Después de lo sucedido en el apartamento de Betty, Jughead fué a un lugar al que no iba desde hacía tiempo y al que no debió ir.
Fue una vez más a ese bar de mala muerte al lado sur a pedir unos tragos, no conocía mejor manera de descargar su frustración.
Cómo se puso su hijita y la ira de Betty... El hecho de que otro hombre amenazara con conquistar a la mujer de su vida... Todo eso lo hacía hundirse en un mar de pensamientos que lo mataban por dentro.
—Quiero otra botella— Pidió Jughead, con la mirada baja, sentado frente al mostrador.
El hombre asintió, tomó otra botella y se la tendió. —No quiero otra pelea en mi bar, Forsythe—
Jughead rodó los ojos. —Cállate o empezaré la pelea contigo—
El hombre no dijo nada más, todos le temían a Jughead y él no era la excepción.
Jughead estaba tomándose un trago hasta que una mujer semidesnuda y muy sexy se sentó a su lado.
—Cuanto tiempo Forsythe— Admitió la chica, mirándolo.
Jughead la miró. —Hola. ¿Te puedo ayudar en algo?—
La chica sonrió, coqueta y puso su mano sobre la pierna de Jughead. —Eres popular en este bar. Muchas mujeres han dicho que eres bueno en la cama. Me gustaría saber si eso es verdad—
Jughead la miró de arriba a abajo y la chica tenía unas curvas muy sexys, con apenas una minifalda muy pequeña y un mini sostén. Labios grandes, carnosos y ojos cautivadores.
Entonces pensó que si Betty podía andar con otro, tal vez él también.
En unos minutos Jughead estaba en una habitación con aquella mujer, ambos besándose con furor, pero había un problema.
Lo único que pasaba por su mente eran los recuerdos calientes que tenía con Betty, pero cuando recordaba que la mujer con la que se besaba no era la que él amaba, eso lo desanimaba.
—Hazme tuya Forsythe...— Suplicó la mujer, tirándolo a la cama y sentándose encima de él a horcajadas.
Jughead la besó, pero la besaba como si lo estuvieran forzando a hacerlo, ni siquiera tenía aún una erección cuando se suponía que debía tenerla desde hacía rato.
—Hazlo Forsythe... Hazlo...— Volvió a suplicar la chica, moviendo sus caderas encima de él.
Jughead suspiró, besándola. —Betty...— Murmuró.
La chica se separó de repente, mirandolo con una ceja alzada. —¿Quien es esa tal Betty?— Preguntó con molestia. —¿Por qué me llamas por ese nombre?—
Jughead la quitó con cuidado de su regazo y la miró. —Lo lamento. Eres muy linda pero... No puedo hacer esto— Se disculpó, poniéndose de pie y retirándose de la habitación.
La chica estaba confundida, también enojada, pero a Jughead no le importó. El simplemente salió de ese bar, entró a su auto y empezó a llorar en silencio, casi como un niño.
Le dolía, le dolía cada segundo sin ella, sin su hija bajo el mismo techo que el... Eso le dolía.
No sabía qué iba a hacer, pero solo encendió el auto y condujo hasta su mansión.
Betty estaba en su habitación, abrazada a una almohada, llorando en silencio; Sentía como si le estuvieran clavando una daga en el pecho por el sufrimiento de su hija y su relación tan mala con su aún esposo.
Ella lo amaba, pero... ¿Por qué no podían llevarse bien? ¿En qué fallaron? ¿En qué seguían fallando?
—Mami...— La llamó la niña desde la otra habitación. —Mami...
Betty se levantó de la cama. —¿Luna? ¿Qué pasa?—
—Mami me siento mal— Respondió la menor.
Betty inmediatamente fue a la habitación de su pequeña y ésta estaba arropada de pies a cabeza, temblando y tosiendo.
—Bebé...— La llamó Betty, sentándose con ella en la cama y quitándole la cobija de la cabeza. —¿Qué tienes mi amor?—
—Mami me duele mucho el pecho— Se quejó la niña, con respiración forzosa.
Betty colocó una mano sobre la frente de su hija y abrió los ojos como platos, asustada. —Mi amor estás ardiendo, tienes mucha fiebre—
—Mami... Tengo mucho frio— Avisó la niña, abrazándose a ella. —Quiero a mi papá—
Betty suspiró, abrazándola. —Despues hablo con tu papi mi vida. Mami va a tratar de hacer que te sientas mejor. ¿Bien?—
Betty estaba aterrada; Su hija nunca se había enfermado, siempre la cuidaron muchísimo de las temperaturas bajas por ser niña prematura y ser propensa a enfermarse con facilidad, pero ésta vez la nena temblaba, sudaba, su temperatura estaba en las nubes y se notaba que se le estaba dificultando respirar.
Después de haberse ido a su mansión, Jughead estaba en su cama, tratando de dormir, pero después de que Betty se fue, eso era una tortura.
Una cama tan grande y tan vacía... El sólo recordar las veces en las que dormían abrazados, calor con calor y cuerpo con cuerpo... O las veces en las que hicieron el amor en esa misma cama...
Esos recuerdos eran solo eso, recuerdos.
Pero el tenía una presión extraña en el pecho, un mal presentimiento. No dejaba de pensar en su hija y no iba a quedarse como si nada.
Así que tomó su celular y marcó al número de Betty, pero ésta no respondía. Así fue las siguientes tres veces y ella no respondía.
Normalmente Betty respondía sus llamadas rápido, por lo que él empezó a preocuparse hasta que por fin la rubia contestó.
En la llamada...
—Hola, buenas noches, perdón— Se disculpó Jughead. —Te estoy llamando para saber de mi hija—
Betty suspiró. —Hola Jughead. Yo... Me temo que en éste momento no podrás hablar con ella—
—¿Por qué? ¿Se durmió?— Preguntó Jughead. —Betts por favor... Tengo un raro sentimiento y necesito saber si ella está bien, si está durmiendo bien, si cenó antes de dormirse...
—Jughead yo no puedo mentirte— Negó Betty. —Eres el padre de Luna y tienes derecho a saber estas cosas—
—Betty— La llamó Jughead en advertencia. —¿Qué está pasando? Ya me estoy preocupando—
—Luna se puso muy mal— Contestó. —Tenia mucha fiebre, no podía respirar... La traje al hospital, se la llevaron y aún estoy esperando, no me han dicho nada—
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F por Luna 😔 sus papis van a tener que hacer un esfuerzo por llevarse bien
