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En el apartamento de Betty, ya estaba llegando la hora de su cita y ella estaba frente al espejo, retocándose el maquillaje con un labial rojo para combinarlo con su vestido rojo, corto, escotado de la espalda y el pecho y su cabello hermoso y ondulado cayendo con libertad sobre sus hombros.

Caramelo entró a la habitación, se acercó a Betty y se sentó frente a ella, empezando a maullar.

Betty sonrió, poniéndose de pie y tomando al minino en sus brazos. —Hola bebé. Mami está esperando a tu papá— Le dijo con diversión.

Caramelo respondió con un maullido y Betty lo abrazó cuando alguien tocó la puerta principal del apartamento.

Ella sonrió y su corazón saltó de la emoción al saber quién era. Pero antes, cuando se acercó a la puerta quiso preguntar.

—¿Quien es?— Preguntó Betty, dejando a Caramelo en el piso.

—Un hombre que está perdidamente enamorado de la hermosa reina que está al otro lado de ésta puerta— Contestó Jughead desde afuera.

Betty sonrió, sonrojada y cuando abrió la puerta recibió a su novio con un pequeño beso en los labios y al separarse se exploraron con la mirada.

Jughead observó su precioso y moldeado cuerpo, con ese vestido rojo que definía cada curva... El principio de sus pechos, sus labios ahora rojos, deliciosos y carnosos, sus piernas y ese cabello que él amaba tirar cuando estaban en el sexo...

Betty observó el cabello aún húmedo y peinado de su novio, su pecho expuesto por los botones sueltos de su camisa, sus labios, los mismos labios que podían llevarla al paraíso y esos ojos tan intensos que miraban atentamente los suyos...

Ella soltó un profundo suspiro mientras lo miraba y el la miraba a ella casi como si estuvieran teniendo sexo con la mirada.

Jughead la sacó de esos calientes pensamientos cuando le tendió una rosa roja. —Para la flor más hermosa de todo este maldito pueblo—

Betty sonrió, sonrojada y tomó la rosa, mirándolo. —Juggie... Me das rosas y flores todos los días. ¿Por qué?—

—Porque te lo mereces— Aseguró Jughead, acercándose a besar su mejilla. —Y porque te amo—

Betty sonrió una vez más y lo abrazó. —Te amo Juggie— Se separó. —Te ves muy bien, estás guapísimo—

Jughead tomó su mano y la besó. —Tu estás aún mejor, bebé. Estás tan hermosa que me duelen los ojos de solo verte—

Betty soltó una pequeña risa. —Basta Jug. ¿Nos vamos?—

—Vámonos— Pidió el ojiazul, volviendo a dejar un beso en su mano.

Ambos salieron del apartamento de la ojiverde y Jughead la guió hasta su auto. Ambos subieron y Jughead condujo hasta el Pop's. Aunque no era un restaurante lujoso o súper caro, era su lugar favorito y el lugar favorito de Betty también.

Eso lo hacía un lugar perfecto para cenar juntos.

Entonces ahí estaban, Jughead devorando hamburguesas, Betty comiendo papas fritas, pollo y ensalada y todo era perfecto porque estaban juntos.

Estaban juntos y eso era todo lo que les importaba.

—Juggie...— Lo llamó Betty, mirándolo mientras tomaba de su malteada.

—¿Si?— Respondió Jughead, mirándola, también tomando de su malteada.

Betty aclaró su garganta, nerviosa. —Yo... Yo voy a visitar a mis padres a California la semana que viene y me preguntaba si tú... Si tú querías ir conmigo—

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