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Betty sonrió y se acercó, pero se acercó tanto que sus respiraciones se mezclaron y sus labios fueron uniéndose lentamente hasta que se fusionaron en un mágico e increíble beso lento cargado de amor bajo la luna y las estrellas.

Tras separarse de ese beso por falta de aire, se miraron a los ojos y sonrieron ampliamente.

—Nunca olvidaré ésta noche Jughead— Aseguró Betty, sin dejar de mirarlo. —No sé lo que pase de aquí en adelante, pero quiero pasarlo contigo—

Jughead sonrió, empezando a acariciar la mejilla de su esposa. —No me iré jamás, te lo prometo. ¿Me crees?— Preguntó.

—Te creo— Aseguró, sonriéndole. —¿Sabes por qué? Porque veo en tus ojos que me estás diciendo la verdad y que no mientes. Son los mismos ojos que amo ver desde los dieciséis—

Jughead sonrió y dejó un beso en su frente. —Con eso es suficiente para mí amor. ¿Ahora qué hacemos?—

—Ir a mi apartamento y tomar unos tragos— Invitó la ojiverde.

—Lo que mi reina quiera, tus deseos son órdenes para mí amor— Aseguró Jughead, poniéndose de pie y tendiéndole la mano a su esposa.

Betty también se puso de pie y junto al ojiazul entró al auto y éste condujo hasta el complejo de apartamentos una vez más.

Allá entraron al apartamento entre risas y entretenidas charlas entre esposos y padres en común de una dulce niña.

—Brindemos— Pidió Betty, acercándose con dos copas al sofá, sentándose al lado de Jughead y colocando las copas sobre la pequeña mesa.

—¿Exactamente por qué vamos a brindar?— Preguntó Jughead, tomando la botella que le había dado su esposa y llenando las dos copas.

—Por nosotros— Contestó Betty, levantando su copa. —Por nuestra hija, por nuestro gato... Nuestro matrimonio y por todo—

Jughead sonrió, levantando su copa. —Brindemos amor—

Brindaron, se tomaron copa tras copa mientras hablaban hasta que terminaron el contenido de la botella de vodka.

—¿Vamos a beber más?— Preguntó Jughead, mirando a la ojiverde. —Ya se terminó—

Betty negó con diversión. —No quiero borracheras en ésta casa—

Jughead soltó una risa, poniéndose de pie. —Cierto. Betts... Es tarde. Creo que... Creo que debería irme—

La sonrisa de Betty se borró, mirándolo. —¿Irte?—

—Sí— Afirmó el ojiazul. —Ya tuvimos una cita, hablamos, aclaramos nuestros sentimientos... Creo que podemos dar el próximo paso después. Por ahora te dejare descansar—

—Jug...— Lo llamó. —Quédate, pasa la noche aquí—

—¿Qué?— Preguntó Jughead con una ceja alzada. —Bebé... ¿Estás segura?—

—Creo que nunca he estado tan segura— Dijo la rubia. —Juggie... Te necesito. Te... Te deseo, Jug—

Jughead dió unos pasos mas cerca de ella, la miró a los ojos y de repente atrapó sus labios en un beso muy caliente que Betty no dudó en corresponder.

Se besaron con tantas ganas que solo ese beso hizo que la excitación creciera en su interior, llevándolos a dar unos pasos mas sin parar de besarse hasta quedar pegados a la pared.

Cuando estuvieron pegados a la pared, mientras aún se besaban, Jughead la tomó de la cintura y ella tomó su rostro entre sus manos, profundizando aquel ardiente beso.

De repente Betty saltó y Jughead la tomó entre sus brazos, dejando que ella lo rodeara con sus piernas y ella dejó que él la tomara del trasero, levantándola.

Así caminaron hasta la habitación, en dónde Jughead la dejó sobre la cama y se colocó encima de ella, sin parar de besarse.

Pero había un problema; Aún tenían toda la ropa puesta.

Se separaron de aquel caliente beso, casi sin aire y se miraron a los ojos, teniendo más que claro lo que querían.

Jughead se paró de la cama y empezó a quitarse la camisa, se quitó también los zapatos y solo dejó el pantalón, para luego acercarse a Betty, quitarle los tacones y quitarle el vestido.

Se le acercó en la cama, empezó a quitarle el vestido y terminó de quitárselo por las piernas, tirándolo a algún lado de la habitación.

Empezó a besarle el cuello y ella jadeó, cerrando los ojos, complacida y muy excitada.

Él bajó sus besos hasta los pechos de su esposa y ella empezó a acariciar el cabello abundante de él mientras él pasaba su lengua por sus duros y firmes pezones.

Él volvió a sus labios para darle un caluroso beso y mientras se besaban, él bajó una mano hasta las bragas de la ojiverde y metió dos de sus dedos entre su húmeda feminidad.

Betty gimió fuerte, arqueó la espalda y se aferró al cabello de su esposo, sintiendo como el intenso placer se acumulaba en su centro. Él empezó a hacer movimientos circulares dentro de ella, haciéndola mojarse más mientras besaba sus pechos y bajaba a su abdomen.

Sacó sus dedos de entre la feminidad de su mujer, se separó para quitarse los pantalones, la ropa interior y revelar esa gruesa y firme erección que ya dolía, él ya se moría por estar dentro de ella.

Se le acercó, le abrió las piernas, la miró a los ojos, viendo lo perdida y desesperada que estaba por el y con cuidado se colocó encima de ella, en medio de sus piernas y entró en su estrecha, caliente y húmeda piel, soltando un gemido por lo rico que sentía perderse dentro de su cuerpo.

Betty gemía y se aferraba a la espalda y cabello de su esposo mientras el entraba y salía de ella, aumentando de a poco la velocidad y sintiéndose cada vez más cerca de su derroche de placer.

Ella lo sentía cada vez más adentro hasta que explotó del placer y el orgasmo la alcanzó, poniéndola a temblar. En ese mismo momento sintió a su esposo venirse dentro de ella y sus movimientos hacerse más perezosos.

Así el orgasmo los terminó de golpear y se acostaron en la cama, él rodeándola con sus brazos y ella descansando y recuperándose sobre su pecho.

Se miraron cariñosamente a los ojos y se dieron un pequeño beso para entonces abrazarse con más fuerza.

—Te amo preciosa— Murmuró Jughead, besando su cabeza. —No nos separemos nunca más mi amor—

—Te amo Jug. Quiero estar contigo para siempre— Aseguró Betty, cerrando los ojos.









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