor?—
Jughead negó, mirándolo fríamente y luego a las chicas. —Ella— Señaló a la rubia más joven. —Traela—
Reinaldo asintió y se acercó a las chicas, tomando la mano de la rubia. —Ven acá Elizabeth—
La chica empezó a temblar mientras Reinaldo la llevaba hacia Jughead, quien mantenía esa mirada fría, ruda y penetrante sobre ella y sobre Reinaldo.
—Suéltala— Exigió Jughead, sin apartar la mirada de la chica, dando dos pasos mas cerca de ella. —¿Cuál es tu nombre?—
—E... Elizabeth... Coo... Cooper...— Contestó con voz nerviosa.
Jughead asintió, mirándola de arriba a abajo mientras la chica temblaba como nunca y contenía las ganas de llorar. Ella tenía un maquillaje que ya estaba corrido, estaba semidesnuda igual que las otras con una mini falda y un sostén diminuto y reflejaba demasiada inocencia de la que debería en su mirada.
—¿Qué edad tienes?— Preguntó Jughead, firme.
Ella cerró los ojos con fuerza. —Dieciséis... — Murmuró.
Jughead abrió los ojos como platos, volviendo a mirarla de arriba a abajo y dándose cuenta de que estaba ante nada más y nada menos que una adolescente.
—Dieciséis... Eres una niña— Admitió Jughead, mirándola y luego mirando a Sweet pea. —Sweet pea, llévatela de aquí, no debería estar aquí— Se quitó el saco de su traje y se lo tendió. —Y cubrela con esto, no debería estar aquí sin ropa—
Sweet pea asintió, tomando el saco y colocándolo sobre la adolescente para entonces rodearla con sus brazos. —Salgamos de aquí, nadie te hará daño, lo prometo—
Aún temblorosa, llena de miedo y muy, muy confundida, Betty se retiró de ahí junto a Sweet pea.
Entonces Jughead volvió a tener una de sus crisis de irá; Tomó la botella de whisky, la arrojó al piso con fuerza, rompiéndola y así mismo tomó la pequeña mesa, los sofás y todo lo que tenía en frente para tirarlo y romperlo.
Estaba furioso.
—¿¡Qué demonios está pasando aquí!?— Preguntó Cheryl Blossom, entrando a aquel cuarto. —Jughead... ¿Ahora por qué estás haciendo éste escándalo?—
Jughead bufó, molesto, tomando una pequeña mesa de vidrio y tirandola con fuerza, haciéndola añicos. —¿¡Qué hacía esa mocosa aquí!? ¿¡Por qué diablos me traen a una adolescente!?—
Reggie también se acercó junto a Toni Topaz y un grupo de cinco hombres, mirando la escena. —¿Y ahora qué está pasando aquí? ¿Por qué se enojó?—
Cheryl rodó los ojos. —Ni idea. Acabo de llegar, sopenco—
Reinaldo tragó saliva, mirando a las nueve mujeres restantes que permanecían inmóviles y luego acercándose a Jughead. —Señor... Yo... Puedo explicarlo—
Jughead suspiró profundamente y lo miró fijo a los ojos, furioso. —¿Tu trajiste a esa niña para acá?—
Reinaldo asintió, tembloroso. —No tenía idea señor. Estaba con las otras chicas y pensé...
Jughead lo tomó con fuerza del cuello, interrumpiéndolo. —Hijo de perra... Me gustan las mujeres adultas, no las mocosas maldito imbécil—
—Señor... — Murmuró con dificultad Reinaldo mientras Jughead lo ahorcaba. —Yo no tenía idea de que fuera una niña, venía con las otras...
—Eso no me interesa, hijo de puta— Contestó enojado Jughead, soltándolo y mirando a sus hombres. —¡Agarren a éste infeliz y matenlo, matenlo y deshaganse de el!—
—¡No, no señor!— Suplicó Reinaldo, arrodillándose. —¡Por favor se lo suplico, no volverá a pasar!—
—¡Ya has metido la pata un par de veces imbécil, yo no doy tantas oportunidades!— Contestó Jughead, dándole una fuerte patada en el estómago.
El hombre gritaba del dolor y suplicaba por su vida mientras los hombres de Jughead se lo llevaban hacia su muerte segura. A Jughead no le importaba nada.
Entonces Jughead tomó una profunda respiración, se acercó a las nueve chicas y miró a una de pelo negro. —Tu vienes conmigo. Necesito desestresarme antes de irme—
La chica se fue con Jughead y ellos dos se metieron a una habitación, cerrando la puerta con seguro.
¿A dónde se había llevado Sweet pea a la joven Elizabeth? Se la llevó a la limosina junto a Fangs y luego se les unieron Cheryl y Toni, esperando a Jughead para entonces partir.
—¿No tienes un nombre más corto? El tuyo es bastante largo— Admitió Fangs, divertido.
—Idiota, déjala, está asustada— Lo regañó Sweet pea para entonces mirar a la temblorosa adolescente. —Nadie aquí te va a lastimar, cálmate niña—
Betty tragó saliva, nerviosa. —Me... Me llaman Betty pero... ¿Ahora a dónde me llevarán?— Preguntó con miedo.
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