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Dos meses más tarde, Betty ya contaba con siete meses de gestación y aunque estaba llevando un embarazo tranquilo, los malestares y las molestias estaban ahí y eran más intensas por el tamaño del bebé y porque se acercaba cada vez más el parto.

Pero la inmensa felicidad que sentían por la llegada de su segundo bebé no se comparaba con nada, iban a tener a la parejita y eso los llenaba de emoción.

Pero  el mal los estaba acechando, había una última batalla por librar.

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Mientras Luna estaba en el colegio, Betty tenía su cita con la doctora y fue en compañía de su esposo, en dónde le hicieron a la ojiverde los controles y exámenes que correspondían y luego el momento más emocionante para ambos.

Ver a su bebé a través de la ecografía, que hasta el momento era el único medio por el cuál podían verlo hasta que naciera.

—Es un bebé muy sano, está perfecto— Aseguró la doctora con una sonrisa, pasando el aparato por el abultado vientre de la rubia. —Básicamente ya es un bebé formado, solo que debe desarrollar más sus órganos y ganar peso y tamaño, felicitaciones—

—Es un chico muy apuesto— Aseguró Jughead, tomando la mano de su esposa y mirando la pantalla con una sonrisa. —Como papi—

—Ni lo sueñes Jug— Le dijo Betty, mirandolo con diversión. —Ya es momento de que tengamos un bebé que se parezca a mi— Miró la pantalla. —Hola hermoso príncipe, serás un niño precioso mi amor. Doctora... ¿Podré tener un parto natural?— Preguntó.

—Si las cosas siguen tan estables como ahora, entonces usted sí podrá tener un parto natural— Aseguró la doctora. —Pero para que eso pase es muy importante que no se descuide con sus vitaminas y que guarde mucho reposo. Eso reducirá los riesgos de un parto prematuro—

Tras esa larga cita con la doctora, Betty y Jughead salieron del hospital y subieron al auto ya para irse a casa.

Jughead encendió el auto y miró a su esposa. —Amor... ¿Quieres ir directo a la casa o hacemos otra cosa?— Le preguntó.

—Vamos a casa— Pidió. —Por favor—

Jughead asintió, salió del parqueo del hospital y condujo directo a la mansión. Allá Betty se fue directo a la habitación y Jughead se preparó un sándwich en la cocina.

Se preguntó si tal vez su mujer también tenía hambre y subió las escaleras para llegar a la habitación, en dónde la encontró acostada en la cama, bajo las cobijas.

—Preciosa...— La llamó el ojiazul, acercándose y sentandose en la cama a su lado. —Amor... ¿No tienes hambre?—

—No— Negó, cortante.

Jughead suspiró, estirando su mano para empezar a acariciar el cabello de su esposa. —¿Qué tienes?—

—Nada— Respondió Betty sin más.

—Nena... Quiero que te expreses— Pidió Jughead, besando su cabeza. —Estas rara desde que salimos del hospital. ¿Te ocurre algo?—

—No es tanto eso— Admitió Betty, sentándose lentamente sobre la cama y mirando a su esposo. —Me da mucho miedo el parto y además me siento muy mal—

—¿Y eso?— Preguntó Jughead, preocupado. —¿Tengo que llevarte de regreso al hospital?—

—No, ya sabes. Me duele demasiado la espalda, estoy hinchada y tú bebé no deja de patearme— Expresó.

—Será un chico muy fuerte, de eso estoy seguro— Aseguró Jughead, acariciando la mejilla de su mujer y dejando un beso en su frente. —Amor, se que estás atravesando muchas cosas y admiro lo fuerte que eres. Estás llevando una vida dentro de ti y a pesar de todo estás aquí. Eres fuerte, Betts. Estás haciendo un trabajo grandioso y amo estar contigo de principio a fin. Estoy contigo mi vida, que no se te olvide—

Betty sonrió y de repente esa sonrisa se borró. —Ay por favor... Jughead, la niña— Le recordó.

Jughead soltó una risa. —Amorcito... Faltan como cuatro horas para ir por ella al colegio—

Betty respiró, aliviada. —Uff... Qué alivio. Entonces... ¿Puedo dormir por al menos las siguientes tres horas? Digo... Si nuestro pequeño Oliver me deja—

Jughead asintió con una sonrisa y fue a besar el vientre de su esposa. —Oliver ya deja a mami descansar, porque cuando nazcas vamos a dormir poco—

Betty soltó una risa. —Eso no me lo recuerdes—

Jughead sonrió, besando sus labios rápidamente. —Descansa mi amor, prepararé algo de comer por si despiertas con hambre—

Betty asintió y dentro de poco se quedó profundamente dormida. Mientras tanto, Jughead estaba preparando pollo a la plancha cuando recibió una llamada que lo dejó extrañado.

Un número desconocido que le dió muy mala espina, pero con más razón la tomó.

En la llamada...

—Hola— Habló Jughead. —¿Con quién me comunico?—

—Forsythe— Respondió aquella voz. —Como me alegra oírte...

Ante aquella voz, la respiración del ojiazul empezó a cortarse, su pulso aumentó y su corazón se puso como loco.

La voz de nadie más ni nadie menos que Reinaldo.

—¿Te comió la lengua tu gato, Forsythe?— Le preguntó Reinaldo, soltando una tenebrosa carcajada.

Jughead suspiró, enojado. —¿Qué demonios quieres? ¿Eres tu, Reinaldo?—

—Que bueno que también me recuerdes— Respondió Reinaldo. —No debiste hacerme lo que me hiciste cuando yo solo te hice un favor—

Jughead bufó. —Maldición... ¿Cómo diablos escapaste de dónde yo te tenía? ¿Cómo es que siquiera estás vivo? ¿Qué quieres?—

—Muchas preguntas Forsythe, han pasado años— Admitió Reinaldo. —Ya sé para que querías a Betty. Mírate, ya van por el segundo hijo, ustedes no pierden el tiempo—

—No sabes nada de mi— Respondió Jughead con molestia. —Y más vale que te alejes de mi familia, ya salí de ese mundo—

—No me importa, Forsythe— Dijo Reinaldo. —Fue divertido hablar contigo, pero ya después te llamo. Hasta pronto Forsythe— Se despidió.

Fin de la llamada.

Tras esa llamada, Jughead dejó el celular a un lado y golpeó la encimera de la cocina, enojado, frustrado y hasta confundido.

Reinaldo sí desapareció de la guarida de tortura hace años sin dejar rastro, muy mal herido, pero... ¿Cómo era posible que continuara vivo? ¿Y qué quería?

Lo que sí era seguro, era que iba a querer venganza.

















Esto se pondrá 💀

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¿Teorías?

Samy ❤️

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