Al día siguiente, una Betty con el estómago adolorido y la cabeza a punto de estallarle estaba abriendo los ojos por la molesta luz del sol entrando por los ventanales de su habitación.
Se levantó, caminó con torpeza hasta el baño para lavarse los dientes y tomar una ducha con agua caliente y después se puso algo cómodo para ir a dar la cara después del desastre de la noche anterior.
Cuando bajó las escaleras y caminó hasta la cocina, ahí estaba un Jughead que estaba tomándose una taza de café y no se veía feliz.
—Valla... Buenas tardes señorita— La saludó Jughead con sarcasmo. —Estaba empezando a preocuparme de verdad—
Betty rodó los ojos mientras tomaba un vaso, abría el refrigerador y se servía mucha agua. —Tengo muchísima sed, no recuerdo casi nada—
—¿Y como lo vas a recordar si te emborrachaste? Ni yo hubiese caído tan bajo— Empezó a regañarla Jughead. —Betty... Tomaste bebidas tan altas en concentración de alcohol que hasta para mí hubiese sido peligroso. Agradece que no te intoxicaste—
—Si, ya entendí. No eres mi padre— Le recordó, volviendo a servirse otro trago de agua.
—Pero soy un adulto y tú no lo eres. Por lo tanto, es a mi a quien debes obedecer y por eso te dije que no estabas apta para tomar alcohol— Continuó regañandola, tomando aire. —Ven, te preparé sopa de verduras para la resaca. Cuando te la termines, entonces te tomarás unas pastillas y subirás a descansar—
—Pero...
—Deja de contradecirme en todo mocosa— Exigió Jughead, firme y serio. —Ya me hiciste enojar bastante. Ahora cómete la maldita sopa, tomate la maldita pastilla y vete a tu maldita habitación—
Betty bufó, molesta. —¡Te odio!— Le gritó, dándole la espalda.
Después de eso, fue poco lo que hablaron. Es más, no volvieron a intercambiar palabras. Betty se terminó su sopa bajo la atenta mirada de Jughead y luego se tomó unas pastillas para la resaca.
Subió a su habitación y no volvió a bajar mientras Jughead usaba su computadora.
Jughead ya le había enviado un mensaje a Mauricio para su próximo encuentro, ya tenía pruebas, pero solo faltaba la respuesta de ese señor.
Pero él tenía un extraño presentimiento en su interior y solo pudo pensar en Betty, algo le decía que tenía que ir a verla, saber cómo estaba.
Cuando subió a la habitación de la menor, la puerta estaba entreabierta y cuando entró, ella no estaba. Estaba en el baño, otra vez vomitando.
Jughead suspiró, apoyándose sobre el marco de la puerta del baño. —Te vas a deshidratar demasiado si sigues así. Anota la fecha pequeña— Advirtió para luego retirarse.
Betty rodó los ojos para seguir vomitando hasta que en un rato ya estaba sobre la cama, hecha bolita cuando Jughead se sentó al borde de la misma.
—¿Vienes a seguir echándome en cara lo que hice?— Preguntó Betty, mirándolo.
Jughead negó. —Solo vine a saber cómo estabas. Con suerte, mañana ya no tendrás nada—
—Que consuelo— Respondió Betty, rodando los ojos y haciendo un silencio. —Jughead... Perdí la cordura cuando iba por la segunda botella. ¿Qué cosas hice o dije?—
Jughead soltó una risa. —No querrás saberlo—
—Jug...— Lo llamó Betty en advertencia. —Por favor...
—¿De verdad lo quieres saber?— Preguntó Jughead, mirándola con una ceja alzada.
—Porfis...— Suplicó Betty, haciéndole ojitos.
Jughead suspiró. —Mira... Te llevé a tu habitación después de que te regañé y tú me dijiste que yo te gusto—
Betty se sonrojó de inmediato. —¿Que yo dije que?—
—Que yo te gusto— Repitió Jughead. —Ah, también intentaste besarme—
—Ay no... Ay no no no no no...— Se lamentó Betty, sentándose sobre la cama y cubriéndose la cara con ambas manos.
Jughead soltó una risa. —Oye, tranquila. Después de eso te enojaste conmigo porque no quise besarte y vomitaste mucho y todo eso. Por un momento pensé que estabas intoxicada—
Betty cerró los ojos con fuerza, maldiciéndose internamente. —Jughead, lo lamento, en verdad... No encuentro las palabras para disculparme por todo...
—Betty— La interrumpió Jughead, mirándola. —Oye, tranquila pequeña. Si te cuento de todas las borracheras que pasé de joven no me creerías. La pasé mal, de verdad—
Betty lo miró con una ceja alzada. —¿Por qué hablas de tu adolescencia como si fueras un abuelo? ¿Qué edad tienes?—
—Tengo veinticinco— Contestó Jughead. —Pero he vivido más cosas que una persona de treinta y cinco o más, te lo aseguro—
Betty asintió. —Oye... ¿Te importa si me dices a qué te dedicas? Digo... Tienes tanto dinero que hasta es repugnante. ¿Qué es lo que haces?—
Jughead suspiró. —No lo sé, no te gustará saberlo— Aseguró. —Hago muchas cosas y a veces no son... Muy legales a que digamos—
—¿Cosas legales?— Preguntó Betty, confundida. —¿A qué te refieres?—
—Betty, he hecho cosas de las que no estoy muy orgulloso, o tal vez si, nadie sabe— Dijo Jughead, encogiéndose de hombros.
Betty soltó una risa. —Bueno... Yo... Yo creo que no eres malo—
Jughead la miró. —Malo no, soy pésimo—
—Pero... ¿Por qué dices eso?— Le preguntó Betty.
—Soy un monstruo Betty— Respondió Jughead, mirando sus manos. —He hecho cosas inimaginables, toda la vida supe que algo andaba mal conmigo y me hicieron recordarlo siempre—
Betty tomó el rostro del ojiazul entre sus manos, haciendo que él la mirara a los ojos. —No eres un monstruo Jughead, lo sé—
Jughead miró sus labios y luego volvió a sus ojos. —¿Cómo lo sabes?—
—Lo veo en tus ojos, Juggie— Contestó Betty, acostando su cabeza sobre las piernas del chico. —No hay nada más verdadero que lo que encuentras en los ojos de alguien—
Jughead sonrió y empezó a acariciar el cabello de la chica mientras ella mantenía su cabeza sobre sus piernas.
Estuvieron un rato en silencio, solo era él acariciando el suave cabello rubio de la adolescente mientras ella cerraba los ojos ante sus caricias.
Él la observó, observó su cabello mientras lo acariciaba, observó sus ojos cerrados, su nariz, sus carnosos labios rosas...
Entonces supo en ese mismo momento que para él, ella era realmente perfecta.
Algo está pasando uwu 👀Samy ❤️
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PROHIBITED
FanfictionJughead Jones, un millonario frío, orgulloso y sin sentimientos que un día podría correr peligro... De enamorarse y enfrentar un romance prohibido.