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Jughead ya tenía un buen rato ahí afuera, pero su botella de alcohol ya se había terminado y quería más.

Simplemente quería saciar momentáneamente ese dolor, esa herida, ese vacío que lo estaba consumiendo día tras día y que nadie sabía que existía.

Se puso de pie y se dirigió al interior de la mansión, también con la intención de tal vez pedirle una pequeña disculpa a Betty.

Jughead suspiró, entrando a la mansión. —¿Yo? ¿Pedirle disculpas a esa mocosa? Para nada— Habló para sí mismo, subiendo las escaleras. —¿Para que? Ella no tenía que molestarme—

A veces hablaba sólo, pero lo que no se imaginaba era lo que iba a encontrar cuando entrara a aquella bodega.

Una Betty que reía a carcajadas, sentada sobre el piso y con una botella de Brandy en mano le esperaba en la bodega.

Jughead no lo podía creer, mucho menos cuando vió que a su lado habían dos botellas más.

Él dió unos pasos mas cerca de ella, serio. —Betty... ¿Qué demonios acabas de hacer?—

Betty lo miró y sonrió ampliamente. —¡Juggie! ¡Viniste!— Chilló, volviendo a llevarse la botella de alcohol a la boca.

—Maldición... ¡Ya deja eso!— Exigió Jughead, arrebatándole la botella. —¡Los menores de edad no toman alcohol!—

—¡Eres malo, muy malo!— Gritó Betty, tratando de ponerse de pie, pero volviendo a caer al piso.

Jughead la atrapó antes de que cayera otra vez al piso. —Maldita sea Betty... ¿¡Por qué entraste a mi maldita bodega!? ¡Ahora estás ebria!—

—¿Que mordiste a tu abuela?— Preguntó Betty, soltando una risa, mirándolo.

Jughead suspiró, cargándola como un saco de papas. —Lo único que tienes que hacer ahora es dormirte hasta mañana mocosa caprichosa y desobediente—

—Malo, malo malo— Se quejó Betty. —¡Malo!—

—¡Ya cállate de una buena vez, niña!— Exigió Jughead, dirigiéndose a la habitación de la menor.

Jughead la llevó hasta su habitación, la dejó con cuidado sobre la cama, pero ella estaba tan alcoholizada que apenas estaba consciente y eso podría ser peligroso.

No podía dejarla sola.

—Espero que aprendas una lección después de esto— Dijo Jughead, aún enojado. —Dime... ¿Cómo te sientes? ¿Quieres vomitar? ¿Puedes recostarse?—

—Tengo... Tengo calor— Contestó Betty, intentando quitarse la camiseta con cara de gatito. —Quiero quitarme todo..

—No voy a quitarte todo, pero sí esa fea camiseta— Dijo Jughead, quitándole la camiseta.

Betty hizo un puchero. —No es fea, tiene un gatito y es lindo... Cómo tu—

Jughead soltó una risa, poniendo la camiseta de la chica sobre la cama y dejándola en sostén y shorts. —¿Yo? ¿Lindo? Por favor...

Betty soltó una risa. —Eres divertido y lindo— Hizo un silencio. —Bésame—

Jughead se apartó un poco y alzó una ceja. —Niña... ¿Qué te pasa?—

—Besame, tienes que besarme ahora— Exigió Betty, estampando sus labios con los de Jughead de repente.

Jughead no tuvo tiempo ni de reaccionar, fue un movimiento repentino y a pesar de que Betty estaba muy ebria, ese contacto directo con sus labios lo hizo sentir un cosquilleo extraño en su cuerpo.

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