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Jughead se negaba a creer lo que estaba pasando. Él ya tenía bastante experiencia en esos asuntos para saber que la desaparición de su hija fue algo planeado y que alguien se la llevó.

—¡¿Dónde está mi hija?!— Preguntó Betty, nerviosa, enojada y preocupada, acercándose.

El rostro de Jughead palideció cuando vió a su esposa acercándose, él no la quería allá. Quería tenerla segura en casa con el bebé.

—Ohouh...— Murmuró Sweet pea, sabiendo lo que vendría.

—Betty... ¿Se puede saber qué demonios estás haciendo aquí?— Le preguntó Jughead, nervioso, acercándose.

—Lo mismo que tu— Contestó, mirándolo. —Jug... Luna es mi hija y no voy a quedarme como si nada cuando no sé en dónde está mi pequeña...

—¡Debiste quedarte en casa con nuestro bebé! ¡¿Con quién dejaste al bebé?!— Preguntó Jughead, exaltado.

—¡El bebé está bien! ¡Ahora tenemos que concentrarnos en nuestra niña!— Gritó Betty, con los ojos cristalizados.

—Estamos haciendo todo lo que está a nuestro alcance— Aseguró la directora. —Esto no debía pasar. No sabemos cómo...

—Vamos a ver las grabaciones de las malditas cámaras de seguridad ahora y no perdamos más tiempo— Exigió Jughead, tembloroso de los nervios.

La tensión aumentaba segundo a segundo. No se sabía nada del paradero de la niña y cada minuto contaba. Estaban viendo las grabaciones de las cámaras de seguridad del colegio, pero las cámaras que podrían contener grabaciones útiles no estaban en funcionamiento.

—Ahí va— Dijo Sweet pea, señalando la imagen de la niña en la grabación.

—Pero no se ve a dónde va— Contestó Betty, frustrada.

—Esas cámaras funcionaban bien. No entiendo como dejaron de funcionar de la nada— Admitió la directora, confundida.

—Alguien debió hacerlo a propósito— Aseguró Jughead, retirándose de ahí inmediatamente.

—Jughead...— Lo llamó Betty, siguiéndolo. —Jug... ¿A dónde vas?—

Betty, Sweet pea, los demás hombres y la directora siguieron a Jughead y éste dió con el pequeño agujero por el cuál debió haber salido Luna.

—¿Este agujero ya estaba ahí?— Preguntó Jughead, apretando los puños con impotencia e ira.

—No, señor— Negó la directora. —Ese agujero no estaba ahí—

—Alguien quería llevarse a mi hija, hizo todo esto a propósito— Aseguró Betty, furiosa y a la vez nerviosa.

—Esto no se va a quedar así— Murmuró Jughead, apretando los puños y retirándose rápidamente de ahí mientras los policías y los demás hacían observaciones.

Mientras Jughead se retiraba del lugar, su celular empezó a sonar con la llamada de un número desconocido, la cuál Jughead tomó porque tenía un presentimiento y una sensación extraña en el pecho.

En la llamada...

—¿Quien eres?— Preguntó Jughead, irritado.

—¡Papi!— Gritó Luna, aterrorizada, llorando. —¡Papito ven, sácame de aquí papito!—

—¡Hija!— Exclamó Jughead, asustado y nervioso. —Mi amor... ¿Dónde estás bebé? ¿Dónde estás?—

—Está con el tío Reinaldo— Contestó aquella horrible voz.

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