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Al día siguiente Betty y Jughead estaban de un humor estupendo después de tener una noche de intimidad.

Entonces para completar el tan buen humor que tenían estuvieron desayunando con su pequeña, el ser al que más amaban en todo el mundo.

—¿Te gusta la forma que tienen los panqueques amor?— Le preguntó Jughead a su pequeña. —Por eso los hice yo, para consentirte—

Luna sonrió. —Me gustan mucho papi. Me gusta como cocinas pero mami lo hace mejor—

—Eso no es cierto bebé— Negó Betty mientras se tomaba su limonada. —Tu papá cocina muy bien. Creo que lo hace mejor que yo— Lo miró.

Jughead sonrió, presumido. —Lo se, pero a ti tampoco te queda mal, preciosa—

—Juggie...— Lo llamó Betty con diversión. —Basta—

Luna sonrió mientras jugaba con su panqueque en forma de corazón. —Mami... Papi... Quiero tener un hermanito— Pidió.

Betty empezó a toser, ahogándose con la limonada y Jughead se puso tenso, poniéndose de pie para ir a acariciar la espalda de su esposa.

—Oye oye... Respira amor, respira— Le pidió, acariciando su espalda.

Betty tomó una profunda respiración, dejando de toser. —Ya... Estoy bien, estoy bien—

Luna miró a sus padres, preocupada. —¿Dije algo malo?— Preguntó con temor.

—No bebé, claro que no— Negó Betty, poniéndose de pie y acercándose a dejar un beso en la cabeza de su hija. —Dime... ¿Estás lista para la escuela?—

—¿Me llevarán los dos?— Preguntó la menor con emoción.

—Claro que sí— Afirmó Jughead. —Papi te llevará a ti a la escuela y a mami al trabajo. ¿Bien?—

—¡Si!— Exclamó Luna, contenta.

Los tres fueron a la camioneta de Jughead, en dónde la pequeña tomó el asiento trasero, Betty el asiento del copiloto y Jughead el asiento del conductor.

En el camino intentaron mantener una conversación lo más normal posible con su hija a pesar de la impresión que causó la petición que la niña había expresado.

—Dame mi beso— Exigió Jughead, mirando a la niña desde los asientos delanteros.

Luna soltó una risa y se asomó al frente para besar las mejillas de sus dos padres. —Los quiero mucho mami y papi—

—Y nosotros a ti, chiquitita preciosa, te amo bebé— Le respondió Betty.

—Pórtate bien pastelito— Pidió Jughead.

Luna sonrió, feliz y salió del auto para correr al interior del colegio y juntarse con Dale y con Freddy.

Betty y Jughead no se fueron hasta que su hija no se adentró al colegio y estaban contentos por el trabajo que estaban haciendo con su pequeña.

Luna estaba creciendo feliz, sana y rodeada de mucho amor. Esa era la prioridad para ellos, su hija.

Pero una vez que su hija ya estaba en el colegio y ellos estaban solos, camino a la empresa de la ojiverde, empezaron las discusiones.

—Espero que eso no haya sido porque le metiste esa idea en la cabeza a nuestra hija— Advirtió Betty, mirándolo, seria.

Jughead suspiró mientras conducía. —Amor... Yo no le dije absolutamente nada, ella sacó eso de su cabecita o tal vez ve que muchos de sus compañeros tienen hermanos—

—Que casualidad que suceda justo cuando me estás insistiendo con el tema del bebé— Alegó Betty.

Jughead detuvo el auto en el estacionamiento del edificio de golpe, llamando la atención de la rubia.

—Preciosa...— La llamó, mirándola. —Vamos a hablar. ¿Qué tienes? ¿Que te sucede o molesta?—

Betty suspiró, abriendo la puerta del auto. —Nada, no hay nada que hablar. Hasta luego— Se despidió, saliendo del auto.

—Te recojo al medio día amor— Le recordó Jughead, soltando un suspiro.

El la vió entrar a la empresa y concluyó con que ella estaba extremadamente extraña. Últimamente Betty estaba tensa, irritada y hasta algo distraída.

Él no tenía idea de qué le pasaba, pero estaba preocupado.

Mientras tanto, Jughead aún estaba en su lucha para salir del bajo mundo en el que estaba metido y tenía que resolver algunas cosas primero.

Pero no estaba siendo nada fácil.

Estaba en el lado sur, negociando y dando la cara, en busca de su "libertad".

—Ya te lo dije, no estoy en ese mundo— Le recordó Jughead a un señor mayor que estaba frente a él.

Éste soltó una risa, mirándolo. —Si, como no. ¿Crees que por tener una hija ya eres un santo?—

—¡No te atrevas a hablar de mi hija, ni la menciones maldita basura!— Exclamó Jughead, furioso.

—Wow... Pero qué rápido te pones a la defensiva Forsythe— Admitió el señor, fumándose un cigarro. —Mirate, das pena, eres débil. Ahora estás enganchado a una mujer y a una niña. ¿No te das cuenta? Ahora tus enemigos tienen por donde atacar, ya tienes debilidades—

Jughead lo tomó de la camisa, lo pegó contra la pared de un negocio abandonado y lo miró con frialdad. —No sabes nada de mi vida, no tienes derecho a hablar así—

Éste rió una vez más. —Claro que no. Pero te vas a acordar de mi cuando te des cuenta de que no puedes protegerlas, nunca podrás hacerlo. Si te metes a ésta mierda ya no puedes salir—

Jughead sacó un arma de su bolsillo y le apuntó la cabeza. —Vas a lamentarlo—

—¿Ves? Eres tan basura como yo— Aseguró el mayor, soltando una carcajada.

Jughead estuvo a punto de apretar el gatillo, pero por su mente solo pasó una sola cosa.

Su familia.

No iba a dejarse llevar por la ira otra vez, no después de tantos años de terapia para el control de la ira.

—No soy como tú, maldita basura— Aseguró Jughead, golpeándole el estómago con fuerza. —Jódete y a mi déjame en paz—

El hombre cayó al suelo, revolcándose del dolor por el golpe en su estómago y Jughead simplemente subió a su auto y fue en busca de su esposa a la empresa de ésta. Después tendrían toda la tarde para ellos hasta que tuvieran que ir por su pequeña.

Mientras tanto, Betty conversaba con su mejor amiga sobre sus inquietudes mientras esperaba a su esposo en su oficina.

—Juggie está obsesionado con tener otro bebé— Confesó Betty, frustrada.

—Pero V... Ustedes básicamente están en su mejor momento— Opinó Verónica. —¿Por qué no quieres darle otro bebé? Es un gran papá—















 —¿Por qué no quieres darle otro bebé? Es un gran papá—

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¿Teorías del por qué Betts no quiere otro bebé?



Samy ❤️

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